México estrena Congreso Federal. Esperamos que los 500 diputados tengan conciencia de que es un privilegio tan honroso cargo y sean verdaderamente cumplidos con sus compromisos y empiecen por asistir a las sesiones de la Cámara Baja, y no como ha ocurrido siempre con algunos parásitos de varios partidos políticos que cobraban sin trabajar y sin pasar lista de presentes, ya no digamos sin estudiar las iniciativas. Si acaso, se presentaban a cumplir su papel de “levantadedos”, obedeciendo, como manada de borregos, la “línea” de su pastor. Pero también los 128 senadores están ahora obligados a respetar la voluntad del pueblo, si es que entendieron las claras señales que éste envió el pasado 1 de julio.
Ahí debe calar hondo la prometida cuarta transformación radical de México. Es decir, no queda otro camino para que la nueva etapa de nuestro país empate con el movimiento de Independencia en 1810-1821 y con la Reforma Liberal de 1857, además de la Revolución de 1910. Los legisladores son, en el papel, los representantes del pueblo y como tales han de llevar a la tribuna su clamor y exigir el cumplimiento de las promesas de campaña que prometió aquél por el que votó la mayoría, además de atender las iniciativas que valgan la pena de los opositores políticos. Ya no se vale ir solamente a adornarse con el halo de poder de un cargo de esta naturaleza y aprovecharse del erario para robar. Los 500 diputados y 128 senadores de esta etapa nueva saben que el hartazgo de los ciudadanos es muy peligroso, y aunque algunos de ellos vienen de partidos tradicionales acostumbrados a la rapiña y a la flojera, también deben convencerse de que ahora la lupa sobre su actuación está -y estará aún más- a la orden del día.
Por lo pronto, deseamos que tengan libertad de conciencia para votar como cada quien norme su criterio, y que se acostumbren a la austeridad republicana y no al dispendio y derroche de antes. La promesa de sacudir el sistema va en serio, con el anuncio de la reducción en 2 mil millones de pesos los privilegios de esta casta política y, por tanto, ya no habrá para la Cámara de Diputados un presupuesto gordo de 8 mil 433 millones 435 mil 153 pesos, ni los 4 mil 905 millones 20 mil 157 para el Senado, además de que dejarán de tener otras canonjías como vehículos de lujo y choferes por cuenta del erario. Por fin llegará también el despido de 300 mil burócratas del gobierno federal que, se supone, no sirven para el puesto que ocupan o duplican la tarea día a día. Es mucha gente la que quedará sin trabajo, pero ni modo. Asimismo, el pueblo aplaude la reducción de los altos sueldos entre quienes francamente ganan muchísimo más de lo que merecen, porque su labor no requiere mayor ciencia ni conocimientos de administración. En el Congreso Federal abundan los auténticos “levantadedos”, atenidos al resultado de los debates de los más preparados para sacar adelante a su conveniencia las leyes y propuestas.
De hecho, muchos de los nuevos legisladores que conforman la nueva Cámara de Diputados Federal vienen de estratos sociales bajos, de manera que jamás en su vida imaginaron ganar 108 mil pesos mensuales. Para la mayoría es un sueldazo que ni verdaderos ejecutivos de la iniciativa privada ganan, exceptuando a unos cuantos. Otros vivales, muy lampareados en estos menesteres y bien conocidos en el medio político, no tienen llenadera y hay que cuidar que no vayan a robar o a servirse con la cuchara grande, como lo hizo Layda Sansores en la pasada legislatura, pues pasaba gastos personales amparada en la manga ancha de las auditorías superficiales.
Muy bien por esta estremecedora sacudida al Congreso, porque si algún diputadillo no quiere ganar ese sueldo, que se largue y no hace falta su presencia, pues sobra quien lo sustituya, y hasta por un monto menor. Malo que se tratara de un talento excepcional, un cerebro inventor, un académico con muchos entorchados en su carrera, un técnico de altos vuelos para cuidar Laguna Verde en Veracruz o para controlar el tráfico aéreo, así como un buen negociador del Tratado de Libre Comercio o un creador artístico al que sí le lloraríamos si fuera “pirateado” por una empresa del extranjero. Pero a tipos con tan mala fama para un trabajo tan cómodo, ni quien los extrañe. Por eso la gente pide que sean menos de 500 y de 128.
Por lo pronto, la llegada de López Obrador al poder empieza a rendir buenas cuentas en este rubro. Falta ver cómo sale bien librado en su postura de tener facultades él para quitarle la Secretaría de Seguridad Pública a Gobernación y la designación del fiscal “carnal” que tanto se le criticó al actual Presidente Enrique Peña Nieto. El tabasqueño no quiere un fiscal autónomo de la PGR, pero sí aprueba que sea el que persiga los delitos de los servidores públicos, incluido el titular del Ejecutivo. Y habrá que ver también cómo le va con la sarta de críticas que le han llovido por nombrar al dinosaurio expriista Manuel Bartlett Díaz como Director de la Comisión Federal de Electricidad, y tratar de desaparecer en los estados a los delegados de las secretarías para nombrar “virreyes”, pero peor aún al querer imponer en varias entidades a candidatos de MORENA que perdieron en las elecciones, pues los alegatos apuntan a que habrá enfrentamientos con los titulares del poder ejecutivo que ellos gobiernan por mandato del pueblo, aparte de que se cae en un espantoso sistema centralista y no federalista como lo marca la Constitución.
Esos temas sí son verdaderamente polémicos, igual que el cambio de sede de las secretarías de Estado o ministerios, y la consulta pública sobre el nuevo aeropuerto, ya que se trata de una obra que requiere la opinión de técnicos especializados y no de cualquiera que ni siquiera viaja en avión a la ciudad de México. Pero qué le vamos a hacer: son parte de la cuarta transformación radical de México. Y si aplaudimos a ciegas la sacudida de privilegios al Congreso y de la alta burocracia, vamos a esperar los frutos de las demás medidas que forman parte de esta nueva época, siempre y cuando se respeten las libertades en todos los órdenes de la vida.