
Los expertos en mercadotecnia política cada día se muestran más convencidos de que mientras más saben, menos saben; y aunque parezca un contrasentido, la verdad es que no existe en todas las áreas del análisis en el comportamiento humano, nada tan dinámico e inestable como la opinión pública.
Y aunque los estrategas del Presidente de Estados Unidos Barack Obama se ufanan, y tienen razón, al haber realizado una campaña electoral perfecta sin precedentes; ahora la realidad hace que se topen en pared para evitar aquella vieja premisa que sostiene que “a grandes expectativas, grandes desilusiones”.
Porque es un hecho que en una sociedad en donde abundan los medios dispersos, la oposición se mantiene inalterable y existen ciudadanos airados; el futuro para Obama se muestra más oscuro que la noche en que se hundió el Titanic.
Y aunque Obama es un experto en generar definiciones temáticas de sí mismo, buscando siempre moldear la forma en que los estadounidenses perciben sus decisiones; la realidad es que durante su campaña potenció siempre una narrativa clara y fuerte conectando en la razón y sentimiento de los votantes. Precisamente como presidente esta es su mayor debilidad.
El factor novedad ya no es novedad, y ahora la falta de esta conexión facilita al Partido Republicano, quien siempre se ha mantenido unido y nunca fue rehén de sus “encantos”, a sembrar en el electorado un retrato menos favorecedor de hace apenas un año.
Al igual que Vicente Fox, cuando los mexicanos lo vieron como “el hombre que sacó al PRI de Los Pinos”, los estadounidenses vieron en Obama la persona que pondría fin a la dinastía Bush, y así fue al menos durante el 2009; porque en este año se avecina lo que podría considerarse para los democrátas como la “Tormenta Perfecta”, mientras que las naves republicanas aprovecharon estos meses para recibir mantenimiento mayor y se declaran listas para lo que sería la “madre de todas las batallas”.
Porque no es lo mismo ser opositor que gobernante, y en esta ocasión los tremendos gastos realizados en promoción electoral para posicionar el “Yes We Can”, (más de 420 millones de dólares reforzados en los días previos a la elección con unos 2.8 millones de dòlares diarios), parecen topar con la de “You can´t” , y aquellas portadas de Fortune en las que se hablaba de “The Love Story- Obama and Google”, sencillamente ya no funcionan ante el desencanto de la sociedad.
Por ello es que a los republicanos no se les olvida que antes de la reciente elección, habían ganado siete de 10, y enfocan todas sus baterías a reforzar su atención en los votos considerados independientes, mientras que el actual mandatario sigue empecinado en sacar adelante sus reformas de salud, que por cierto, sus últimos siete antecesores lo intentaron también, sin exito.
Y sólo para darnos una idea, en el presente año habrá en competencia 37 escaños en el Senado, igual número de gubernaturas, 435 congresistas y elecciones en 43 legislaturas estatales, estando en juego más de 6 mil puestos de elección popular en toda la Unión Americana.
Ante este escenario, los estrategas demócratas y republicanos contarán como su mejor aliado el fallo emitido por la Suprema Corte el 21 de enero pasado, al no poner ninguna limitante al gasto de campañas, por lo que se anticipa una batalla tipo “Old Western”, el que tenga más balas, en este caso dólares, tendrá un mayor margen de acción.
Lo que es un hecho es que si en este momento Obama hiciera campaña para reelegirse seguramente perdería, porque adicionalmente al desencanto social la base del Partido Republicano se encuentra plenamente “recargada”.