C
uando el 3 de octubre del año pasado Samuel García Sepúlveda juró como gobernador de Nuevo León, seguramente nunca imaginó que el romance que tendría con la población -en apenas nueve meses- entraría en una montaña rusa dentro de un oscuro túnel.
Cuando todo parecía que, como matador de toros (aunque vetó la ley), había cortado orejas y rabo con el encarcelamiento de su antecesor Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, el descontento social se desbocó.
La desaparición y muerte de tres mujeres entre marzo y abril, María Fernanda, Debanhi y Yolanda, puso a Samuel contra las cuerdas, y la crítica a su joven gobierno tomó tintes dramáticos en las redes sociales, las mismas que fueron claves para su triunfo.
Si bien la deficiente investigación de la Fiscalía General de Nuevo León sobre los casos de Debanhi y Yolanda no fueron su culpa, la opinión pública le exigía cesar a Aldo Fasci Zuazua, secretario de Seguridad, por el aumento de la inseguridad en el Estado. Pero no hubo ese esperado cambio en el gabinete que pudo ser oxígeno puro. Al contrario, lo ratificó.
El ambiente de confrontación entre ciudadanos contra Samuel se daba en redes sociales y en la Explanada de los Héroes. Pero también en otro ring: el 10 de mayo el fiscal Gustado Adolfo Guerrero hizo un video donde pedía a Samuel no politizar las desapariciones de las tres mujeres.
La razón de esa inesperada respuesta del fiscal fue porque ese mismo día el gobernador, en un primer video donde apareció junto al papá y hermano de Yolanda, pidió al fiscal -no de muy buena manera- que entregara la carpeta de investigación.
A estas alturas, hasta un anuncio gubernamental en beneficio de la población sobre movilidad y transporte, para combatir la contaminación o para ayudar a los sectores más vulnerables, el balance de reacciones en redes sociales es negativo, incluyendo su Facebook e Instagram.
Y cuando parecía que los primeros aguaceros de mayo bajarían la calentura de la población, viendo lo que ha sido incontrolable: el enojo de los ciudadanos, no solo de los municipios metropolitanos sino también rurales, por la escasez de agua potable en sus casas.
Con la presa La Boca de Santiago casi seca, el viernes 3 de junio el titular de Agua y Drenaje de Monterrey hizo un anuncio que provocó no solamente divertidos memes y tendencia negativa en Twitter, sino que multiplicó la molestia ciudadana como nunca se había sentido y leído en nueve meses del sexenio naranja.
Ante la crisis hídrica que afecta a una población de 5 millones de la zona metropolitana, los alcaldes metropolitanos no se quedaron con los brazos cruzados. Y aunque poca “llevan agua a su molino” con pipas, y repartiendo tambos y tinacos a familias de zonas marginadas.
Y por si faltaba algo, un día el alcalde panista de Santa Catarina, Jesús Nava, se hizo naranja como otros ediles rurales; y dos diputados locales del PRI y PAN, Héctor García García y Roberto Carlos Farías, respectivamente, también se cambiaron al partido del gobernador.
Esa ofensiva de Samuel para debilitar y fracturar a sus adversarios políticos es una guerra que ya tuvo sus primeras batallas dentro y fuera de Congreso de Nuevo León.
Y mientras ellos se pelean, la población que sufre por el agua y otros males se pregunta: ¿Y ahora… quién podrá defendernos? ¿Y a qué Santo nos vamos a encomendar?ϖ
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