En la segunda mitad del siglo pasado surgieron en México -además de la televisión privada-, las denominadas televisoras públicas, mismas que desarrollan su actividad a través de recursos provenientes de los presupuestos gubernamentales y algunas instituciones de educación superior.
Desde sus puesta en marcha, los también llamados canales culturales han tenido constantes altibajos respecto a su programación, contenidos y audiencias, que en realidad siempre han sido pocas, sobre todo en épocas recientes.
No obstante sus avances en tecnología y potencia, estos canales siguen careciendo del gusto de la mayoría de público, quizá por su deseo de competir con las televisoras privadas.
El escaso público de los canales oficiales no representa que su producción sea mala o quienes las dirigen sean neófitos en la materia. Quizá en el cumplimiento de sus objetivos es dónde se encuentren las fallas y, por ende, sus fieles televidentes hayan optado por buscar nuevas alternativas volteando su mirada a nuevas ofertas televisivas que en su mayoría provienen del extranjero, con contenidos fundamentalmente sociales y educativos.
No podemos negar que los canales culturales, sobre todo los que se originan en la Ciudad de México, han presentado excelentes programas y series, muchas de ellas con temas históricos y de actualidad, contando con guiones de primera línea y producciones de talla internacional.
Cómo olvidarnos de grandes maestros de la locución que han desfilado en los canales públicos como don Jorge Saldaña, Luis Carbajo, Silvia Lemus y la mismísima Cristina Pacheco, gran periodista que después de muchos años sigue deleitándonos de exquisitas y amenas entrevistas a grandes personajes del medio artístico y de la cultura, así como a personas de la vida diaria en el ya tradicional “Aquí nos tocó vivir” de Canal 11 del IPN.
A decir verdad, también hemos tenido que soportar programas de nula calidad que nunca debieron estar al aire.
Será la excesiva oferta de sistemas de televisión, la facilidad del internet o que el rumbo de los medios culturales se haya desviado hacia lo comercial, pero lo que sí es un hecho es que la televisión pública, sobre todo la de las entidades federativas, siguen careciendo de una visión clara y uniforme en las que participen -si no todas-, la mayoría, teniendo como finalidad la divulgación de todas las áreas del conocimiento que nos sirvan para elevar nuestra calidad como seres humanos y como sociedad.
Además, estos canales deben de expresar las ideas de todos y cada uno de los grupos sociales de nuestro país, cumpliendo con la necesidad de la inclusión y respeto a usos, costumbres y formas de expresión, así mismo difundir con la mayor claridad y respeto la realidad que vivimos en la actualidad.
Los canales públicos, según mi opinión, no deben emular a los canales privados o de televisión restringida, pues la finalidad que ellos persiguen es estrictamente comercial y de la defensa de intereses que nada tendrían que ver con los medios de carácter educativo y cultural.
Afortunadamente, y debido al gran talento que ha transitado por los canales gubernamentales en distintos momentos, y el mejoramiento de sus infraestructuras técnicas y digitales; la televisión pública mexicana sigue gozando de un prestigio bien ganado en otros países, aunque hay que reconocer que en lugares como en Colombia, por ejemplo, los canales de índole educativo y cultural nos han sacado, sobre todo en los últimos años, un gran trecho en cuanto a contenidos, calidad y audiencias.
Actualmente se tienen registradas poco más de cincuenta sistemas de radio y televisión educativas y culturales en México, pero no tenemos claro que entre ellas haya un proyecto unitario que determine la visión y las acciones que debieran tomarse para que verdaderamente tuviéramos una amplia y efectiva red de medios públicos que cumplieran a cabalidad los fines para los que fueron creados.
Pues al final de cuentas ¿quién determina el rumbo de las televisoras? ¿Sus contenidos? ¿Su producción? ¿La forma de convertirlos en opciones de interés para el gran público sin perder su esencia y propósito?
