De un tiempo a la fecha me he ido alejando de las redes sociales.
Hay ocasiones en que me he sorprendido por que han pasado días sin que publique algo, o de perdido reaccione a lo que mis amigos comparten.
Lo anterior es más evidente cuando, a diario, aparece en mi muro los llamados “recuerdos”. Ahí me doy cuenta que hace uno, dos o seis años era muy activo en las redes, publicando, opinando y hasta tomando posiciones políticas.
Hoy las cosas han cambiado.
¿El motivo? Hartazgo.
Desde hace meses he ido perdiendo tolerancia a las discusiones inútiles, noticias falsas, análisis sesudos y todo el bombardeo de información que se publica en Facebook, Twitter y otras redes.
Es cierto, no he llegado al grado de cerrar mis cuentas pues aunque quisiera no podría, ya que debido a mi trabajo necesito estar conectado con lo que sucede en el mundo, y las redes sociales son -bien que mal- una especie de ventana a lo que está sucediendo allá afuera.
Hay que decir que en ocasiones esa ventana está muy sucia, pues la realidad que proyecta aunque parece real es sesgada, limitada a la visión y prejuicios de unos cuántos.
Entonces, en resumen, creo que en lo que me he convertido es una especie de observador cada vez más pasivo de lo que sucede en redes.
Es ahí cuando, de vez en cuando, sonrío pues me doy cuenta de que entre tanta tontería que se publica y se difunde, existen unas cuantas voces sensatas, que opinan con el cerebro y no con la cola.
Desgraciadamente la proporción aún está muy desequilibrada. Por cada opinión inteligente nos encontramos con 40 noticias falsas, opiniones pendejas, racismos y clasismos injustificados.
Lo anterior queda de manifiesto en los tiempos tan trágicos que estamos viviendo. Con un aumento alarmante en el número de muertos por la pandemia del Coronavirus.
Hoy son más las personas que pueden decir que conocían a una persona que ha fallecido de este mal.
Este día no hay quien no tenga un familiar, amigo o conocido que no se haya infectado con este maldito virus.
Y es aquí donde viene la contradicción.
Todos sabemos que la enfermedad está creciendo, que está matando a más personas, que avanza sin control por el territorio nacional; sin embargo, la mayoría ha decidido actuar como si fuera enero del 2019, cuando las cosas eran muy distintas a como lo son ahora.
El quédate en casa, las medidas sanitarias, la sana distancia, el lavado de manos constante, el uso de antibacterial y cubrebocas se redujeron a anécdotas de un tiempo que ya pasó, una moda que fue divertida mientras duró.
Tristemente, cuando alguien toma las redes para opinar sobre este tema, decide echarle la culpa a otros, siempre es la ineficacia del gobierno, la corrupción, las intrincadas conspiraciones y no sé cuántas sandeces más.
Ya he escrito del tema y la verdad sonaría repetitivo si lo vuelvo a hacer, pero en redes me encontré con este escrito cuyo autor no está perfectamente identificado, con el cual debo de decir que estoy totalmente de acuerdo.
Aquí se los dejo:
“No importa que traigan a los mejores expertos en epidemiología, los estrategas más brillantes, los políticos menos corruptos, los economistas más preparados…
“No son ellos, somos nosotros.
“Nos recomiendan hacer una cosa y hacemos lo opuesto, buscando siempre un pretexto para no cumplir. Somos tercos, necios, ingobernables, faltos de disciplina y mucho menos educación para entender lo que se nos dice.
“Nos da hueva leer y mirar información en total silencio para poder desmenuzar cada palabra y entenderla a cabalidad y encima de todo, nos enojamos cuando la información o las medidas van ‘en contra’ de nuestras comodidades.
“¿Nos gusta estar jodidos? La respuesta en tu mente es obviamente no, pero nuestras acciones demuestran lo contrario. No es general, hay quienes sí están luchando por la salud propia y de sus seres queridos… pero la enorme mayoría simplemente no quiere entender.
“Que el tiempo le dé la razón a quien la tiene y castigue a quien no.
“Cuídense. (Si quieren)”.
Lo dicho, en ocasiones las redes sociales no solamente son memes.
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