Cincuenta migrantes desaparecidos; policías acribillados o detenidos por sus ligas con la delincuencia organizada; civiles decapitados entre ellos menores de edad; mujeres ejecutadas, reclutadas por un cártel, y el Ejército y la Marina patrullando las calles en las regiones calientes de México. Así terminó 2010 y comenzó 2011.
Y si eso no era suficiente: edificios de corporaciones policiacas agujeradas por impactos de armas de alto poder; alcaldes secuestrados y victimados: granadas lanzadas contra instalaciones de un periódico de Monterrey y, para colmo, el informe dado a conocer por una universidad de Alemania que pone a México entre los seis países más violentos del mundo.
¿Falta algo por agregar? Porque era muy inocente creer que las fiestas decembrinas cambiarían el rostro de un país que está sumido entre la inseguridad, la violencia y el terror de la población que ya perdió la capacidad de asombro.
Y pese a los mensajes del presidente Felipe Calderón Hinojosa de que vivimos en un México donde no pasa nada, basta con leer las primeras planas de los periódicos, o escuchar los titulares de los noticieros, para darnos cuenta que son partes de guerra.
La prensa internacional, desde principios de 2010 cuando la situación empeoró con el divorcio de dos grupos armados en el noreste de México, ha comparado este territorio con Calí, Medellín y Beirut.
Periódicos estadounidenses como Los Angeles Times decidieron mover a sus expertos corresponsales con amplia experiencia en conflictos armados a la Ciudad de México cuando Calderón Hinojosa asumió el cargo, simplemente porque consideraban que el país estaba en guerra.
En la agonía de 2010 la organización Reporteros Sin Fronteras dio a conocer en un informe que el país ocupa el sexto lugar mundial en agresiones contra periodistas, por el número de comunicadores muertos, secuestrados, amenazados, detenidos o censurados, tan sólo por debajo de la labor que realizan en Filipinas, Somalia, Rusia, Pakistán e Irak.
La prestigiada organización informó que las coberturas en elecciones “cuestionadas” y sobre la guerra, que incluye la que se vive en México contra el narcotráfico, ha dejado en el mundo 76 periodistas asesinados en 2009, lo que representa un incremento de 26 por ciento.
Mientras el pasado 10 de enero un estudio realizado por la Universidad alemana de Heideloberg dio a conocer que junto con Somalia, Sudán, Irak, Afganistán y Pakistán, México es uno de los países más peligrosos y violentos de todo el mundo.
Este análisis se denominó Barómetro de Conflictos 2010 y aseguró que, “México vive un conflicto en el que la fuerza violenta se usa de manera organizada y sistemática, en el que las partes involucradas emprenden medidas amplias y en el que la destrucción es masiva y de larga duración”.
La institución europea puntualizó que en México hubo más de 10 mil muertes el año pasado, mientras que en la guerra que se desarrolla en Afganistán y Pakistán se contabilizaron seis mil 800 decesos.
“Todas estas seis guerras indicaron un endurecimiento y una autoperpetuación de la violencia masiva”, informó el documento.
México fue calificado con un cinco en una escala del uno al cinco sobre países violentos, en la que el cinco es la cifra mayor.
Así nos ven fuera de nuestras fronteras, porque desde dentro México es como Alicia en el País de las Maravillas.
A quién le importa realmente que la Procuraduría General de la República diga que durante 2010 el Cártel del Golfo y los Zetas fueron las organizaciones del crimen organizado más golpeadas por el Gobierno Federal.
Porque de ser cierto Calderón Hinojosa estaría haciendo todo lo posible por desarticular a unas y proteger a otras. Igual como pasó con Vicente Fox Quesada, quien durante su mandato se fraguó el escape de Joaquín “El Chapo” Guzmán de una cárcel de máxima seguridad.
Y todavía viene lo peor.