Nuestro excelso escritor Alfonso Reyes Ochoa popularizó en uno de sus libros “La conspiración del silencio” como coronación de la guerra literaria. Pero dicha “conspiración del silencio” data de hace siglos, cuando en España Alfonso X El Sabio dijo: “La mejor manera de combatir a un enemigo no es atacándolo sino no nombrándolo. Darle muerte civil”.
Así es que el medio literario en todo el mundo practica muy bien dicha “conspiración del silencio” cuando solamente dan acceso en sus medios a los libros de autores que forman parte de su propia mafia y ningunean a los demás olímpicamente, si por ningunear se entiende no tomar en cuenta sus escritos. Y lo mismo sucede en los medios informativos que vetan a aquellas personas que no gozan de su simpatía o con las que han entrado en conflicto por cualquier motivo, tal como proceden las televisoras comerciales en México con quienes no se ajustan a sus intereses políticos o financieros.
Tal es el caso, por ejemplo, del famoso crítico Emmanuel Carballo quien dijo que jamás incluiría en su obra “Protagonistas de la Literatura Mexicana” a Elena Poniatowska porque no era más que una simple periodista sin ninguna trascendencia en el arte mayor de la escritura. Y el insigne autor de la enciclopedia sobre los indios en México, Fernando Benítez, no tenía más que ojos para los que pertenecían a su propia cofradía y por eso también procedió con Ignacio Solares igual que Carballo con Elenita, pues aquel pronosticó inclusive que el hombre culto de Chihuahua jamás tendría la estatura de los grandes del medio. ¡Y qué errados estaban!
Esta conducta de exclusión dio lugar a que Luis Guillermo Piazza calificara como “La Mafia” a los grupos de editores que solamente toman en cuenta los textos de quienes coinciden con sus ideas y hacen a un lado a los demás, causando con su cerrazón un gran perjuicio a la pluralidad y multiplicidad de voces, según este ilustre argentino quien se avecindó en la ciudad de México y tras una trayectoria brillante en el medio cultural, falleció el 17 de agosto de 2007, afectado del mal de Parkinson desde 1997.
Obviamente “La Mafia” lleva, asimismo, no solamente a la discriminación profesional sino también al consabido torneo de elogios entre intelectuales y artistas que coinciden en sus intereses. Por eso el Premio Nobel mexicano Octavio Paz –distanciado dolorosamente de su colega Carlos Fuentes– gozaba cuando sus amigos ensalzaban sus obras e igualmente se valía de ellos ante la primera crítica que le molestaba para que ellos le contestaran a quien se atrevía a disentir de sus obras, sin meter él las manos.
Pero no se crea que las listas negras en los medios informativos son propios de todo México, pues tal proceder está asociado desde hace siglos con la famosa “conspiración del silencio” de Alfonso X El Sabio, y por eso el brillante periodista regiomontano Jorge Villegas Núñez me dijo un día que presentaba uno de sus libros: “Tu periódico jamás me tomará en cuenta, ni siquiera para escribir una línea sobre mí cuando yo muera”. (Se refería a “El Norte”, donde yo trabajaba entonces, y asombrosamente se cumplió su vaticinio muchos años después; todo porque desde “El Diario de Monterrey” hacía señalamientos severos sobre su política editorial).
Por su parte, “La Jornada” de la ciudad de México siempre tuvo en la lista negra al crítico Emmanuel Carballo y lo borraba de las fotografías cuando aparecía acompañado de otros conferencistas, y el afamado cronista Salvador Novo sufrió siempre el desprecio de “Excélsior” en tiempos del director Rodrigo de Llano.
Sin embargo, el caso más sonado de los nombres prohibidos a nivel internacional sucedió en España a principios de siglo, pues el aclamado miembro de la Academia de la Lengua, Javier Marías, platica que escribió 409 artículos para un suplemento cultural, de diciembre de 1994 a diciembre de 2002, pero solamente le publicaron 408, ya que el último sufrió la censura de sus editores. Pero como no le cumplieron que lo publicarían “más adelante”, el intelectual español decidió marcharse y fue contratado por otro diario de prestigio.
“Pero de que el rencor ibérico es duradero siempre” –dice Javier Marías– “lo prueba el hecho de que en los siguientes años en que he publicado una que otra novela, el diario al que le dije adiós jamás ha mencionado mi nombre, excepción hecha por la gentileza con que me ha tratado un buen colega mío, Arturo Pérez Reverte, que fue mi vecino de página en dicho semanario y ahí continúa”. Y no se cansa de darle las gracias a su amigo por haberse negado a participar en el castigo, represalia o veto tan común en los medios que así pagan las ofensas de quienes no están de acuerdo en su línea editorial o abandonan sus filas para irse a otra parte.
