
El futbol femenil madura a pasos agigantados.
Más de 40 mil aficionados disfrutaron de la Semifinal Tigres-Rayadas, en el Estadio Universitario.
Nadie se sorprendió ya por la cantidad de personas en la tribuna. Buena señal, porque significa que su amplia convocatoria está alcanzando tintes de normalidad.
Tampoco hubo sorpresas por el crecimiento del nivel futbolístico de las jugadores de manera individual, y de los equipos colectivamente.
Movimientos interesantes para abrir espacios, remates con buena técnica y espectaculares lances de las porteras.
El futbol, como ha sido desde siempre, vuelve a confirmar su capacidad de abanderar las causas más nobles y provocar o canalizar revoluciones, de dar voz a quienes no la tienen, de provocar treguas entre guerras, de igualar las desigualdades sociales, de redimir el alma.
No nos sorprende entonces el carácter universal del futbol. Ahí estás las raíces de su éxito. El futbol es simple, pero al mismo tiempo profundo.
Mientras en Alemania, la Selección de Ucrania (en terreno neutral a causa de la invasión de Rusia) enfrentaba a Italia, en el cierre de la Eliminatoria rumbo a la Eurocopa de Naciones; en una ciudad lejana como Monterrey, 22 jugadoras aportaban su granito de arena por otra causa.
No es extraño que el futbol se esté convirtiendo en un vehículo poderoso para reivindicar los derechos de las mujeres a nivel global.
Pero también hay futbol en silla de ruedas, futbol para ciegos. Es tan noble el futbol que, incluso, quienes no encontramos la redención en la cancha, la podemos hallar a través de las letras, escribiendo de futbol.
Como suele suceder con las grandes movimientos, la influencia ha sido unidireccional, y en este caso, el futbol femenil le regresa al futbol el aire fresco, inagotable, tierno, guerrero, dulce y auténtico, que se había escapado.
El futbol femenil en el mundo está lejos de ser una simple experiencia deportiva, se trata de un movimiento social y cultural, que irá provocando pequeñas o grandes revoluciones cotidianas, en el planeta.
VICTORIAS QUE ENGAÑAN
Urgido el País de alegrías, no podría desperdiciarse una victoria tan dramática como la de la Selección Mexicana en la Liga de Naciones.
Pero la necesidad puede resultar cara. No siempre la victoria es mejor que la derrota.
Hay derrotas que enseñan, victorias que engañan. Al paso de los años, quizá mucho de nosotros lo hemos experimentado en carne propia, en nuestra vida personal.
Y si a veces la victoria es un espejismo, tomar decisiones en base a modelos de otros países, también puede resultar errado.
Honduras fue muy superior a la Selección Mexicana, en el partido de Ida.
En la Vuelta, el Tri fue amo y señor del balón, pero un concierto de fallas ante la portería catracha evidenció que cada vez más nuestro futbol se aleja de aquel “boom” que vivimos después del subcampeonato de la Copa América.
Y eso que México enfrentó a una Honduras que tampoco presentó a una de sus mejores ediciones.
Hasta ahora, la decisión de los dirigentes mexicanos de seguir el “modelo” argentino de nombrar a un técnico que tuvo éxito en las categorías menores, no está dando el resultado esperado. Jaime Lozano hasta ahora no ha sido el “Scaloni” mexicano.
Como ha sucedido en otras ocasiones, los hombres de pantalón largo no quisieron ponerse a pensar, y prefirieron por una fórmula que utilizó otro país, como Argentina, que tuvo un éxito tal que lo llevó al título de la Copa del Mundo Qatar 2022.
Se les olvida que las características culturales, deportivas, sociales e individuales de Argentina son diferentes a las nuestras, y que lo que les funcionó allá, no tiene porque ser igual aquí.
Una eliminación ante Honduras quizá habría representado una lección a tiempo para la Selección Mexicana.
Llegó en el tiempo extra el gol de Edson Álvarez que lo cambió todo. La victoria para México.
Sí, mucho corazón, eso no se puede negar, y un nivel extraordinario para jugadores como el mismo Edson, Erick Sánchez, Jorge Sánchez y Luis Chávez. Pero aún falta mucho.
La victoria es engañosa y “Jimmy” Lozano no es Scaloni.