P
or las fotos que difundió la NASA y que muestran llena la Presa Cerro Prieto en julio de 2015, y casi seca el mismo mes de 2022, no solamente me impresionaron, sino que de inmediato me hice la pregunta: ¿eso fue culpa de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”?
Y no quiero ni culpar, menos defender al ex gobernador de Nuevo León -porque ya está grandecito y puede hacerlo solo-, quien ha sido señalado como el culpable de la crisis de agua que padecemos desde hace varios meses los cinco millones de habitantes de la zona metropolitana de Monterrey.
Quienes vinimos a estudiar a la Sultana del Norte a comienzos de la década de los ochenta, seguramente nunca imaginamos que 42 años después los vasos de Cerro Prieto y de La Boca están por convertirse en zonas muertas, sin vida turística y sin paseantes, con menos del 10 por ciento de su capacidad.
Todos alguna vez fuimos a la orilla de la Presa La Boca por su cercanía, orgullo de Santiago, a tomarnos unas cervezas, a pasear en un catamarán y a comer pescado y otros platillos típicos en los restaurantes que se resisten a cerrar ubicados en el malecón que precisamente inauguró “El Bronco” antes de irse del cargo.
El 13 de septiembre de 2021, acompañado de autoridades locales y estatales, Rodríguez Calderón caminó por el malecón y aseguró que esa obra que tuvo un costo de 92.3 millones de pesos que, a como están la situación, será como haber tirado dinero al basurero.
“Visionamos precisamente esta Presa como un centro turístico que jale a la gente, que la atraiga, que la haga sentir a gusto”, dijo el ejecutivo estatal.
Mientras el alcalde de Santiago en funciones, Jorge Alberto Torres Tamez, apuntó: “Traerá múltiples beneficios a la sociedad, me toca a mí agradecer a nombre del gobierno municipal a quienes apostaron, creyeron”.
Ese día, en las fotos que acompañaron el comunicado oficial, se notaba que el nivel del agua iba bajando notoriamente. Pero seguro que nadie de los asistentes apostó que Cerro Prieto, en los meses siguientes, llegaría a tener a un dramático 0.5 por ciento de agua.
Volviendo a los años ochenta, antes de tomar de regreso la carretera comprábamos pan de elote, miel de abeja, alguna artesanía y dulces típicos en Los Cavazos. Además, si nos gustaba la jardinería, en la cajuela había espacio para macetas y plantas ornamentales.
La excusa perfecta un sábado o domingo era ir a la Presa, aunque fuera con poco dinero en la cartera porque éramos estudiantes, junto a dos o tres amigos en mi primer carro que fue un vocho 1981, con un cartón de Carta Blanca en una hielera.
Ahora bien, más allá de las remembranzas estudiantiles, y volviendo a la realidad: ¿qué pasará con La Boca sin agua?, ¿las autoridades federales, estatales y municipales esperarán a que la llene un huracán?, ¿o empezarán a ser tentadas por el Diablo para que ese terreno sea urbanizado?
En mayo pasado el alcalde de Santiago, David de la Peña, rechazó los rumores de que a propósito se estaba secando la presa para dar pie a la construcción de negocios y viviendas en el embalse.
“No estamos secando la presa, como dicen por ahí, para construir fraccionamientos y hoteles; lo que sí estamos haciendo es desazolvar, limpiar, para mejorar la captación de agua y el desarrollo turístico de nuestra presa”, aclaró.
Diversos sectores de la sociedad y organismos pro natura de Nuevo León no se la creen por completo, y recuerdan cómo la Conagua otorgó permisos a TV Azteca Monterrey para construir canchas deportivas en el seco lecho del Río Santa Catarina, dos veces destruidas por huracanes. La última vez por el Alex en 2010.
El domingo 24 Samuel García trasmitió un mensaje a la población donde aseguró que no le dejará una crisis hídrica a su relevo en el cargo en 2027, sin hacer alusión a “El Bronco” como lo venía haciendo.
“El gobierno está haciendo lo que les toca. Estamos actuando por muchos frentes. Tenemos un plan maestro a 2050.
“Vamos a salir de esta. Lo que pido son acciones concretas y cambio de mentalidad para salir cuanto antes y poder planificar a futuro”, dijo y pidió el apoyo de los habitantes, agricultores, ganaderos y, sobre todo, de los empresarios.
Y recalcó: “Estamos pagando todo el abuso que por décadas y siglos le hicimos al mundo. La naturaleza nos está pasando factura y nos lo está diciendo a gritos”.ϖ
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