A partir de la digitalización de la televisión tenemos la fortuna de ver en la televisión abierta más canales públicos, y en lo personal no he perdido la esperanza de que en las “parrillas” televisivas encontremos una programación variada y útil que, al mismo tiempo fomenten el conocimiento, la cultura y nos permita disfrutar de espacios que verdaderamente nos mantengan frente al televisor.
Con toda sinceridad sigo esperando que ello ocurra, pues cada vez observo que los canales oficiales -sobre todo los locales-, se siguen pareciendo a las televisoras comerciales, privilegiando la programación dirigida al deporte profesional, los espectáculos y temas de revista, con el solo fin de tratar de ganar público.
No nos olvidemos que estos canales viven gracias al presupuesto de los gobiernos e instituciones educativas, y que en estricto derecho debieran justificar su operación con una programación que complemente los principios y obligaciones de llevar a su público algo que realmente le sirva; de no ser así estaríamos viendo un gasto inútil e injustificable.
Las televisoras públicas deben ser instrumentos de comunicación y servicio a la comunidad con espacios para el desarrollo humano y social, que sean foros permanentes de expresión abiertos a todas las voces fomentando el arte, la cultura, el deporte y la educación, así como el proceso de transformación integral del país.
Y no que se utilicen como agencias propagandísticas de algún funcionario, gobierno o institución educativa, ni que el presupuesto público que ejercen se malgaste en trivialidades o con programas frívolos e intrascendentes.
Las televisoras públicas no deben verse como un “gasto inútil” por los gobiernos o las instancias educativas, por el contrario, deben considerarse como una inversión bien aplicada que repercuta en favor de la sociedad.
Queremos canales públicos con espacios inteligentes, ágiles y entretenidos, sin parecerse a los comerciales y que respeten su esencia social, coadyuvando en el desarrollo humano e intelectual de la población, y no simples oficinas burocráticas para acomodar amigos o personas que persiguen su promoción personal.
La televisión pública debe difundir, promover e impulsar la riqueza social y cultural de nuestra entidad.
Porque al final la televisión pública es un reflejo diáfano de un país o de una región.
Sinceramente esperamos que se evite al máximo utilizar a los medios oficiales como herramienta propagandística de algún gobierno o institución; por el contrario, deben ser medios con absoluta independencia de contenidos, con una visión educativa y cultural y -muy importante-, creativos.
Las televisoras públicas puede ser atractivas si se transforman en ventanas abiertas al crecimiento de las ideas sin que eso quiera decir que sea, como hasta ahora, un medio aburrido. Las televisoras públicas, sobre todo las locales, deben renovarse, recuperar su esencia, su ilusión, haciéndolo con pasión y creatividad, ser una auténtica alternativa diferente a las cadenas privadas.
Creo que están a tiempo de echar atrás inercias pasadas y a echar a volar la imaginación, buscando ideas frescas y novedosas, aprovechado el conocimiento y experiencia de muchos profesionales que conozcan y hayan vivido todo este complejo pero fascinante mundo de la televisión pública, haciendo a un lado a compromisos, amiguismos o compadrazgos.
Pónganse a trabajar y conéctense a la realidad social de Nuevo León y el país; recuperen la confianza y la audiencia del público con una programación que tome el pulso de la sociedad, combinando juventud y experiencia.
Nuestra televisión deberá ser escaparate de talento y plataforma para la promoción y proyección de la historia del presente, y sobre todo del futuro; no le tengan miedo a experimentar a hacer una nueva televisión; hagan a un lado los viejos clichés y el excesivo parecido con la televisión privada con tanta “revista” deporte profesional, vida de los artistas y no sé cuántas tonterías más.
Apuéstenle al ingenio y a la imaginación, porque sin tener un gran presupuesto, las televisoras deberán ser -ahora sí-, una alternativa atractiva, con mayor fortaleza y talento que lo distinga de los demás.
Queremos una tele cultural con un gran motor creativo de un Estado y País que avance y crezca creyendo en la innovación. A l final de cuentas eso es la televisión.
Créanme que si se puede.