Los encuerdados para algún cargo de elección popular saben que les queda justamente un año para posicionarse en el mercado político rumbo a las elecciones para gobernador de Nuevo León.
Ni más ni menos, ese es el motivo por el cual hoy vemos anuncios publicitarios, entrevistas y panfletos por todas partes disfrazados de informes.
La propaganda política es importante en todos los tiempos de un candidato, pre candidato o simple aspirante a un cargo.
La gente que acompaña al suspirante y las estrategias también tienen su importancia en el proceso previo de las convocatorias y elección de candidatos.
Alguien como las senadoras priistas Ivonne Álvarez, Marcela Guerra o Cristina Díaz lo saben porque cuentan con vasta experiencia electoral.
Igualmente se observa que Margarita Arellanes, quien se sabe popular desde su triunfo como alcaldesa de Monterrey, tiene su propia estrategia para posicionarse entre los electores.
Saben que necesitan desde ya un coordinador de Campaña, alguien que organice al equipo, que dicte instrucciones, que elabore estrategias, que lleve la batuta. Olvídense que un aspirante pueda ser candidato y jefe de su propia campaña.
En los equipos de los aspirantes se necesita gente con carácter propio, que le pueda debatir a su jefe el candidato. No se busquen alguien que los adule o les haga wuana wuana a cada comentario. Esos no sirven.
El candidato debe tener la capacidad de escuchar a su coordinador de Campaña, cuestionarlo, pero no debe tenerlo de mandadero, porque no es su asistente ni su ejecutivo “B”: ve por los cigarros, ve por el portafolio, ve por el auto.
No, el Coordinador de Campaña debe ser responsable de todas las estrategias, es el cerebro, alguien con capacidad, sensibilidad; gente de mucha confianza y amplio criterio para refutar al aspirante cuando éste se equivoque.
Negociador, conocido en los círculos políticos, empresariales y sociales. Alguien de respeto en los medios de comunicación. ¿Qué pasaría si alguien en el equipo se equivoca?
En una campaña no hay tiempo para errores, las decisiones se toman con determinación porque la máxima es el triunfo.
Los tiempos de precampañas sirven para ajustar equipos, para afinar detalles, para aplicar estrategias y para elegir los mejores hombres que irán a la batalla electoral.
La punta de ese equipo es el coordinador de Campaña, es el hombre orquesta, es el hombre fuerte que terminará por llevar al candidato a ganar la contienda o por llevar a su equipo a la derrota.
Sus aspiraciones no deben ser las de ser el candidato. El mejor ejemplo de un buen jefe de Campaña es el actual secretario de Hacienda del Gobierno Federal, Luis Videgaray, quien contra viento y marea llevó a Enrique Peña Nieto a la Presidencia en las elecciones del 2012.
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