
Ya hemos señalado cómo México vivió una época dorada respecto a la economía y finanzas, pues no solamente lo “macro” apantallaba sino que lo “micro” hizo que los beneficios del dinero llegara a los bolsillos de la gente y que los más pobres alentaran esperanzas de progreso. Fue el periodo de 12 años conocido como el “milagro mexicano”.
México, entonces, pudo crecer con justicia social y visión de futuro, pues su ritmo a tasa sostenida de 6.5 por ciento se combinó con el nivel de inflación más bajo de Latinoamérica y un incremento al salario real de un 6.4 por ciento.
Fue un tiempo en que México diseñó y ejecutó un original y exitoso modelo de desarrollo, acorde con el proyecto social de la Constitución de 1917, que después no hemos vuelto a ver jamás desde que los dos peores presidentes de nuestro país echaron a perder tan positivo plan, primero con el populismo ramplón de ambos amigos y luego con la pestilente corrupción de que hicieron gala en su respectivo gobierno cada uno.
Luis Echeverría Álvarez, de 1970 a 1976, y José López Portillo, de 1976 a 1983, han dejado el más amargo recuerdo de su gestión no solamente en lo económico, sino en muchos otros aspectos dela vida nacional, pues el primero de ellos recibió la banda presidencial con una inflación de 4.6 por ciento en 1970 pero al final de su mandato ésta ya era de 20.7 por ciento.
Pero su sucesor, al recibirla con ese 20.7 por ciento no tuvo empacho en llevarla en 1982 a un escandaloso 98.9 por ciento, al grado de que Miguel de la Madrid temía que México se desmoronara en sus manos y finalmente nada pudo hacer por frenar el desastre que en 1987 ubicó la inflación en 159 por ciento y al término de su gestión en 1988 la entregó a Carlos Salinas de Gortari en 51.7 por ciento.
Son números elocuentes que no dejan lugar a dudas de que los peores presidentes del PRI que ha tenido México son Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo quienes, además, endeudaron al país en una forma suicida, ya que el primero de ellos subió la deuda pública externa de 4 mil 202.8 millones de dólares en 1970 a 19 mil 600.2 millones de dólares en 1976.
López Portillo, por su parte, la llevó a 58 mil 874.2 millones de dólares en 1982, lo que originó una crisis bárbara que durante décadas asfixió al país, echando por la borda el dulce sabor de aquellos 12 años en que el pueblo-pueblo se sentía afortunado con el manejo de las finanzas desde el Palacio Nacional, y porque no había angustia alguna por la inseguridad, aunque con el sabor amargo de la tiranía política y la falta de libertad para alzar la voz en los medios de comunicación.
Sin embargo, hoy gozamos de amplia apertura en manifestaciones y discursos, pero nos está llevando el tren con una deuda de 42 mil millones de dólares del actual gobierno ¡en un solo año!, que pone a Peña Nieto a la par que sus colegas Echeverría y López Portillo, en tanto que el recuerdo del ministro de Finanzas del periodo estabilizador, Ortiz Mena, aplasta con su sombra al actual secretario de Hacienda Luis Videgaray.
Cuidado con el manejo del dinero público, habría que decirle al gobierno de hoy que trata de compensar la caída en los precios internacionales del petróleo endeudándose a lo loco, como Echeverría y López Portillo, con el fin de tener buenos ingresos en el 2015, sin importarle el endeudamiento neto por 595 mil millones de pesos mexicanos. Algo así como si un padre de familia permitiera que sus hijos gastaran más de lo que él gana al fin que para eso están las tarjetas de crédito, llamado también “dinero plástico”.
Apenas se puede creer que Peña Nieto, Videgaray y los “representantes populares” que les permiten estos desajustes de las finanzas públicas no hayan aprendido la lección del desastre que nos dejaron los peores presidentes que ha tenido México y cuyo recuerdo apesta, cuando regresamos la memoria a esos tiempos en que ya nos andaba por tanta confusión social y porque no nos alcanzaba la lana para lo indispensable, a pesar de que casi todos éramos “millonarios” por la hiperinflación, que hacía que esos millones no nos alcanzara para nada por lo elevado de los precios de los productos y artículos en general.
También hay que restregarles a Peña Nieto y a Videgaray que las ilusiones que nos están tratando de sembrar con las reformas estructurales se opacan con las noticias de del Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial que ubica a México en el lugar 71 como atracción de inversión extranjera, cayendo abruptamente desde el lugar 55 del año pasado.
Así es que como pueblo debemos ser muy cautos para creer en el “País de las Maravillas” que nos están pintando estos gobernantes tan duchos como políticos para engañar a las masas en busca de votos a favor de su partido y del sistema dominante en que crecieron.