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Cuando mi primogénita nació, una abundante cabellera cubría su pequeña cabecita, sus mechones ondulados fueron creciendo sin parar y en poco tiempo lucía casi como el Tío Cosa, aunque algunos más benevolentes le decían Rapunzel.
Su cabello estaba tan sano y tan bonito que jamás se lo corté y así llegó a preescolar con una enorme trenza que sobrepasaba sus caderas, así que llegó el tiempo de quitarle algunos centímetros.
Gracias a mi labor reporteril supe sobre la Red de Emergencias Reynosa A.C. y su labor en la que promueven la donación de cabello para la elaboración de pelucas oncológicas, con las que beneficiaban a pacientes que en su lucha contra el cáncer han perdido su cabello.
Le expliqué a mi hija que se lo cortaríamos un poco para que su cabecita descansara y que además, serviría para alguna niña que ya no tenía porque estaba enfermita.
Ella se emocionó mucho, me preguntó como se llamaba ella y le dije que no sabía, pero que en cuanto lo supiera se lo diría.
Cortamos su trenza y la entregamos a la red junto con una fotografía del momento, en donde la sonrisa de mi hija y su felicidad por esa niña que no conocíamos era evidente.
Pasó el tiempo y su cabello fue creciendo rápidamente hasta que un día recibimos la noticia de que, finalmente la beneficiaria de la peluca oncológica tenía rostro y nombre: la pequeña Valeria, una guerrera en la que su belleza resaltaría aún más.
“¿Recuerdas que cuando te cortaron el cabello te dije que se lo daríamos a una niña porque ella no tenía?”, le comenté a mi hija que con una enorme sonrisa respondió que sí y yo, con un nudo en la garganta y lágrimas de emoción como buena chillona que soy le mostré las fotografías.
“Mira mi amor, se llama Valeria y ese es tu cabello, ahora lo tendrá ella y cuando tu trenza esté larga otra vez se la vamos a regalar a otra niña”, le comenté.
La inocencia y bondad de los niños es tal que los hace alegrarse por la felicidad de otros, aunque a veces, ni si quiera los conozcan; y la noble labor de la Red de Emergencias Reynosa contribuye a tener una buena salud emocional y una autoestima fuerte para ganar la batalla contra esta terrible enfermedad.
VIOLENCIA ES VIOLENCIA
¿Qué tienen en común un baile de graduación y un estacionamiento? La violencia que prevalece en ellos.
Hace unos días se viralizó el video de un hombre con un cuchillo encajado en la cabeza, increíblemente, por la disputa de un cajón de estacionamiento.
La sangre brotaba de su rostro
La otra escena se desarrolla en alguna escuela de este país, donde una pareja de niños bailan junto a sus compañeros ante la mirada de los adultos.
La niña parece equivocarse en la coreografía y su compañero de baile la jalonea, la zarandea, la aprieta bruscamente y finalmente, le propina un puñetazo en la cara, ella se defiende y él le regresa otros dos.
Aparece una mujer y en lugar de reconfortar a la niña también la jalonea y la obliga a continuar bailando, otra llega por el niño y lo saca de la pista.
Seguramente el hombre que atacó a otro con un cuchillo fue un niño como el que golpeó a la pequeña: violento, grosero y mal educado.
Está de más decir que, la mejor enseñanza es el ejemplo, si papá o mamá insultan, golpean, agreden o denigran, el niño tiene muchísimas posibilidades de hacerlo también.
No esperemos a que nuestro hijo el día de mañana que sea un adulto le encaje un cuchillo a otro por un cajón de estacionamiento, o que golpee a su compañerita de la escuela porque no hizo lo que él quiso, corrijámoslo el día de hoy desde que nos diga una mala palabra, un mal gesto o un ademán inapropiado. v