En un principio la publicación me hizo dudar de su veracidad, después de todo la idea es tan ridícula que no creí que fuera cierto.
Alguien estaba convocando a lo que llamaron: “un proyecto de turismo social”, que consistía, básicamente, en tours guiados por las calles del Cerro de la Campana y la colonia Altamira, dos de los más reconocidos “barrios bravos” de la ciudad de Monterrey.
“Te invitamos a ser parte de este proyecto de turismo social en Campana-Altamira”, “¡Regístrate! Empezamos en septiembre”, decía el anuncio de una organización llamada Campana-Altamira que -y eso hay que decirlo-, promueve proyectos sociales en esta zona con el apoyo del gobierno municipal y estatal además de empresas como Cemex y el Tecnológico de Monterrey.
Obviamente la publicación ofendió a muchas personas, especialmente a quienes integran organizaciones defensoras de los barrios de Monterrey, constantemente amenazados por las andanadas gentrificadoras de un grupo de inversionistas rapaces.
Lo que molestó a estos grupos -y coincido con ellos-, es el intento por convertir las formas de vida de los residentes de estos barrios en “mercancía exótica”, una “atracción turística”.
Sin embargo los activistas llevaron las cosas más allá y señalaron algo que, debo de decir, me ofendió más: todos los proyectos de apoyo social que se han realizado en la zona, no son más que una estrategia para ganar la confianza de los vecinos y evitar sus protestas conforme avance el desarrollo de la verdadera meta en el área: la construcción de un complejo habitacional de 14 torres.
El proyecto fue exhibido en un medio especializado del sector inmobiliario, de ésos en los que hay que pagar para ver sus contenidos; donde se muestra la proyección de cómo se verían estos departamentos de lujo en una zona donde actualmente hay viviendas populares.
Este no es más que un ejemplo de los embates que grupos con un enorme poder económico han realizado para intentar apropiarse de polígonos en colonias como la Independencia, Tanques y hasta los Condominios Constitución.
La idea es sencilla. Tumbar todo y levantar torres con departamentos que, hay que decirlo, sólo servirán para que algunas personas con el suficiente poder económico los compren para ponerlos a la renta en sitios como Airbnb.
Que conste, no estoy en contra del desarrollo de estos proyectos. Si alguien quiere pagar cuatro millones de pesos por un departamentito de 10 por 20 muy su problema y muy su dinero.
De lo que estoy en contra, es cómo estos zopilotes se están haciendo de los predios para construir esas torres que nos venden como la solución al problema de vivienda en Monterrey, pero en realidad serán un enorme conflicto para la dotación de servicios básicos.
¿Acaso nadie se ha puesto a pensar cómo le vamos a hacer para dotar de agua y drenaje a 25 departamentos construidos donde antes había una sola casa?
Lo más preocupante es que la actuación de las autoridades hace sospechar que hay un tipo de apoyo a estas ideas gentrificadoras y de despojo.
Tomemos el ejemplo de los Condominios Constitución, un predio que desde antes es el anhelo de muchos desarrolladores quienes le venderían su alma al Diablo para quedarse con él y levantar sus complejos de lujo.
Desde hace años los vecinos de esta zona han denunciado el abandono oficial en temas tan básicos como la recolección de basura, seguridad pública, mantenimiento de las áreas comunes.
Es cierto, quienes ahí viven lo hacen bajo el esquema de condominio y tienen responsabilidad en cuidar su espacio, pero eso lo aprovechan las autoridades para hacer como que la Virgen les habla y dejar crecer los problemas.
¿Y qué pasa con esto?, que la zona pierde plusvalía, la gente prefiere irse a otros lugares y venden sus propiedades a precios de remate. Capítulo uno del libro de texto de la gentrificación.
Y no… estos zopilotes no quieren ayudar a la gente, no van a pagar precios justos y son capaces de torcer la ley para armar una expropiación que mande a la gente a la calle. Lo acaban de demostrar en San Pedro con la ampliación de la avenida Vasconcelos.
El vuelo de los zopilotes sobre Monterrey es sordo, sus acciones lentas y programadas. Si algo tienen es mucha paciencia, gracias a que cuentan con el dinero para sobrevivir durante lustros bajo tierra o volando silenciosos sobre el cielo de Nuevo León.
Pero no se equivoquen, ahí están, apostando a que los barrios se van a cansar de su defensa de su espacio o que, en un futuro, van a encontrar al eslabón más débil y más corrupto en estos grupos para corromperlos y reventar el movimiento.
Esta es una guerra secreta entre quienes van a dar su vida por su patrimonio y quienes están podridos en dinero… pero siempre quieren más.