NOTA DEL AUTOR. Esta columna la escribí hace cuatro años, cuando el mundo creía que habíamos visto lo último de Donald Trump. Tristemente estábamos equivocados y lo sabía, por ello compartí ésta, mi visión de cómo nos ven en el norte de nuestras fronteras.
Me queda claro que como periodista existen temas de los cuales no me puedo sustraer ni siquiera aunque lo quiera.
Son asuntos que ya sea que se encuentran en la agenda nacional e internacional o están de moda y todo mundo está hablando de ellos.
Como periodista tengo que entrarle a estos temas aunque, en lo personal, me generen una hueva monumental.
Un ejemplo clarísimo es la elección presidencial de Estados Unidos donde, todo parece indicar, el Demócrata Joe Biden se va a llevar el triunfo.
Les voy a contar una historia: Mi padre, que Dios lo tenga en su Santa Gloria, fue integrante del Resguardo Aduanal Mexicano hasta que “el duende maldito” de Carlos Salinas de Gortari decidiera desaparecer la institución.
Por ello la mayor parte de mi vida la pasé viviendo en la frontera, ya fuera en Matamoros o Reynosa.
Sin embargo, contrario a lo que veía con todos mis conocidos y amigos, era muy raro que mi padre quisiera acompañarnos a esos viajes de fines de semanas para comprar todo tipo de tarugadas en las tiendas de McAllen.
Años después me enteré que no iba con nosotros a estas excursiones semanales, tan comunes entre los residentes de la frontera, porque sentía una especial aversión a cruzar a Estados Unidos.
Ya siendo adulto, en una de esas largas pláticas reveladoras que llegamos a tener, le pregunté por qué no le gustaba cruzar a Estados Unidos y su lógica fue devastadora:
“Me cae muy mal hacer fila durante dos o tres horas para ir a un lugar donde, te vas a gastar tu dinero y aún así te ven feo. Te tratan como si te estuvieran haciendo un favor y tienes que andar con más cuidado que en un campo minado ¡por Dios! por el dinero que les dejamos deberían recibirnos con alfombra roja y un trago de whiskey”.
Debo decir que mi padre era un hombre bastante sabio y sensato porque ¿cómo puedes negar que sus palabras estaban llenas de verdad?
De un tiempo a la fecha creo que he heredado la fobia de mi padre de cruzar a Estados Unidos. Igual que él no le encuentro el sentido de hacer filas y gastar todo mi sueldo en productos y tiendas que, seamos realistas, ya podemos encontrar en la zona metropolitana de Monterrey.
Lo he dicho una vez y lo repito: lo único que extraño de McAllen es House of China y Wallybangers, un negocio de hamburguesas que son algo así como una creación divina.
Quizás es por ello que no me genera ninguna alegría que Joe Biden haya ganado la presidencia o que, en todo caso, Donald Trump haya recibido el ya clásico “¡you´re fired!” del pueblo norteamericano.
Me generan harta ternura los mexicanos quienes, a través de las consabidas redes sociales, aplauden y celebran la derrota del “hombre naranja”.
Me dan risa estas celebraciones porque parece que estos mexicanos no entienden que el hecho de que Biden vaya a ser el próximo presidente de la unión americana, no va a cambiar en nada la forma en la que los “gringos” nos ven y nos tratan a los mexicanos.
Es cierto, ya no habrá muro fronterizo, pero van a gastar millones de dólares en cámaras infrarrojas, sensores, patrullas y agentes de la Patrulla Fronteriza para deportar a quienes salen en búsqueda del mal llamado “sueño americano”.
Con Joe en la presidencia, los tiempos de espera en los puentes serán los mismos y personajes como “La Chilindrina” seguirán sembrando el terror entre los residentes fronterizos.
Es más, con Biden el TMEC será una gran incógnita, porque los Demócratas tienen fuertes relaciones y compromisos con los sindicatos norteamericanos, quienes no están nada contentos con que muchos empleos se hayan ido a las maquiladoras mexicanas y están esperando el momento en que un amigo en el poder les ayude a recuperar estas plazas.
En fin, los mexicanos parece que no entendemos que el pequeño hombre naranja no era el problema con los gringos ya que, después de todo, lo único que estaba haciendo es darle voz a un importante sector de esa sociedad quienes simple y llanamente nos odian, nos ven hacia abajo, piensan que estamos un escalón inferior en la escala evolutiva.
Es raro, pero nunca hemos querido entender que dentro de muchos estadounidenses vive un pequeño Hitler quien era feliz con la administración de Trump pero, ahora que Biden será presidente, no tiene la menor intención de dejar de seguirnos odiando.
Para no darle tantas vueltas: este amor tan incondicional que muchos mexicanos profesamos a todo lo que huela a barras y estrellas nunca será bien correspondido, pues muchos de ellos odian nuestro color de piel, nuestro idioma y todo lo que representamos.
Pero que nadie se emocione porque Biden ganó: esos pequeños Hitlers seguirán felices viviendo en la mente de muchos gringos, esperando el momento para volver a tomar el poder.
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