Desconozco en qué condiciones laborales trabajaron otros corresponsales internacionales de Notimex después de 1995 hasta enero de 2019 antes de su despido, pero al menos en mi experiencia personal no tuve un sueldo exorbitante, ni renta de casa-oficina y otros privilegios con hedor a corrupción, desvío o malversación de dineros públicos.
Ingresé a la agencia de noticias del Estado mexicano en septiembre de 1991 contratado para ser corresponsal en Roma, Italia. Era el sexenio salinista. Iba a cumplir 28 años y tuve la oportunidad de concretar un sueño que todo reportero, luego de egresar de la universidad, no podía rechazar: trabajar y vivir en Europa.
Años antes otros compañeros de Monterrey se fueron a España a estudiar diplomados y posgrados: Miguel Angel Valdés Conte, Silvia Lydia González, Liliana González y Sanjuana Martínez, pero fui el primero en ser contratado para trabajar en un país europeo donde no se hablaba castellano. Y no cualquier nación, sino Italia.
Miguel combinó su posgrado con la corresponsalía de El Norte en Madrid; Silvia Lydia y Liliana colaboraban en el periódico El Diario de Monterrey, radio y televisión de Multimedios Estrellas de Oro -como se llamaba en ese entonces-, y Sanjuana posteriormente se convirtió en corresponsal de la revista Proceso.
En 1991 también otro reportero de Monterrey, Ramón Rodríguez Reyna, fue reclutado por Notimex como corresponsal en McAllen, Texas, y luego se ganó su ascenso para mudarse a San Antonio, Washington y Miami. Y fue su fallecimiento en Florida el que desnudó las adversas condiciones laborales del área internacional.
También Ignacio Basauri y Jacqueline Lerma fueron aportaciones del periodismo de Monterrey para Notimex. Él como corresponsal en Montreal y luego jefe de la oficina en Washington. Y ella ocupó una plaza en la capital de Estados Unidos tras renunciar a El Norte.
Ramón murió en julio de 2009 y su esposa Mary fue desprotegida por la agencia. Batalló para pagar los gastos hospitalarios y funerarios; perdió la casa que adquirieron en Miami, y los amigos corresponsales la apoyaron con dinero para volver a Monterrey con las cenizas de su esposo en una urna.
De nada valieron los 18 años que Ramón sirvió a Notimex. Una historia que se repite diez años después en la actual administración de la 4T con el despido de 20 corresponsales internacionales sin red de protección, y que han denunciado su situación en una carta abierta dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por cierto, la penosa situación que sufrió la viuda de Ramón la supo personalmente Sanjuana Martínez, actual directora de Notimex, pues eran amigos desde que trabajaron juntos en El Diario de Monterrey. Pero cuando mandó a la calle a los 20 corresponsales y casi 100 empleados en México, no tuvo ni solidaridad, ni piedad, ni memoria.
En 2006 Sanjuana había sido despedida de Proceso, demandó a la revista y nueve años después ganó una millonaria indemnización que le permite vivir en una residencia en el pudiente municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León.
Todo lo contrario a Mary, quien no tuvo dinero para contratar un despacho de abogados para empezar la lucha contra Notimex en memoria de Ramón. Y regresó a vivir a una modesta casa de interés social en una colonia popular de Guadalupe que su esposo había comprado en vida.
Sin una retribución económica por fallecimiento por casi dos décadas de servicio a Notimex de Ramón, Mary recuperó primero el ánimo, superó el luto y volvió a ocupar su plaza en el magisterio de Nuevo León que puso en pausa cuando se fue a Estados Unidos. Actualmente vive dignamente y sin lujos.
A partir de la situación laboral que vivió Ramón en vida, y Mary después de la muerte de su esposo, voy a entrar al tema para desmentir las versiones que se manejan sobre vida de lujos y gastos exorbitantes de corresponsales internacionales. Al menos de lo que me consta cuando estuve en Roma entre 1991 y 1995.
Mi ingreso mensual fue de 4 mil dólares y con ello tenía que pagar: renta de un pequeño departamento de 60 metros cuadrados que servía de oficina en una de las ciudades más caras en Europa; compra de dos periódicos diarios y una o dos revistas por semana; luz, gas, agua, papelería, tinta de la impresora; servicio de cable; mantenimiento del edificio, y un abono mensual de transporte público para cubrir mis fuentes.
