
¿Cómo lograr el crecimiento al mismo tiempo que la inseguridad pública tenga un decrecimiento?
¿Cómo lograr sumar a los millones de mexicanos que no votaron por su proyecto?
¿Cómo lograr dejar claro que su proyecto educativo y transformador va en serio sin importar que se atraviesen los Carlos Romero Deschamps o las Elba Esther Gordillo?
Más que los ¿qué?, los ¿cómo?
Estos últimos son los que cobran relevancia en el nuevo Gobierno de la República que recién inicia, y aunque el Gabinete que acompañará a Enrique Peña Nieto al frente de México conjuga juventud con experiencia, es una realidad que los retos que enfrentará son, por lo menos, colosales.
Nadie duda que Peña Nieto tiene fija la vista en dos compromisos básicos: Lograr que México crezca arriba de siete por ciento, al tiempo de abatir drásticamente las muertes registradas en la peor crisis de inseguridad púbica de México en su historia.
El PRI debe tener claro que no es lo mismo gobernar México de 1929 al 2000, que hacerlo de 2012 al 2018; y aunque muchos se mofan de su triunfo y aseguran que México regresa al pasado, la verdad es que las circunstancias y la sociedad mexicana actuales son totalmente diferentes.
Vaya, lograr que conforme avance su gobierno, México parezca más un motor que empuje la economía mundial, que un campo de batalla en donde hasta la fecha han muerto más de 65 mil mexicanos en una guerra sin cuartel entre grupos criminales.
La edad del nuevo Presidente de México, 46 años, es quizá una de las grandes fortalezas que sus simpatizantes ven en él; al contar con la energía y claridad mental para tomar decisiones trascendentales, a la par de contar con un equipo de trabajo integrado por seis ex gobernadores y varios ex secretarios de Estado; la fórmula pareciera la correcta para conducir la nave a buen puerto.
No obstante, sus malquerientes, que créame, son muchos y muy peligrosos, no vacilarán ni un segundo en mandarle una gran cantidad de “buscapiés” que harán que los enfrentamientos registrados en la Ciudad de México el sábado pasado parecerán juegos de niños.
Sabedor de que las exigencias nacionales en el Siglo XXI son de “grueso calibre”, el Presidente ya se comprometió a sacar adelante las grandes reformas estructurales que México demanda, independientemente de actuar para reducir los “cotos” políticos y los grupos de poder fácticos, redireccionando la tarea de gobierno hacia la cultura de la legalidad.
Reformas para elevar la capacidad tributaria y disponer recursos para el desarrollo de la infraestructura, modificar leyes que limitan la participación de los capitales privados en áreas energéticas para detonar la generación de empleos remunerados, abatir los grandes rezagos en el tema educativo, son algunas de las áreas de oportunidad, además del sufrido tema de la inseguridad.
Esta chamba no será nada fácil, porque al menos los ex presidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón lo intentaron con resultados marginales.
Afortunadamente para México, parece que la inseguridad comienza a darnos un respiro y la tremenda máquina en que se había convertido China empieza a dar señales de que ocupa una reparación mayor, colocando a nuestra nación en condiciones importantes para competir en rubros como la producción de vehículos, electrodomésticos y la industria aeroespacial.
Por así decirlo; México ya tiene casi lista la nave espacial para salir a la estratósfera, solo falta que los inquilinos de San Lázaro terminen la plataforma para su lanzamiento, aprobando las reformas necesarias que nos lleven del “círculo vicioso, al círculo virtuoso”.
¿Las buenas noticias?
La reaparición de la ex candidata panista Josefina Vázquez Mota en la Toma de Protesta, y el mensaje conciliador de su bancada para que, sin que signifique entregar un “cheque en blanco”, al menos dialogar y dialogar para lograr acuerdos; así como el Pacto firmado el lunes en el Castillo de Chapultepec entre el Presidente Peña y los líderes del PRI, PAN e inclusive el PRD.
Es un hecho que en el Congreso, de una forma u otra, el PRI, Partido Verde y el PAN lograrán sinergias y los votos necesarios para sacar adelante las Reformas Constitucionales Estructurales que tanto urgen a la nación.
Además, todo indica que Enrique Peña Nieto y Barack Obama tienen más coincidencias que divergencias, fortalecido por el renovado enfoque hacia los hispanos en la Unión Americana ante el incremento en su influencia electoral y de grupo de poder.
Vaya, parece que al fin la República respira; o como dicen los esotéricos, los astros y los caracoles se alinean para beneficio de México.
¿Y el señor López Obrador?
Igual que siempre…
¡Tirando la piedra y escondiendo la mano!
Muchas gracias.