Se escucha a menudo que “en toda crisis hay oportunidades” como lo dice la sabiduría popular china. Puede que el valor de este dicho esté un poco despreciado por haber sido tan usado en todo tipo de contexto, sin embargo le encuentro una singular relevancia en el caso de las relaciones entre México, América Latina y Europa.
Desde 1991 se llevan a cabo Cumbres Iberoamericanas conjuntas que reúnen los países del mundo que comparten las lenguas española o portuguesa como lengua oficial. Básicamente, la cooperación empezó como una dinámica trasatlántica entre los ex colonizadores (España y Portugal) y los ex colonizados (América Latina), y se agregaron luego países asociados que comparten intereses con los miembros iniciales y/o que han sido asociados a la península ibérica a lo largo de la historia, tal como lo son Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda. Durante sus 20 años de existencia, estas reuniones anuales daban la impresión de ser una enésima tentativa por parte de las potencias europeas de recuperar y reforzar el dominio comercial y cultural que no supieron mantener en el pasado y que tradicionalmente los unían a América Latina, escondiéndolo tras el establecimiento de una supuesta comunidad de intereses y de cooperación. En fin, las Cumbres Iberoamericanas eran una manera de mantener una presencia europea más o menos fuerte en los territorios de América que alguna vez fueron suyos.
Sin embargo, este modelo tradicionalmente “vertical descendiente” donde los Europeos ofrecían cooperación y apoyo a América Latina y México en contraparte de ventajas estratégicas de todo tipo parece haber caducado en la última Cumbre de noviembre celebrada en Cádiz, España. Bien al contrario, son ahora las economías latinoamericanas en crecimiento, especialmente México, las que ahora proponen su ayuda a Europa para rescatar a los países más endeudados y que no ven el fin de su crisis económica. Este cambio total de paradigma en la relación intercontinental (hábilmente llamado “relación renovada” por los diplomáticos), se la ganaron países como México gracias a su estabilidad macroeconómica y a la gestión responsable de sus principales indicadores económicos. No es una casualidad que después de 4 años de grave crisis en Europa, México no haya sido tan afectado, al contrario de economías de la zona que comparte el Euro como moneda y que lucían anteriormente muy sólidas como España y Portugal. Definitivamente se acabó el paternalismo económico de Europa sobre México y la región, y al contrario son los latinoamericanos – apoyándose sobre tasas de crecimiento que dan envidia a toda Europa – los que ahora tienen el papel de salvavidas y pueden dar lecciones a sus socios ibéricos.
¿Qué tiene que ganar México de este nuevo escenario entre las dos regiones? A corto plazo, me parece importante que contribuya al renacimiento de Europa para limitar los riesgos de contagio de la crisis. Efectivamente, las empresas europeas tienen muchas actividades en nuestro país, por lo que es de suma importancia reducir los posibles canales de contagio. Aparte, una “década perdida” europea similar a la que vivó América Latina en 1980 (precisamente por tener que seguir los principios que rigen las economías neoliberales del Occidente) no le conviene a nadie, ya que a pesar de la situación crítica de su economía, Europa sigue siendo el principal bloque comercial del mundo y un motor del crecimiento mundial. Luego, creo que ayudar a Europa a recuperarse pronto le permitiría a México crecer en la escena diplomática mundial y ganarse así el apoyo político de Europa en sus pretensiones a mediano plazo, como por ejemplo el ganarse un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Todo un símbolo, esta Cumbre tuvo lugar en Cádiz, ciudad andaluza donde nació hace exactamente dos siglos “la Pepa”, la constitución liberal inspirada por los diputados de las colonias españolas que iban a ser los primeros inspiradores de la independencia de América Latina. Hoy, la reunión de 2012 podría ser el punto de partida de nuevas relaciones con el Viejo Continente, relaciones equilibradas y de igual a igual; así como los reconoció el Rey Juan Carlos de España cuando dijo: “necesitamos más Iberoamérica”.