
Por temas de trabajo y de mini vacaciones me ausenté de Nuevo León de domingo a domingo para asistir al Mundial de Clubes 2025 que, por vez primera, organizó al FIFA con 32 de los mejores equipos del mundo representando a sus confederaciones.
¿Y por qué no dije “los 32 mejores equipos del mundo”? Porque ni el Barcelona ni el Liverpool, sólo por citar a dos, no clasificaron dejando su lugar al Manchester City, Atlético de Madrid, Chalsea, Bayern Munich y Real Madrid que son parte de la realeza del futbol europeo.
Si algo me llamó la atención al llegar a Los Angeles, y manejar por las autopistas de la metrópoli, es la nula promoción al evento en publicidad en pantallas, panorámicos y pendones abrazados en los postes, y sólo se veían anuncios de Lionel Messi promocionando una cerveza.
En cambio, el ambiente de Mundial de Clubes se notaba en los parques temáticos de Disney y Universal, con cientos de personas presumiendo los jerseys de sus equipos favoritos, así como en tiendas y centros comerciales de Pasadena cercanos al estadio Rose Bowl.
¿Pero sin publicidad cómo fue posible que en los juegos del Paris Saint-Germain contra Atlético de Madrid, y del Inter de Milán y River Plate ante Rayados acudieron entre 53 mil y 80 mil espectadores?
La respuesta es muy sencilla: ante el desaire de la gente a la competencia por los elevados precios de los boletos en el Rose Bowl -el menos valía 80 dólares (mil 600 pesos), la FIFA decidió bajarlos hasta 600 pesos, es decir, 30 dólares en la zona más barata y asoleada.
Así las gradas del Rose Bowl (con capacidad de 89 mil espectadores) lucieron -al menos en el primer juego de los parisinos campeones de la Champions-, como en el Tazón de las Rosas del futbol colegial de Estados Unidos que se disputa cada primer día del año nuevo.
Los Angeles y su metrópoli hicieron un especie de calentamiento con miras al Mundial de Futbol 2026 que albergará algunos partidos en el moderno SoFi Stadium con capacidad para 70 mil espectadores, más cómodo que en el viejo Rose Bowl.
Su ubicación está en Inglewood y es relativamente nuevo pues se construyó apenas en 2020, mientras que el Rose Bowl acaba de rebasar el siglo de haber construido (1922), y fue centro de quejas de los aficionados que, en varios juegos, soportaron sentarse sobre asientos de lámina atrás de las porterías bajo el abrasador sol de mediodía.
Ubicado en una zona boscosa con residencias que cuestan desde el millón hasta cinco y más millones de dólares, la sede del tradicional Tazón de las Rosas fue despedido por la FIFA para hospedar un evento de tal magnitud, como fue la final del Mundial de 1994 cuando Brasil venció a Italia.
A esa zona media de California no hay excusa para que miles de seguidores de los Rayados llegaran vía aérea directamente de Monterrey, o con escalas en Guadalajara o la Ciudad de México con vuelos diarios.
En mi caso, acompañado de mi familia, el itinerario fue parte por aire y otra por tierra, llegando a Tijuana, cruzando por el CBX sin salir del aeropuerto, y rentado un vehículo para manejar por la autopista 5 hacia el norte con destino final en Pasadena.
Es la tercera ocasión que hacemos ese recorrido, pero esta vez fue para estar en un ambiente de esa magnitud y ver no solamente jugar a Rayados, sino a los mejores futbolistas del mundo del Paris Saint-Germain, del subcampeón de la Champions el Inter de Milán, del River Plate y del Botafogo.
¿Que si valió la pena el stress de manejar por autopistas a 30 o menos kilómetros por hora en horas pico, y que agentes de migración (ICE) no nos molestaran si tenían intenciones de deportarnos? La verdad que sí.
En esa semana del 15 al 22 de junio el señor Donald Trump le bajó dos rayitas a la intensidad de las redadas -aunque las hubo-, en la zona de Los Angeles porque iba a manchar el Mundial de Clubes.
Pero la señora del carrito de hot dogs de nombre Susana, originaria de Honduras que cruzó sin papeles la frontera de Estados Unidos, nunca dejó de vender su delicioso producto afuera del estadio -con el temor de ser detenida-, durante los seis partidos que albergó el Rose Bowl.
Otros paisanos centroamericanos y mexicanos que viven sin residencia legal aprovecharon el Mundial de Clubes para desafiar a Trump y al ICE con su vendimia: “¡Llévelos, a diez dólares o dos por quince!”.
A unos metros de ellos los agentes de la Policía de Los Angeles, en motocicletas o en vehículos encargados de la seguridad en el exterior del Rose Bowl, ni los molestan. A ellos no les temen. Se necesitan. Juntos habitan en lo que un día fue: una Ciudad Santuario de Estados Unidos.
x: @hhjimenez