De entrada, quiero dejar en claro un asunto muy importante: a Ricardo Anaya lo vomito.
Reconozco que la declaración es fuerte, sin embargo, y antes de que el panismo local llegue a las puertas de la redacción con trinches y antorchas, siento que debo de explicar mi posición.
A “chicken little” (¿está bien que le diga así? Bueno, ya lo hice) no lo soporto pues representa todo lo que está mal en el panismo de México en la actualidad.
Debo decir que para alguien que en términos generales está en contra de todo lo que significa el Partido Revolucionario Institucional, hace años el PAN se me hacía una opción bastante interesante de gobierno.
Sin embargo, poco a poco y gracias a mi chamba reporteril, comencé a observar cómo el panismo era infectado por cientos de “pequeños anayas”: juniors con un desarrollado olfato por el “bisnes” y el dinero fácil.
A diferencia de los viejos priistas, estos “pequeños anayas” son jóvenes que al menos aparentan contar con una buena posición económica, o sea, dan el casting de que son ricos, aunque en muchas ocasiones sólo sea la pura apariencia.
Buenos para la labia, estos “pequeños anayas” se calzaron muy bien el disfraz democrático y supieron seducir a un electorado ávido de seguir a personas quienes consiguen el éxito a como dé lugar.
Desgraciadamente, una vez que se sientan en la silla, estos “pequeños anayas” se transforman en verdaderas máquinas para la transa y el saqueo del dinero público.
Y aunque juran y perjuran que aman a México y hasta se enarbolan en el lábaro patrio, lo primero que hacen es comprar casa en Estados Unidos y mandan a su familia a vivir el “american way of life”.
Estos “pequeños anayas” no tienen empacho en traicionar, descarrilar y destruir a todos los que representen un obstáculo para sus intereses económicos, que saben disfrazar muy bien de políticos.
Además -y sabrá Dios por qué- son muy dados a querer perpetuarse en el poder, heredando los puestos a otros “pequeños anayas” quienes, sin tantita pena, soportan humillaciones y desprecios con tal de gozar de los favores del rey en turno.
Para resumir: los “pequeños anayas” son como priistas, pero en güero y llenos de esteroides.
Por eso no soporto a Ricardo Anaya, pues es el resultado del trabajo de cientos de “pequeños anayas” que han accedido a los más altos niveles del poder en México y en unos años han hecho casi el mismo daño que décadas de gobiernos priistas.
Sin embargo, y aunque no soporto a Anaya, también debo decir que me resulta aberrante lo que están haciendo los priistas y el equipo de campaña de su desabrido candidato José Antonio Meade.
Eso de usar de forma tan cínica las instituciones de gobierno como el CISEN y la PGR para descarrilar a quien -sabrá Dios por qué- los rebasa ampliamente en las encuestas, es un verdadero insulto para un país que exige eficiencia en las instituciones de procuración de justicia.
Es muy probable que Anaya lavara dinero e hiciera todo eso de lo que los priistas le acusan (habrá que comprobarlo por las vías legales), pero por favor tricolores, tengan un poquito de vergüenza y túmbenlo a la buena, buscando que su gris candidato entre en el gusto de la población (ya sé que suena casi imposible).
En México hay millones de personas esperando que la PGR y demás instituciones de procuración de justicia al menos investiguen los delitos de los que fueron víctimas y quienes seguramente están indignados al ver que un enemigo político se ha vuelto prioridad, como si fuera el peor de los criminales.
Ya sabemos que al priismo cuando es gobierno se le da muy bien eso de la intolerancia y la represión (el 2 de octubre no se olvida), pero ya es hora que los mexicanos le digamos ¡ya basta!
Anaya puede ser de lo peor, pero los mexicanos tenemos la suficiente inteligencia para rechazarlo en las urnas… no necesitamos que el PRI venga a quitarlo nomás para inflar a su aburrido aspirante a la presidencia.
No le saquen priistas, que el tiro sea parejo y a ver de a cómo les toca.