Don Eugenio Garza Sada fue asesinado el 17 de septiembre de 1973 y a las primeras de cambio cundió la división en el entonces poderoso Grupo Monterrey. Eugenio Garza Lagüera se quedó como cabeza del que llegaría a ser Grupo VISA (hoy FEMSA), mientras que Bernardo Garza Sada pasó a fundar el Grupo Alfa en 1974.
La imagen de unidad y de fuerza de los empresarios regiomontanos decayó con la muerte de don Eugenio Garza Sada, símbolo de la Cervecería Cuauhtémoc, por lo cual su hermano Roberto Garza Sada se convirtió entonces en emblema de la industria del acero, con HYLSA como filón de oro en la producción de una materia prima tan necesaria para la fabricación de autos, estufas, refrigeradores, pero principalmente de varilla para construcción.
Todavía más: al separarse las empresas del entonces Grupo Monterrey, la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa, fundada en marzo de 1918, se quedó sin miles de socios quienes fueron acogidos en Nova, en la colonia Cuauhtémoc, con los mismos beneficios de enorme trascendencia para ellos y sus familias.
Sin embargo, por esas fechas de 1976 se puso de moda un término que después tendría carta de ciudadanía en el mundo laboral: el pirateo de personal. Es decir, la contratación de ejecutivos, empleados y trabajadores en general del llamado Grupo Cervecería o VISA, por parte de Alfa y de Nova.
El “gancho”, obviamente, eran los sueldos. Mejores sueldos, hasta en un 100 por ciento en algunos casos, fueron el atractivo que dieron vida al verbo piratear. La conquista de talento y mano de obra valiosa y con experiencia por la vía más contundente: la remuneración económica.
Fue así como la gente de Alfa y de Nova empezó a manifestar un aire de superioridad y a sentirse supervalorada y con el orgullo a flor de piel por pertenecer a una casta nueva a la que Bernardo Garza Sada, el ingeniero, trataba de impulsar con una imagen de exclusividad rayana en la soberbia regiomontana.
Por su parte, el Grupo Cervecería, con los hermanos Garza Lagüera (Eugenio y Alejandro), de inmediato reaccionaron y le pidieron a Alberto Valdés Chabre, José Emilio Amores y Sergio Valdés Flaquer que se avocaran a un estudio para no seguir perdiendo terreno en la retención de su personal más calificado, siempre en la mira del Grupo Alfa y de Nova.
Y ante el resultado manifiesto (mejores sueldos), dado a conocer por el Ing. Alejandro Torres, del área de Relaciones Industriales, la respuesta de los líderes empresariales, herederos de don Eugenio, fue simple: “A competir con los primos con mejores sueldos, pero con mucho cuidado”.
La moraleja de esta historia hoy puede servir a quienes tratan de elevar el salario mínimo en México, por decreto, y no mediante el impulso de la productividad. Porque cuando la percepción económica se dispara por mero populismo o demagogia, deja complacido al que se beneficia de tal medida, aunque a la larga sufra después las consecuencias.
Y es que a la par que los sueldos atractivos para los “pirateados”, Grupo Alfa fincó su expansión y diversificación mediante la adquisición de empresas a través de préstamos nacionales y extranjeros cuyos intereses se incrementaron hasta 32 por ciento en 1981, conforme al deslizamiento de la paridad cambiaria con respecto al dólar norteamericano.
Esto impactó enormemente el flujo de efectivo, puesto que la mayor parte de la deuda, 72 por ciento del total estaba contraída en moneda extranjera. La devaluación del peso en 60 por ciento en febrero de 1981 aumentó en siete veces el servicio de la deuda, cuyo volumen alcanzó los 2 mil 300 millones de dólares, provocando la desaparición del capital de Alfa.
Parecía que se cumpliría la consigna nacida en el celo de los “cerveceros” que veían sólida a Cuauhtémoc y Famosa y en cambio al referirse a Nova, le hacían una composición muy expresiva: “No va a funcionar”.
Finalmente, para bien de Alfa y de México, el grupo, casi al borde de la quiebra, se mexicanizó en su deuda y recuperó el control accionario el 2 de mayo de 1989 al comprar 220 millones de dólares, lo que le permitió recobrar el 27 por ciento de su capital que estaba en poder de los bancos acreedores.
Por eso hoy Alfa, que luego vendió a Ternium todo lo relacionado con el acero representado por HYLSA, es uno de los grupos más sólidos y en constante expansión, sin olvidar la lección de los años inmediatos a su fundación en 1974. Porque los mejores sueldos deben ir aparejados con la productividad y las compras de empresas han de hacerse de forma razonada.