Cuando yo era adolescente, y más tarde en mi juventud, escuchaba a muchos muchachos decir que, cuando fueran grandes, querían ser policías. Es decir, tenían en su proyecto de vida la prepotencia con que se conducían entonces estos falsos servidores públicos, además de presumir impúdicamente una enorme pistolota y cadenas o colguijes de oro puro, sin descartas las amantes con sus “casas chicas”. Era el estilo policíaco de aquellos tiempos.
De hecho la historia registra los nombres de varios de esos especímenes conocidos como “judíos”, en alusión a la Judicial de entonces. La institución policiaca era semillero de tipos sin estudios ni escrúpulos que llegaban ahí con la mira puesta en el dinero que dejaba desde esculcar borrachitos en las calles hasta extorsionar a inocentes para no verse involucrados en asuntos penosos o a verdaderos delincuentes que soltaban un buen fajo de billetes para seguir luego su camino del mal y reponerse de lo que habían “pagado” por su libertad.
La corrupción apestaba muchos kilómetros a la redonda. Y lo mismo sucedía en los departamentos de Tránsito y Vialidad donde el jefe mandaba a la “pepena” a sus comandantes y éstos a sus subalternos hasta completar un “cochinito” mensualmente y darse la vida de lujos que no merecían por no haber estudiado y no contar con título profesional. Pocos de aquellos ejemplares de estas dependencias municipales se salvan de la “quema” en comentarios y testimonios hasta la fecha.
Pero resulta que de pronto los “judíos” y los “tránsitos” fueron rebasado en fama por los futbolistas profesionales, así como por la gente de la farándula que sabe muy bien cómo exprimir a promotores “artísticos”, medios masivos y público en general para embolsarse millones de pesos en un abrir y cerrar de ojos. Así es que el escenario ha hecho voltear los ojos a las nuevas generaciones hacia ese gremio rodeado de gran glamor, fama y mucho dinero, de modo que sobran quienes desean recibir la bendición de lo Alto para jugar en una cancha de algún club de la mejor liga del mundo o ser “tocado” por algún descubrir de “talento” para llegar a alguna televisora y ser conocido a nivel nacional.
Sin embargo, de un tiempo para acá es la política la que hechiza a los oportunistas que, escudados en el servicio a la comunidad, ven un tesoro en cada cargo público al que aspiran. El dinero los deslumbra no solamente para obtener un sueldazo sino para ver qué más les cae de rebote a través de influencias o palancas de alto nivel. Y claro que no podemos descartar a los que sueñan con llegar a un puesto de representación popular a una alcadía y gubernatura a robar. Así, sin rodeos: a robar.
Y por eso hoy vemos cómo abundan familiares de políticos millonarios que quieren seguir los pasos de sus antecesores porque han sido educados en el hogar a ver la política como un botín y no es posible vivir fuera del presupuesto. Muchos se ofrecen como candidatos de partidos donde sus parientes tienen influencias y se la toman muy en serio en sus aspiraciones, aunque algunos dan risa por su figura, como el hijo de Ángel Eladio Aguirre, quien sueña con ser alcalde Acapulco, aunque su padre haya sido echado a patadas hace meses como gobernador de Guerrero.
Pero no es el único. Abundan recomendados de éstos. Porque saben que los millones están en la política, y no como mis compañeros de generación que se conformaban con ser “judíos” o tránsitos. Ahora los muchachos ponen la mira más hacia arriba. Porque el botín no se acaba. Y hacen vida el principio de uno de sus guías perversos: “Un político pobre, es un pobre político”, jajajajajajajaja…