Notimex me reembolsaba el recibo del teléfono porque todas las notas se mandaban a través de un modem que se activaba con una llamada trasatlántica; el pago anual por estar acreditado ante la Asociación de la Prensa Extranjera, y viáticos cuando -pocas veces- me mandaron a cubrir eventos fuera de Roma.
Cuando Notimex me mandó al asedio de Sarajevo como el primer enviado mexicano a la guerra de la ex Yugoslavia solamente me cubrió los gastos. Nunca recibí un premio extra, y tampoco lo reclamé. Con esa inolvidable experiencia me di por bien servido.
Por año tenía derecho a un viaje en avión de ida y vuelta Roma-Ciudad de México-Roma sólo para mí, no para mi esposa y menos para mi pequeña hija. Y la conexión a Monterrey, donde tenía mi casa y parte de mi familia, iba por mi cuenta. Ni yo pedí, ni nunca me ofrecieron en Notimex, meter facturas para reembolsarme otros gastos.
Tampoco en casi cuatro años en Roma tuve un seguro de gastos médicos mayores. Y las veces que tuvimos que ingresar al hospital buscamos las opciones más económicas como el Hospital Bambino Gesú, cerca de El Vaticano, donde dos o tres veces mi hija Andrea esperó turno junto con niños migrantes africanos.
En otra ocasión, con intensos dolores por una piedra en el riñón, terminé en una clínica pública donde demostré que era residente legal con visa de trabajo de periodista. Y por lo mismo el sistema de salud de Italia me cubría la atención médica sin costo. Entré de madrugada, salí en unas horas y no pasó a mayores.
En mayo de 1995 renuncié voluntariamente cuando me avisaron que, por la grave crisis económica que atravesaba el país por el llamado “error de diciembre de 1994”, cerraban la corresponsalía en Roma y otras “ciudades caras” en Europa.
Así, la expansión internacional de Notimex que empezó en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, debía ajustarse a la austeridad ante la crisis y cerraron corresponsalías en Bruselas, Moscú, Londres y otras. Y supe que se redujeron gastos en las oficinas regionales en centro y sudamérica, Washington, Tokio y Madrid.
Mi director me ofreció seguir perteneciendo al área internacional de Notimex en Quito, Ecuador, con la mitad de mi sueldo y en las mismas condiciones: sin estar en nómina, sin aguinaldo y sin seguro de gastos médicos para mi, menos para mi familia.
Después de varias semanas pensando, decidí romper mi relación de trabajo con la agencia en buenos términos y volví a Monterrey con el recuerdo que, por una rabieta del entonces director general, me quisieron despedir cuando todavía no se cumplían los dos años de la renovación de un contrato que, ya no recuerdo y me daba lo mismo, si era verbal o firmado.
Sobre privilegios, plazas ocupadas por familiares, viajes sin justificación, holgazanería, ausentismo y otros excesos del actual líder sindical de Notimex y personal bajo su manto protector, no opinaré porque soy el menos indicado.
Quienes me conocen saben que soy un periodista solidario. Soy director editorial general de una empresa (Hora Cero) que desde hace 20 años publica una columna (La Caja de Pandora) que ventila y critica errores de los medios de comunicación, y arropa al gremio ante excesos de los patrones. Ni nosotros mismos nos salvamos.
Quizá sobre lo que sucede en Notimex algunos pueden decir que no es mi calentura; que no es mi comezón y que “quiero la cabeza” de la directora. Claro que no. E insisto: me gana la solidaridad a favor de los colegas agraviados. Ese ha sido -si así se puede decir-: “Mi mayor defecto” y estoy orgulloso de ello.
Por mi que Sanjuana Martínez se quede toda la 4T, la 5T y todas las “T’s” futuras. Pero no quise quedarme silencioso y decidí escribir lo que me consta.
Eso que me tocó vivir en la envidiable doble experiencia periodística que más presumo en mis casi 35 años de periodista: la corresponsalía en Notimex en Roma y la guerra en la ex Yugoslavia.
twitter: @hhjimenez