
Una persona de la llamada “tercera edad” platicaba en un programa televisivo que en sus charlas con su nieto mayor acostumbra hacerle ver que la vida es como el futbol soccer, con el fin de inyectarle vigor espiritual en las caídas de ánimo que presenta en la difícil edad de la adolescencia, especialmente si los resultados le son adversos en los exámenes escolares o si otros planes se le frustran a mitad del camino.
“Fíjate muy bien en la tabla de posiciones del futbol profesional” -le aconseja al chico-. “Los equipos no siempre están en los primeros lugares porque las cosas no les salen siempre bien, y por eso tienen que aprender mucho más de las derrotas como los seres humanos debemos aprender de los fracasos para enmendar el camino y sacar provechosas lecciones”.
El buen hombre le insiste a su nieto que en la vida, igual en el futbol soccer o en cualquier otro deporte, se gana, se empata y se pierde, “de ahí que toda competencia exige una gran madurez para asimilar las mieles de la victoria y no marearse con un éxito tan fugaz ni hacer burla del rival, pero, más todavía, hay que saber levantarse del desaliento y luchar por el empate o el triunfo hasta el silbatazo final”.
Como decía el gran beisbolista de las Ligas Mayores Yogui Berra: “Esto no se acaba, hasta que se acaba” y como se afirma en el argot futbolero: “El último minuto también tiene 60 segundos” para no bajar los brazos, de la misma manera que en la vida no puede cancelarse un proyecto o un sueño antes de tiempo simplemente porque asustan las circunstancias adversas o porque se interpone un profesor difícil, un jefe impaciente, un compañero aguafiestas o unos padres que no brindan el apoyo suficiente en la lucha por un ideal.
La vida es como el futbol soccer -sostiene nuestro personaje de esta historia-. Se gana, se empata y se pierde y a veces se juega muy bien y la victoria no llega, pero también a veces un error propio o un acierto de última hora del rival, dan al traste con un resultado trabajado. Asimismo, en ocasiones el árbitro –cualquier factor extraño a nuestra voluntad o actuación– termina por echar abajo nuestros planes positivos.
La vida es como el futbol, que nos da muestras de cómo entrenadores triunfadores y con varios campeonatos conquistados, de pronto son despedidos por la directiva de un club profesional al contar poco su trayectoria si los resultados en un torneo los hunden en la tabla de posiciones. Por eso vemos también cómo directores técnicos, a punto de ser corridos porque no funcionan, en una segunda oportunidad se levantan y terminan convenciendo de su estrategia y liderazgo entre el grupo.
Igualmente el futbol nos da lecciones de conjuntos exitosos como la selección nacional de España que en este Mundial de Brasil ha tenido que morder el polvo y olvidarse que es el campeón de Sudáfrica 2010, además de haber ganado torneos que visten y dan gloria en Europa, con jugadores premiados por su actuación en sus propios equipos.
Y eso también ocurre en la vida: de pronto los logros se esfuman y hay que cruzar el túnel oscuro de las circunstancias adversas de todo tipo.
La vida es como el futbol soccer. A veces estás arriba, a veces estás abajo; a veces ganas, a veces empatas y a veces pierdes. Igual que en una rueda de la fortuna en esas ferias multicolores que tanto atraen a los niños y adolescentes, como el nieto de tan singular abuelo que dijo en un programa de TV que desea a su nieto una vida en la que sepa apreciar el sabor de la victoria pero también el valor de la derrota. Porque lo importante no es caer, sino saber levantarse y nunca dejar de buscar los buenos resultados.
Nada es para siempre. Ni hay adversario fácil. Y, como nunca, ahora el término “favorito” ha perdido su connotación. Porque en el futbol profesional, como en la vida, la lógica es que no hay lógica. Y las sorpresas están a la orden del día.