
Mala semilla no puede dar buenos frutos. Y eso lo saben los hombres de campo cuando no hay riqueza en las cosechas, pero también los padres de familia cuando los hijos crecen torcidos en su conducta.
Si no hay buenos fundamentos para el crecimiento integral del ser humano, no pidamos que éste se comporte acorde a las expectativas de una sociedad ordenada. La columna vertebral de un edificio es el que sostiene su armazón y asegura su futuro libre de fisuras y de riesgos de desmoronamiento.
Por eso, ¿cómo queremos que el sistema educativo en México dé frutos óptimos si su estructura está tan débil que con cualquier ventarrón se puede derrumbar? ¿Cómo queremos que haya buenos alumnos si hay una inmensa mayoría de maestros mediocres que también han sido víctimas del sistema y de otros maestros pervertidos en el proceso enseñanza-aprendizaje?
Duele en el alma tener tan poca calidad y pasión entre quienes se dedican a dar clases en todos los niveles, incluido el universitario y de maestrías, que por eso los medios masivos de información de inmediato destacan los llamados “prietitos en el arroz” o “garbanzos de a libra” al referirse a docentes y estudiantes con méritos sobresalientes, porque se trata de excepciones y no de una regla común.
Si todas las escuelas estuvieran a la altura de las exigencias, igual que la mayoría de los profesores y profesoras e investigadores de estudios superiores, los resultados en los alumnos brillantes no llamarían tanto la atención porque se volvería repetitivos a tal grado que dejarían de ser noticia.
Pero la realidad está ahí. Palpable. Evidente. Tanto, que valida el dicho que afirma: “de tal palo, tal astilla”. Y de maestros mediocres no pueden más que salir alumnos mediocres, salvo contadas excepciones. Simplemente la mala semilla no puede dar buenos frutos.
Dígalo, si no, la información oficial del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que el 4 de agosto dio a conocer los resultados del examen aplicado a 130 mil 503 aspirantes a ocupar una plaza docente: “reprobó el 60 por ciento”.
Calificados como no idóneos, los 79 mil 32 sustentantes no tienen más que mirar hacia atrás y reclamar al sistema educativo del que les tocó ser parte, así como lamentar la mala formación que recibieron de sus maestros, o también, quizá, el poco interés que ellos mismos le pusieron a su futuro profesional dedicándose a “hacerse la perra” o a buscar en la corrupción su fácil pase de curso en curso.
Hablar de 79 mil 32 reprobados pinta de cuerpo entero el estado de cosas en que nos hallamos respecto a la educación en México, al grado de que urge un remedio vital, sobre todo si atendemos los nombres de los estados de la República donde abunda la mediocridad en este rubro: Chiapas, Tabasco, Guerrero, Campeche y Michoacán.
Ahí, en esos enclaves de la llamada coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), es impostergable extirpar el cáncer de la politiquería y de la grilla entre los grupos de poder que afectan el sistema educativo, a fin de que no hacer víctimas a más niños y adolescentes de la pobreza de recursos humanos en las aulas
Sin embargo, el INEE sólo hace referencia a la lacra que representan los que desean estar frente a grupo en primaria y secundaria, pero no señala el pésimo desarrollo académico del numeroso grupo que ya está impartiendo clases en el nivel básico, ni toca con el pétalo de una rosa a tantos “buenosparanada” que pululan en las preparatorias y en las universidades donde cualquiera puede llamarse “catedrático” aunque no sepa ni dar el tono de una rebuznada.
Hay que ser atrevidos para seguir insistiendo en una auténtica mejoría académica desde la base, pero sin dejar de evaluar también a muchos que llegan a la docencia superior solamente por recomendaciones de directores chafas, políticos oportunistas y funcionarios universitarios enquistados en la burocracia cercana a los rectores. De otra manera seguirán ganando la batalla los “aviadores” y los irresponsables que apenas ven pasar al prefecto por su salón de clases, a los pocos minutos abandonan a los alumnos, y, peor, aquellos que nada más van a aplicar examen al final del curso.
El grito de “Ya basta” contra la inseguridad hay que extenderlo al sistema educativo en México. Sí, porque la mala semilla no puede jamás dar frutos buenos.