Los políticos saben la enorme influencia que los medios ejercen en las masas durante los periodos electorales. Y, por más que se diga que los jóvenes se refugian ahora en las nuevas tecnologías, los grupos de poder están ciertos que, en la mayoría de los mexicanos, la televisión y la radio tienen un peso muy significativo para la conformación del cerebro humano a la hora de tomar una decisión final en las urnas.
En otras palabras, la televisión y la radio significan muchos votos. Los jóvenes pueden cambiar, apoyados en la modernidad tecnológica de la comunicación, el rumbo de una elección, como ocurrió en los comicios de Estados Unidos con el primer triunfo de Barack Obama, y con la victoria sorpresiva de la gubernatura de Nuevo León por parte del expriista Jaime Rodríguez Calderón, gracias a los buenos oficios de su publicista Guillermo Rentería, que ató a la red de redes los mensajes y promesas de “El Bronco” y selló su signo de candidato independiente. Pero éstas son excepciones, porque en México hay millones de ciudadanos que no cuentan con acceso a Internet y en muchas poblaciones la infraestructura para conectarse electrónicamente es insuficiente.
Por otra parte, el poder político sabe muy bien que los niveles de educación dejan mucho qué desear en sectores donde se combinan la marginación social y la esperanza en las promesas de los candidatos que los medios electrónicos vuelven más populares con base en la exhibición en programas atractivos para ese medio pobre, donde los votos también cuentan mucho, porque se asocian con la dádiva y la cooptación.
Así es que ni tardos ni perezosos, los que le temen a un cambio de sistema lo primero que hacen es proteger los intereses de las empresas televisoras y radiofónicas para continuar unidos en la visión de futuro para México. Los estudios de mercado señalan que los programas de entretenimiento (la farándula, las telenovelas, la comedia) y de deportes le siguen dando vida y dinero a manos llenas a la tradicional pantalla casera, aunque haya quien sigue la programación en las nuevos equipos tecnológicos. Por tanto, hay que seguir moldeando los criterios políticos con su ayuda.
No nos extrañemos, pues, que las pretensiones de algunos legisladores vayan encaminadas a sostener el engaño al que los medios electrónicos recurren para embobar a los receptores presentando información pagada como si fuera noticia, o entrevistando a candidatos a cargos de elección sin hacer ver que se trata de un espacio pagado por el interesado. Y pagado con dinero del pueblo, no de su bolsillo, como lo han hecho algunos gobernadores al patrocinar inclusive horas enteras de entretenimiento de Televisa y TV Azteca para resaltar su propia imagen favorable y los “logros” de su gestión.
Por eso el 5 de abril pasado los partidos aliados de estos medios aprobaron una iniciativa contra la Ley Federal de Comunicaciones y Radiodifusión, con el fin de quitarle facultades al IFT en lo relativo a la defensa de los derechos de las audiencias, sobre todo para permitir a los concesionarios vender espacios de opinión o de promoción sin la obligación de distinguir uno y otro ante los ciudadanos.
O sea, quedaron bien con el presidente Enrique Peña Nieto y su controversia constitucional promovida casi al mismo tiempo que la del Senado de la República, y se fueron por la línea que les marcaron los cabilderos de las poderosas empresas, principalmente de Emilio Azcárraga Jean, Ricardo Salinas Pliego y ahora los Vázquez Riaña y Vázquez Aldair. Éstos se salieron con la suya y volvieron a hacer creer a los más ingenuos que basta con la “autorregulación” y que su ética es más que suficiente para esperar de ellos una buena conducta, pero jamás a costa de dejar de engañar al público y ganar dinerales con la venta de publicidad y propaganda ofreciéndola con un mentiroso marco noticioso.
¡Ah!, y se sienten felices de que en México no vuelva a aparecer una amenaza de censura y que siga incólume la libertad de expresión. Y que el IFT se vaya al diablo con sus iniciativas, sobre todo en época de elecciones en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, pero más que nunca en vísperas de los comicios presidenciales del 2018 que representan una ocasión inmejorable para jugar con las audiencias a que adivinen qué es pagado y qué no, y para obtener una buenísima tajada de billetes de los políticos ansiosos de captar votos a como dé lugar. En México los medios más influyentes mandan, y punto.