La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla. Gabriel García Márquez.
En diciembre de 1994 tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Nueva York. Fue una navidad gélida que pase en compañía de Adrián Gallardo, su esposa, su madre y otras personas. Adrián pintaba para ser un político destacable en Tamaulipas y era amigo de todos, incluso mío, esa fue la razón ilusa por la que fui a visitarlo, yo pretendía un acercamiento con él que diera frutos profesionales en la política. La vida tenía otros planes. A Adrián se le atravesó Tomas Yarrington y a mí se me atravesó la vida.
Sin embargo recuerdo ese viaje con especial agrado. Llegamos al aeropuerto de Newark en Nueva Jersey y de ahí nos trasladamos a Nueva York en taxi, el departamento al que llegamos estaba cerca de la Universidad de Columbia. Adrián y su esposa fueron grandes anfitriones, siempre fue de formas amables. Y en ese tenor de finura nos llevó a varias partes emblemáticas de la Gran Manzana. Con el paso del tiempo recuerdo de manera difusa la Estatua de la Libertad, el Central Park, el Museo Metropolitano y el edificio Dakota donde se atentó contra la vida de John Lennon.
Estar en la ciudad de Nueva York fue toda una experiencia existencial para mí. Me creía mucho. Viajar en el metro y por las calles de esta ciudad tan insuperablemente cosmopolita era como hacer realidad los sueños más utópicos, la entelequia más fascinante pues muchos de sus paisajes ya estaban estacionados en mi mente por mi poca o mucha afición al séptimo arte, me di cuenta que sin saberlo muchos de nosotros ya conocemos esta ciudad, solo hay que poner atención en las películas.
No puedo dejar de mencionar en este relato la visita a las Torres Gemelas. Me doy cuenta que las recuerdo con mayor intensidad precisamente por la dramática razón de su caída y poniendo buena cara a los estragos del infortunio, tratando de estacionar en mi mente los gratos recuerdos de mi breve estancia en el conglomerado de edificios conocido como el World Trade Center.
No recuerdo con precisión a cuál de las dos Torres Gemelas subimos, a la norte o a la sur. Pero el paseo turístico incluía subir hasta lo más alto de una de ellas. Ahí estuve con Adrián Gallardo, incluso hay una foto extraviada de ese momento, algún día la encontraré.
Querido y dilecto lector, siete años después de mi visita a este centro financiero, el 11 de septiembre de 2001, a las 8:45 AM, estando yo en Monterrey viendo las noticias por la televisión, un despistado comentarista decía que un despistado piloto de una avioneta se había estrellado con la torre norte. Era obvio que aún no dimensionábamos el tamaño de la tragedia. Inicialmente todas las voces articulaban tópicos basados en la profunda ignorancia que sobre ella tenían.
Era un enjambre de noticias contrapuestas. Un compendio de relatos contradictorios sobre los mismos acontecimientos; por este evento descubrí que la verdad es huidiza, que increíblemente es casi imposible desentrañar los hechos tal y como sucedieron aun a pesar de estarlos viendo por televisión, y todo esto porque solo disponemos de versiones diferentes, interesadas, contradictorias e incompletas de los hechos. La naturaleza humana, tal cual, hasta que la realidad se nos impone, fue un atentado terrorista de gran calado que cambiaría el rumbo de la historia.
Hoy recuerdo nítidamente y con cierta nostalgia la visión espectacular que se podía tener desde el piso más alto de una de las torres gemelas. El río Hudson en toda su soberbia geográfica y la Gran Manzana, Nueva York, tan seductora, tan atractiva y tan retadora. Un piso de vidrio que jugaba con la vista a hacernos creer que flotábamos por encima del centro financiero, inolvidable.
Ese glamour turístico se terminó. El mundo sigue girando. Las múltiples historias de personas que estuvieron cerca de este drama, las que perdieron la vida y las que por azares del destino siguen viviendo hay que escucharlas por simple cortesía humana y para aprender cosas profundas de esta existencia que nos ha tocado vivir y que cuando creemos conocerlo todo de ella, nos da siempre una desconocida.
Mañana viernes por Notigape, 93.5 de FM, a las 10:00 AM en el programa Locuras Cuerdas tendremos el testimonio de un matamorense que vivió de cerca esta parafernalia que cambio al mundo. Escuchémoslo con ánimo de alumnos que aman aprender.
El tiempo hablará.