En coincidencia con el 38 aniversario de la medalla de oro del marchista Raúl González “El Matemático”, alcanzada el 11 de agosto de 1984 en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, me enteré de dos situaciones que me parecen absolutamente injustas.
Ambas tienen que ver con los únicos dos andarines de Nuevo León que han ganado preseas doradas, Raúl González en los 50 kilómetros en 1984, y la obtenida por Daniel Bautista ocho años atrás, en Montreal 1976, en la competencia de 20 kilómetros.
Como dato extra, además de las hazañas doradas de Daniel y Raúl, la tercera presea de ese metal que el atletismo mexicano ha logrado en 98 años de asistencia de México a unos Juegos Olímpicos fue la de Ernesto Canto en Los Ángeles en los 20 kilómetros.
De esas situaciones que solamente pasan en México, de la boca del mismo Raúl me enteré hace días que en 1992 él y Daniel perdieron un tipo de pensión vitalicia que tenían del gobierno desde 1978, hasta que Sócrates Rizzo García, en 1992, se las cortó de tajo.
Héroes olímpicos, patrimonio y ejemplo para millones de mexicanos en un país donde -en casi un siglo- solamente hemos obtenido 13 medallas de oro, desde que supe de esta injusticia me he estado preguntando: ¿qué hicieron los marchistas para que un gobernador los humillara?, ¿y los diputados de Nuevo León de ese entonces no salieran a defenderlos?
La semana anterior, cuando escribí este editorial, una nota del periodista deportivo Erick Rodríguez había sacudido literalmente a los nuevoleoneses que la leyeron: Daniel Bautista trabaja como encargado de una cantina en el Centro de Monterrey.
El 12 de agosto invité a Raúl al estudio de Hora Cero y fue obligado preguntarle sobre el trabajo que desempaña en un tradicional bar su compañero de equipo en los Juegos Olímpicos de Múnich 72, Montreal 76 y Moscú 80, aclarando que es un oficio digno para no avergonzarse.
—Raúl, has sido dirigente nacional y estatal del deporte, y del beisbol en México; entrenador de marcha y comentarista deportivo; has recibido medallas al mérito ciudadano y deportivo, pero ¿hay algo te debe Nuevo León?, ¿y qué opinas de que Daniel Bautista esté trabajando atrás de la barra de una cantina?
Con su respuesta, el doble medallista en Los Ángeles me dejó casi mudo: “Es injusto que Daniel y yo no tengamos ni pensión ni trabajo, cuando todavía podemos dar mucho a nuestros 70 años”.
Antes de esa declaración podía jurar que los dos marchistas tenían una pensión de por vida, bien merecida, inobjetable e intocable, como sucede en otros países que honran a sus héroes olímpicos. ¡Pero noooooooo!
Al mismo tiempo platicando con don José Maiz García, presidente de los Sultanes de Monterrey, me confió que los Niños Campeones de Williamsport de 1957 (y quiero creer que los de 1958), esas dos generaciones a las cuales él pertenece, tienen una pensión vitalicia de actualmente 3 mil 700 pesos mensuales.
“Cuando Fernando Elizondo (2003) estuvo de gobernador se la pedí. A todos se las dio pero a mí no -¡y qué bueno!- diciéndome que yo no tenía necesidad. Tenía razón. Le propuse que mi pensión fuera a un fideicomiso para ayudar a quien tuviera necesidad como ahorita Ángel Macías (internado en un asilo), pero no quiso”, recordó don Pepe.
Raúl recuerda con emoción el 16 de agosto de 1984 cuando llegó al Aeropuerto Internacional de Monterrey con las medallas de oro y plata colgadas en su pecho.
“Había como cinco mil personas para recibirme al salir del avión. Don Alfonso Martínez Domínguez (entonces gobernador) mandó a Romeo Flores Caballero (secretario de Educación, Cultura y Deportes) a la Ciudad de México para recibirme llegando de Los Ángeles y para acompañarme a Monterrey”, dice Raúl.
En el trayecto del aeropuerto hacia la Macroplaza miles y miles de personas fueron para aplaudirle. Salieron de sus casas y esperaron pacientes por horas en la avenida Miguel Alemán, mientras frente a Palacio de Gobierno se había instalado un templete para llevar a cabo el recibimiento y homenaje al andarín originario del municipio de China.
Ocho años antes Daniel Bautista experimentó algo parecido, cuando ese hombre de tez morena de baja estatura, agente de Tránsito de Guadalupe, se había colgado el metal dorado en Montreal 76. La primera medalla de oro que daba la marcha a México.
Esta injusticia contra Daniel y Raúl me recuerdan Italia, donde personalidades de la literatura, la ciencia, las artes, los negocios y la industria que han trascendido en el mundo, poniendo en alto el nombre del país, son nombrados parlamentarios de por vida.
Me viene a la mente el nombre de “senatore a vita” como Gianni Agnelli, quien fue por muchos años presidente de la FIAT-Ferrari, mundialmente conocido por las competencias de automovilismo de Fórmula 1.
Cuando a la fecha se discute la reforma electoral en México propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ¿por qué no modificar las leyes federales y estatales en esa materia para tener en los congresos figuras vitalicias más como Daniel y Raúl?
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