
Fue la locura.
Las mamás lloraban, reían nerviosas, algunas desencajadas, tristes, otras llorosas y unas más echando madres, que si el abogado, que si uno pagó 8 mil para irse, que si a otro le acusaron de no sé qué y terminó pagando una fianza de 20 mil pesos –en ese ratito-, pero la escena más conmovedora fue cuando una madre, con voz entrecortada, con lágrimas abundantes, apenas pudiendo hablar y pidiendo con humildad, con pena y con vergüenza, que si le podían completar para su pasaje de regreso, porque desde Santiago, andar a pie y en camión, pues se siente lo lejos…
Los 120 jóvenes detenidos en una fiesta en la quinta “Minir” en el municipio de Santiago, Nuevo León, puso de nervios no sólo a los padres y familiares por esta acción policial sin precedente, sino a los mismo ministeriales, investigadores, abogados, escribientes y hasta a los mismos policías que ya no sabían qué hacer con tanto huerco desordenado en sus celdas municipales.
Y era tal la cantidad de gente, que pareciera que los policías habían dicho “ustedes carguen con todos y allá averiguamos”, porque a la hora de rendir las tres declaraciones de cada joven, además de una ficha administrativa y el dictamen médico, de pronto se veían desesperados, hambrientos y cansados los encargados de ponerle orden a este desorden social de moda: los ninis y la drogadicción.
El proceso se intentaba rápido y los papás preguntaban “¿dónde anda mi’jo?”, y la larga fila de señoras con sodas, loches, tacos, chamarras, cobijas y hasta cigarros con todo y encendedor en la mano, peleando para entrar a ver a su “muchacho” o a su “hijita”, mientras los policías aplacaban a las inquietas madres.
“Es que no me han dejado verlo”, “déjeme pasar nomás a dejarle loche, por favor, poli”, “yo nomás le traje lonche, pero ya lo vi cuando declaraba”, “no poli, yo vengo llegando y no lo he visto”, y los uniformados que contestaban y repetían y reiteraban “espéreme tantito, señora, usted ya pasó, deje que pasen las demás señoras”, “a ver, hagan fila por acá las que ya pasaron y por acullá las que todavía no los ven”, “también de este lado me hacen fila las que nomás traen lonche”.
¿Y apoco de veras no han comido?, pregunta una señora y contesta un joven uniformado “claro que sí, señora, ya les trajeron lonches del DIF. Pero le aseguro una cosa, aquí, de hambre, no se mueren. Y con ese lonche ustedes los vienen a premiar, chihuas”.
Mientras en la fila de “los lonches” las señoras le preguntaban a una recién llegada, “¿y usted, madre, no le trajo nada a su hijo?, ¿Yo? ¡Yo le voy a dar limón con sal al méndigo huerco cabrón a ver si le da la mitad de gastritis de la que él me provoca a mí!”.
Sí, las había enojadas y con justa razón.
Porque algunas dijeron que sus hijos les habían mentido, que iba a una carne asada, o cena o fiesta, y todos fueron a para a esta “tocada”, privada, donde incluso había menores, y la cual promocionaron ellos mismos en las redes sociales –principalmente por el Facebook- en una quinta de un particular, donde un DJ sería la “sensación” de la noche, rodeados de pastillas psicotrópicas, cocaína, mariguana, alcohol y tachas, como lo declaraban los muchachos en la demarcación policial.
Los hubo de todos, con antecedente penales, con órdenes previas de aprehensión y se fueron como 8 directito al Penal del Topo Chico. Otros salieron por faltas administrativas en 48 horas y la abogada que hacía su agosto, cuando vio que se estaba liberando a los menos afectados, bajó su tarifa de 8 mil a 6 mil, luego a 3 mil y ya desesperada a 1 mil 500 y a 1 mil.
La noche terminó en madrugada y la madrugada en día cuando el domingo alrededor de las 9 o 10 de la mañana llegó la municipal de Santiago, avisados por una llamada anónima por el escándalo y cargaron como con 150, dicen los muchachos, y allá se pondrían en “orden” tanto desmadre.
Ahorita que andan los candidatos en campaña en Nuevo León, le pregunta sería “¿cuántas clínicas de rehabilitación están planteando abrir en Nuevo León para sacar adelante a esta generación con graves problemas de adicción?
Jaime “El Bronco” Rodríguez Calderón es el único que me ha respondido esta pregunta con un “nada de clínicas de rehabilitación, dales trabajo, caón, que tengan dinero, we, con dinero invitan a una novia un café, al cine, tienen para ropa… No clínicas, con eso se deprimen. Trabajo sí, clínicas no”.
Usted, ¿qué opina?