México dejó de funcionar como Estado y pasó a formar parte del índice de Estados fallidos cuando en lugar de consolidar sus instituciones en construcción, las aniquiló.
La transición de Estado a Estado fallido, no se hizo de un día a otro, llevó décadas vulnerarlas hasta consumar una debilidad que no le permite ser funcional. La erosión del Estado mexicano -que nunca pudo operar plenamente-, la llevó a cabo el sistema político mexicano encabezado por el PRI que pagó el precio perdiendo la Presidencia en el 2000 y la continuó el PAN que en vez de poner remedio, la agudizó.
Cuando en un Estado sus instituciones nunca fueron fuertes pues arrastraban vicios desde su concepción, está imposibilitado de responder a la sociedad a la que debe servir. De cara a la comunidad internacional, nuestro país ha vivido en base a apariencias.
Durante el régimen priista simulamos ser democracia cuando fuimos dictadura de partido. Cuando el PAN rompe la hegemonía priista en lugar de fortalecer al Estado, repitió el esquema y está acabando con lo poco que quedaba de nuestra organización política.
Es grave lo que nos ocurre. Representamos ser un país similar a los de América Latina, pero somos diferentes. Lo que nos distingue de nuestros vecinos latinoamericanos, es que el narcotráfico penetró hasta la médula instituciones incipientes, que nunca lograron afianzarse.
Ninguno otro país regional enfrenta el narcotráfico como México. El referente más cercano, Colombia, fue distinto porque estableció una línea divisoria entre narcotráfico y gobierno.
En el nuestro no hay frontera, el narcotráfico penetró las estructuras del Poder. El gobierno permitió que se infiltrara en la PGR , en sus policías, en sus órganos de seguridad que deberían de preservar la gobernabilidad del país, como uno de los brazos del Estado.
Con instituciones fragmentadas el riesgo es que lo que queda de ellas se destruya y estalle una crisis de mayúsculas dimensiones. Siendo un Estado vulnerable por su fragilidad institucional, era de esperarse que tan menguadas instituciones no pudieran resguardarlo.
Cuando el PRI fue despojado del Poder al dejar de ofrecer movilidad social al ciudadano, muchos candidatos priistas se valieron del apoyo de narcotraficantes que infiltraron en sus campañas políticas. El PAN hizo lo mismo, para ser económicamente competitivo a nivel electoral. Tampoco están exentos los demás partidos, incluido el PRD.
La política y el narco se mezclaron como una sola entidad. Los estados fronterizos son primeras víctimas de los brotes de violencia que hasta cierto punto, todavía se ha contenido.
El patrocinio narco a los políticos mexicanos permitió que tuvieran cabida dentro del aparato estatal. ¿Por qué se sorprenden de que la criminalidad rebasara al Estado? El gobierno sabe cuál es el origen de un panorama nacional que se plagó de sangre y muerte.
Los asesinados, secuestrados y ejecutados se nos volvieron cotidianos. Si no se pone remedio removiendo la corrupción de sus instituciones para fortalecer al Estado, el país se nos va a ir de las manos.
Cuando el Estado funciona, su papel es claro. Se le define como aquel que posee una estructura de poder asentada sobre determinado territorio y población, que a través de su aparato institucional que es el gobierno, hace cumplir y aceptar sus decisiones y posee el monopolio del uso de la fuerza.
No hay Estado cuando sus habitantes viven en la indefensión a merced de la delincuencia organizada. Ni cuando está cooptado por la corrupción. Tampoco, si es incapaz de ofrecer a sus ciudadanos viabilidad económica.
Es inexistente cuando otros poderes llamados fácticos se apropian de sus funciones como los grandes consorcios mediáticos, que lo empequeñecen al fijar reglas del juego que compete establecer exclusivamente al gobierno.
No hay Estado cuando se entregan recursos naturales y materiales del país como energía eléctrica, el petróleo, la banca.
El papel del Estado a través del gobierno es regular la política y la economía, ofrecer seguridad, velar por el crecimiento y desarrollo equitativo de sus habitantes, preservar la paz social, garantizar gobernabilidad. Nada de esto tienen los mexicanos. Se empezó a perder con el PRI, se terminó por agotar con el PAN.
No se vislumbra a ningún otro partido que haya entendido la gravedad de esta realidad con un Estado que al desgastarse sus instituciones, después tocará su turno.
Nos comparamos con un continente tan pobre como Africa, como si estuviéramos en mejor condición, pero cuando se miden sólo variables económicas América Latina la rebasa, pues somos la región con mayor desigualdad económica entre sus habitantes.
Según la CEPAL, México tuvo en 2008 uno de los menores crecimientos de Latinoamérica y estima que en 2009 tendrá el crecimiento más bajo de la región. Si se amplía la medición a las 12 variables que determinan según el Fondo para la Paz si un Estado es fallido, México se hizo un lugar, el 105, de este parámetro ideado por el norteamericano Naom Chomsky.
Cierto, hay Estados fallidos en peor trance donde las instituciones no son endebles sino inexistentes, pero México se encamina a ese lugar a paso veloz.
A esta posición entonces no llegó de repente. Se creó a través de décadas de malos gobiernos, de funcionarios corruptos e ineficientes. Durante los años setentas Luis Echeverría no pudo responder a la crisis mundial que afectó al país y terminó por petrolizar la economía que sigue estando así, hasta nuestros días. Fue durante este sexenio que comenzó la gradual pérdida del ascenso social que terminó con las pretensiones del PRI de perpetuarse eternamente en el poder.
Pero ni Vicente Fox ni el PAN tuvieron tamaños para entender el papel que se esperaba, jugaran. Su tarea principal de consolidar un Estado que daba signos de creciente debilidad requería trabajo urgente desde su base. Fox nunca hizo la tarea. Ni siquiera supo que ésa era su tarea. Liquidó parte de aquellas desgastadas instituciones que le entregó el PRI y Calderón continuó el resto.
Antes de lamentar la partida del PRI y endosarle toda la debacle al PAN hay que conservar el dato en la memoria que desde Echeverría, ninguno de los posteriores gobiernos priistas revirtieron la movilidad social perdida.
La responsabilidad panista fue darle continuidad a lo más oscuro del PRI. El PAN no creo este estado de cosas, pero lo profundizó. Felipe Calderón no es mejor que Fox. Tampoco entiende para que esta sentado en la silla presidencial.
Acción Nacional perdió la oportunidad desde el 2000 de ofrecer las respuestas que se le agotaron al PRI. Nuestro infortunio es que al no funcionar ni el PRI ni el PAN, la sociedad sabe que no hay otro partido hacia dónde voltear.
La izquierda mexicana está ocupada en empequeñecerse dentro del mapa electoral. Este panorama orienta a dos opciones igual de inconvenientes: revivir el abstencionismo o a lo peor del PRI.
Los dos partidos que ejercieron la Presidencia son responsables de haber herido sus instituciones a aquel Estado mexicano en formación, hasta reducirlo a Estado fallido convertido en espectador de la actual crisis, en lugar de ser actor principal para resolverla.
La pregunta obligada es: si el gobierno no garantiza seguridad, empleos, promueve la migración, no reactiva la economía, importa gasolinas, entrega la banca (que luego critica por sus inauditas tasas de interés) permite que las televisoras se regulen a sí mismas, cede recursos naturales al extranjero, claudica frente al capital ¿Dónde está el Estado que a través del gobierno tendría que garantizar las expectativas ciudadanas?
Con la ausencia de control, aparece un Estado débil, avasallado y sitiado por intereses ajenos. Nos compete detener a estos perniciosos políticos, o estaremos a un paso de convertirnos en Estado colapsado.