El 28 de agosto de 1947, en la Plaza de Linares, España, el toro marcado con el número 33 de la ganadería de Miura de nombre “Islero”, le quitó la vida a Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, quien en ese momento era considerado como el mejor torero del mundo.
El “Monstruo de Córdoba” había nacido un 4 de julio de 1917 en Córdoba, España. En ese 1947 el torero se encontraba en las nubes, pues su forma de torear y matar a los toros lo había encumbrado en todas las plazas españolas y americanas en las que se presentó, consiguiendo continuos y resonados triunfos.
“Manolete” toreaba una tarde sí y la otra también y en casi todas resultaba triunfador; el cordobés a la hora de su muerte estaba en la cúspide más alta del toreo de la época, no obstante su corta carrera taurina que duró sólo un poco más de nueve años, pues el ascenso como máxima figura del toreo resultó vertiginosa.
Desde que tomó la alternativa en Sevilla en julio de 1939, de manos de Manuel Jiménez “Chicuelo” con la presencia de “Gitanillo de Triana” como testigo, Manuel Rodríguez, se catapultó como la primera figura mundial del toreo.
“Manolete” fue en los primeros años de la década de los 40, y recién terminada la Guerra Civil Española, el matador de toros mejor cotizado de todo el planeta de los toros, pues su solo nombre era imán de taquilla, haciendo que los empresarios y públicos lo reclamaran en sus plazas.
No obstante su fulgurante y exitosa carrera y juventud (pues tenía29 años cuando murió), Manolete enfrentaba serios problemas en su vida personal, al tener un fuerte conflicto con su madre Doña Angustias Sánchez, a consecuencia de la relación amorosa que el torero tenía con una mujer llamada Guadalupe Sino.
Esta dama, que según las crónicas de la época, se dedicaba a la “vida galante” provocó a “Manolete” graves problemas con su madre y familia, perjudicando también la imagen del torero, con la sociedad y el gobierno español que encabezaba el Gral. Francisco Franco.
En la España de entonces se llegó a calificar al torero y a su pareja como un mal ejemplo para la juventud, pues el régimen de ultra derecha, el clero y la moral pública veían mal la conducta rebelde y desenfadada de a quien se le consideraba el torero más representativo de la España de los años 40.
A tal grado estaba la situación, que se llegó a especular, sin confirmación alguna desde luego, que para algunos sectores del poder, la muerte de “Manolete” significó algo así como la aparición de un mártir, heroico y apegado a la virtudes cristianas del sistema español.
Al mismo tiempo, se habló de la sospechosa atención médica que recibió “Manolete” por parte del doctor que lo asistió en la Plaza de Linares, de nombre Luis Jiménez Guinea, quien le aplicó al torero un plasma presuntamente infectado provocándole una muerte casi inmediata.
Por otra parte, Manuel Rodríguez en ese desafortunado 1947, había sido víctima de una campaña de hostilidad y crítica por parte de aficionados españoles, a quienes no les complacía “Manolete” y le exigían torear cada vez más cerca de los pitones del toro; en alguna ocasión el propio diestro cordobés llegó a decir: “Lo que quiere el público es que me mate un toro”, al ver la intransigencia del sector del público que lo hostigaba.
En ese momento, había surgido en España otro torero que atravesaba por un gran momento en su carrera, nos referimos a Luis Miguel Dominguín, que para muchos representaba la imagen que el régimen “de ultra derecha” le convenía proyectar al mundo.
Tanta presión enfrentaba el diestro de Córdoba, que con frecuencia comentaba su deseo de retirarse definitivamente de los ruedos y de cambiar su residencia a nuestro país.
Pero ese momento no llegó, pues la fatalidad de ese 28 de agosto de 1947 acabó con la vida de “Manolete”, que al morir se convirtió en un mito y leyenda de la cultura española que subsiste hasta nuestros días.
La trágica tarde de agosto en Linares, “Manolete” fue embestido por el toro “Islero” de Miura, al que había bordado con una gran faena que paradójicamente le hubiera permitido el corte de las orejas y rabo del burel, pero al momento de ejecutar la suerte de matar, el de Miura le clavó el pitón, provocando la muerte del mejor toreo de la época.
Muchas historias se tejieron en torno a la muerte del diestro, una de ellas, por ejemplo la que involucraba a su apoderado José Flores Camará y a Alvaro Domecq, de quienes se dijo, se habían hecho de la fortuna millonaria de “Manolete” y que habían dejado en la mayor desgracia económica a Doña Angustias Sánchez, madre del torero fallecido; y de lo sucedido con la enigmática Lupe Sino, amor tormentoso y apasionado del torero, poco se supo.
De “Manolete” se ha escrito mucho y se seguirá haciendo, por tratarse de un personaje atractivo para el comentario e investigación de las actuales y futuras generaciones y seguramente cada quien hará sus propias conclusiones de la vida del torero.
Lo que sí no tiene discusión, es que Manuel Rodríguez “Manolete” es parte fundamental en la historia de la fiesta brava en el mundo.
Será recordado como el torero español más famoso del siglo XX que revolucionó la forma de torear, dando continuidad a lo hecho por Juan Belmonte, quien sin duda fue el creador de los tres tiempos del toreo: parar, templar y mandar.
Belmonte plasmó en el ruedo, el temple y el mando y “Manolete” el toreo de quietud, por abajo, ligado y bien rematado; el torero cordobés es quien inventó la escuela del toreo moderno, perfeccionando las suertes y embelleciendo la forma de torear.
Rodríguez Sánchez dio a la fiesta el toreo quieto, largo, templado, rematado por abajo y ligado; toreando en un mismo sitio, girando levemente las plantas de los pies, sin perder la continuidad en la faena.
“Manolete” fue un torero “corto” en la variedad de sus pases, como lo fueron en otra época el propio Juan Belmonte y nuestro paisano Manolo Martínez; pero fue el matador de toros que mejor “cuajó” sus faenas, con un repertorio que sólo incluía las verónicas, los derechazos y el pase natural, además de sus inigualables manoletinas; el toreo manoletista fue de arte, quietud y toreando muy cerca de los terrenos del toro.
El toreo del “Monstruo de Córdoba” quedará en la memoria como el que más emocionó a todos los públicos de la época de oro del toreo, por su entrega y verdad al ejecutar las suertes.
A casi 69 años de su trágica muerte, la figura, personalidad, arte y tauromaquia de “Manolete” siguen más vivos que nunca, para orgullo y beneplácito de la historia moderna del toreo.
@AlbertoJoseHdzS