
Faltaba la confirmación. Pero ya está aquí. Y aunque duela en el alma –o precisamente porque duele en el alma– hay que subrayar el pobre nivel de maestros que aspiran a ser docentes en el nivel de educación media, tal como ocurre en educación básica. No se trata de hacer leña del árbol caído, sino de taladrar la conciencia de la sociedad acerca de lo que representa la carrera docente para sacar a México del atraso cultural.
Porque es la sociedad en su conjunto la que debe empujar a los gobiernos no solamente a estar llenando de dinero un barril sin fondo, sino a buscar remedio a tan flagrante mal por las consecuencias desastrosas que acarrea no programar cursos remediales para los maestros reprobados.
No se trata de alardear, como lo hace el presidente Enrique Peña Nieto, de los 7 mil 500 millones de pesos que invertirá su administración para mejorar las condiciones de 20 mil escuelas, sino de ir al fondo del problema, que es el de la formación de los docentes.
Es cierto que es difícil obtener buenos resultados educativos en instalaciones deplorables y con una infraestructura deprimente, pero tampoco los edificios hermosos y las aulas inteligentes con recursos tecnológicos soflameros son garantía de que saldrán de ahí alumnos inteligentes, si no tienen maestros inteligentes o cultos, trabajadores y dedicados, a los que por lo menos les interese la lectura.
Ambos factores deben de ir a la par, porque de otra manera se vuelve dinero tirado a la basura, como lo ha demostrado “Mexicanos Primeros” con su medición de la corrupción en el sistema educativo mexicano, empezando por el despilfarro en el área sindical y en las aberrantes organizaciones que maneja la CNTE, principalmente en Oaxaca, donde lo menos que dan estos “mentores” es buen ejemplo con sus actos vandálicos y delictivos, a pesar de que puedan tener razón en sus demandas.
La situación se torna crítica si atendemos el informe de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a nivel federal, pues reconoce también que andan muy mal los aspirantes a plazas docentes en la educación media, como ya ocurrió con muchos de educación básica, calificando a miles como “no idóneos”.
“Desafortunadamente, en el caso de la educación media, en algunas asignaturas y en algunos planteles no será posible cubrir esas posiciones porque no hay docentes que tengan el perfil idóneo para hacerlo”, ha dicho Rodolfo Tuirán, subsecretario de Educación Media Superior.
En el área de bachillerato, donde se pusieron a concurso 455 plazas de directores, en 155 posiciones no hay aspirantes idóneos. Es decir, los que acudieron no dan el ancho. No tienen el perfil. Y creemos nosotros que no tienen el perfil sencillamente porque tienen vocación magisterial. Muchos van por el apetito del dinero sin importar lo que aporten de conocimiento.
Pero con mucha tristeza también hay que aceptar que andamos en las mismas a nivel educación superior, sobre todo porque en las universidades públicas se mezcla la politiquería y la grilla con el espíritu académico, y cualquier pelafustán puede ostentar títulos sin ningún mérito e inclusive llegar a posiciones directivas o alcanzar estatus de funcionario gubernamental.
Y en muchas instituciones privadas, aun cuando tengan el registro de validez oficial (REVOE), encontramos una pobreza absoluta de rigor escolar, pues hay un buen número de ellas que ponen su mirada en la ganancia económica antes que en la formación integral.
No hay un examen que demuestre el nivel real de cada “catedrático” en su área, pero sí hay evidencias continuas de la irresponsabilidad con que se tolera a tantos “aviadores” y de la facilidad con que cualquiera puede acceder a dar clases por el solo hecho de presentar una recomendación “especial”, aun cuando jamás en su vida hayan practicado lo que van a enseñar. Es decir, son unos fracasados de la vida empresarial que encuentran acomodo, con esa recomendación “especial”, en el ámbito universitario.
Ya es hora de que las universidades públicas dejen de imponer a los directivos con la careta de una pseudodemocracia, que ni a eso llega, porque los compromisos “electorales” luego los pagan los alumnos con docentes que en lugar de ir a dar clases van a dar lástima. No importa que atrás de esa imposición o de un “candidato de unidad” haya la buena intención de no desestabilizar una escuela.
Y es hora de dejar de ver a los alumnos como clientes, cobrándoles por todo, e inventando cursos para sangrarlos económicamente, e inclusive negándoles becas de cuota interna en primer semestre a quienes la misma universidad protege en su inscripción, al comprobar sus necesidades apremiantes con tal de que sigan estudiando.
Ya es hora de que se note menos voracidad de directores y secuaces en el manejo de los recursos, pero también es hora de optar por la calidad y no la recomendación que, si ésta no existiera, echarían de patitas a la calle a los que sólo buscan las prestaciones de ley y la planta laboral con tal desparpajo y cinismo, que les importa muy poco la secuela que dejan de su mal comportamiento en las aulas.
Hay que insistir hasta el cansancio que lo más importante en el portafolio de los maestros y profesores y en la mochila de los escolares es la MOTIVACIÓN basada en el principio básico de la vida: “SÓLO SE APRENDE AQUELLO QUE SE AMA”.
Por tanto, para sumar conocimiento, es deber del docente salir de la rutina mental o de la memorización tradicional y aplicar en su metodología EL PRINCIPIO DEL PLACER para no aburrir a los estudiantes en el aula, auxiliándose de la emoción primaria que todos llevamos dentro; también del deporte o el entretenimiento, de la sorpresa y de la experimentación o la práctica de ejercicios en la realidad que tanto aconseja la neurociencia moderna.
Hay que hacer memorable toda lección o toda materia de un curso, porque solamente así lo aprendido se queda para siempre, que es lo que verdaderamente busca un auténtico maestro y un dedicado profesor que es auxiliar, además, de la educación integral que empieza en el hogar con el ejemplo de los papás y adultos que conviven con los alumnos.