Como se alertó desde hace años, el cáncer alojado en el futbol mexicano no se atendió adecuadamente y completó su metástasis en Qatar.
Los síntomas de la expansión de la enfermedad se hicieron más evidentes desde 2008 con el único haitiano que había en el área del torneo preolímpico. En 2013, el cabezazo estadounidense en Panamá en tiempo de compensación rescató a México al darle acceso al repechaje para Brasil 2014. Poco, más bien nada se hizo para tratar este cáncer, y jugando de locales en California llegó el 7-0 de Chile en la Copa América 2016.
En Rusia 2018, el gozo de ganarle a Alemania se fue al pozo cuando seis puntos no fueron suficientes y tras el baile de Suecia 3-0 en el último partido de ronda regular, el Tri recibió respiración artificial con los goles de Corea que le dieron el pase, únicamente para ser humillados por Brasil en octavos.
A pesar de que algunas células del paciente dieron la pelea como el bronce de Tokio, la realidad es que el futbol mexicano ya estaba invadido del cáncer de la ambición, la ineficiencia y la mediocridad, que de a poco se expandió a otras áreas en el cuerpo del paciente: la femenil mayor, la olímpica y la juvenil menor varonil también fracasaron y confirmaron la metástasis que carcome al futbol, que también ha sido infectado por las dos medidas más absurdas de la liga profesional: la liguilla de 12 y el no descenso.
Para resolver la crisis, voces insisten en reducir los extranjeros, eliminar la multipropiedad, expandir los derechos de televisión del TRI, volver a la Copa América y a la Libertadores, además de regular el mercado de jugadores nacionales para que sus precios sean más atractivos en clubes europeos. Todo ese tratamiento es necesario, por supuesto, pero con los resultados de muchos mundiales pasados esto suena más a usar aspirina para el tumor.
Primero hay que reforzar con muchos entrenadores, nutriólogos y psicólogos las fuerzas básicas para formar, no entrenar, a los que vienen subiendo. Al cáncer se le combate extirpando los tumores y si es necesario, reemplazar con implantes. Lo mismo se tiene que hacer en las juveniles: extirparles los vicios y las deficiencias técnicas tanto como arrancarlos de mentalidades alucines -entendido esto como la irresponsabilidad de carácter, falta de compromiso y de fortaleza mental- que a la larga los llevan al fracaso deportivo. El futbol mexicano ha dado buenos jugadores que tomaron malas decisiones personales y profesionales que los dejaron a la orilla de la excelencia, como pasó con el “Gullit” Peña entre muchos más.
Los modelos de desarrollo deportivo de hoy primero hacen atletas y después los especializan en un deporte. Por eso los jóvenes brillan en selecciones de élite, porque tienen la capacidad física y la memoria muscular para aprender y potenciar las técnicas.
En México se trata de cambiar la mentalidad a la par de la capacidad de los que van a jugar mundiales que quizá algunos ya no alcanzaremos a ver, porque como en la medicina, la paciencia, la constancia y la disciplina son claves para sanar.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y cuenta con maestrías en las Universidades de Toronto y York. 30 años de experiencia en periodismo, premiado en Estados Unidos y Canadá, y coautor de dos libros.
@Najera13