Así es que nadie se extrañe de que las listas negras en los medios informativos solamente las imponen los jefes de prensa de los políticos influyentes o gobernantes en turno. También son parte de la estructura de poder en que están incardinados los mismos medios.
LOS MEDIOS CONTRA TRUMP
Las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica no pueden dejarse de tomar en cuenta en todo el mundo. En primer lugar por el morbo que rodea el proceso y su desenlace, pues aunque compiten cinco candidatos, en realidad solamente uno de los dos abanderados de los partidos tradicionales tiene posibilidades de constituirse en jefe (o jefa) de Estado si logra la mayoría de votos el 9 de noviembre. Y en segundo lugar porque las decisiones del triunfador (o triunfadora) cuando llegue a la Casa Blanca tienen un impacto muy significativo en la mayor parte de los países que orbitan alrededor de la bandera de las barras y las estrellas.
Esta vez la atención está enfocada en un hecho insólito: el triunfo de la primera mujer en la nación todavía más poderosa de la tierra, o el del controversial empresario que ha desafiado políticamente el orden establecido y mantiene en vilo la sorpresa de las votaciones a lo largo y ancho de la geografía estadounidense.
Si hace ocho años se rompió el tabú de siglos y resultó electo un mulato como presidente de los Estados Unidos en una sociedad en que el racismo aún pesa en muchos sectores tradicionales, ahora está a punto de consumarse el derribo de los muros impuestos por una mayoría machista en caso de ganar Hillary Clinton, pero también podría suceder que el que gane sea identificado como un verdadero cretino, constructor de muros en la frontera con México, lenguasuelta e identificado como un auténtico retador de lo políticamente correcto.
Sin embargo, el tal Donald Trump ha convocado a las clases más golpeadas por la crisis de 2008 que aún no apaga sus últimos incendios, y tiene alelados a los que se dicen de clase media por la pérdida de su poder de compra y la caída de sus recursos como jubilados, además de que sus exabruptos no cesan inclusive contra lo que él llama “repugnantes y corruptos medios de comunicación”, al quejarse de que no cubren con honestidad sus actos de campaña y sí lo boicotean y critican un día sí y otro también.
Sus arrebatos lo han llevado a retirar acreditaciones oficiales al poderoso Washington Post, a Político, a Huffington Post, a BuzzFeed, entre otros, sin “arrugarse” a la hora de enfrentar a Fox News, con todo y que este medio se ha declarado partidario del republicano que desafió desde las primarias a verdaderos pesos pesados de este partido, como Jeb Bush, Marco Rubio y Ted Cruz, pulverizando sus aspiraciones presidenciales.
A partir de ahí Trump se ha reído de los que lo consideraban primero un loco, luego un atrevido y finalmente un iluso al competir contra sus propios partidarios hasta llegar a representar una seria amenaza para Hillary Clinton, del Partido Demócrata, mismo que ya pasó un susto en 2010 con la ola populista del Tea Party como para hoy dormir con toda tranquilidad frente al vendaval de este empresario que ha puesto en juego su fortuna con tal de demostrarle al sistema entero que puede producir un nuevo “Brexit” por el que sufrió el mundo financiero y principalmente Gran Bretaña para desencanto de la Unión Europea.
Por eso los medios informativos están recurriendo a replicar su eco para que Trump no llegue como presidente a tirar con todo a lo que se denomina economía global y a derrumbar los privilegios de la prensa, la radio y la TV. Están en campaña, al unísono con el ex presidente mexicano Vicente Fox y también con muchos hombres y mujeres de la farándula, para enfatizar los agravios que Donald ha atestado a los migrantes sin papeles y a las minorías raciales, especialmente las de origen hispano, con el fin de que vengarse en las urnas de los insultos y de la amenaza de hacer que México pague el muro de la ignominia a lo largo de los tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos.
Pero resulta que las elecciones en Estados Unidos no son nacionales ni directas. Se trata más bien de 50 elecciones locales, una por Estado, que determinan un número preestablecido de 538 grandes electores quienes, en realidad, son los que eligen al candidato que ocupa la Casa Blanca. Por tanto nadie debe confiarse de las encuestas y pronósticos anticipados, pues las muestras estadísticas tienen apenas un valor indicativo y relativo, y dependen mucho de los medios que las realizan y su intención.
Así es que mejor hay que esperar tranquilamente el momento de la verdad el 9 de noviembre. Hasta que caiga el telón hay que aplaudir o llorar.