Esta semana, encontré un par de datos funestos que me llamaron mucho la atención: el número de homicidios cometidos en un año en México es equivalente al total de los homicidios cometidos en todo el continente europeo; y por otra parte la tasa de homicidios es diez veces superior en México a la del promedio de los países de la OCDE – el club de los “más ricos del mundo” al que ingresó México en 1994. Por lo que me di a la tarea de analizar estas noticias.
La pobreza y las desigualdades en la repartición de la riqueza nacional agravan la crisis de seguridad que atraviesa el país. No significa que por tener carencias socioeconómicas uno vaya a ser mecánicamente violento, pero la pobreza crea un terreno fértil sobre el cual la violencia prospera fácilmente. No es casualidad que Guerrero sea un estado de los más pobres y de los más violentos a la vez. A pesar de la disminución de la pobreza extrema, el problema de inseguridad no está ni cerca de resolverse ya que medio millón de personas cayeron en la pobreza en los últimos dos años en todo el país.
Las principales razones de la violencia se encuentran en el aumento de la pobreza, mezclado con una fuerte frustración social de quienes sienten que no existen las suficientes oportunidades para ellos. Especialmente en nuestras grandes ciudades del Norte, donde coexisten la opulencia y las carencias en el mismo reducido espacio urbano, creando un resentimiento entre los que no nacieron “del buen lado de la barda”. Tampoco es casualidad que el muy urbanizado Estado de México haya sido el de más homicidios en valor absoluto el año pasado. Los espacios periurbanos desfavorecidos son los que fueron abandonados por el Estado y sus instituciones: escuelas descuidadas, seguridad pública ineficiente y rebasada por la delincuencia, precariedad en la salud y las viviendas…
A pesar del optimismo permanente de los dirigentes políticos en turno que presumen sus “logros” en materia de seguridad y de la ligera baja en la tasa de homicidios que comunicó el INEGI el mes pasado, no podemos negar que estamos viviendo una realidad particularmente violenta. Imagino desde ahora los múltiples contraargumentos que me podrían oponer los aferrados a decirnos que todo está bien, que los gobiernos federal, estatal y municipales están a la obra y que los medios son quienes exageran esta situación. Hasta se pueden encontrar cifras para afirmar que la situación del país va mejorando en términos de seguridad. Leí así el comentario de un observador que recordaba que los índices de violencia del Salvador o de Honduras son muy superiores a los de México.
Estadística innegable, pero si nos comparamos con los países de la OCDE, la constatación es opuesta: México se encuentra en el antepenúltimo lugar sólo antes de Brasil y la India. Yo no sé si saber que existe peor que nosotros debe hacernos sentir mejor, más en seguridad o incluso orgullosos, pero sí constato que simplemente en el último sexenio se duplicaron las cifras de asesinatos respecto al sexenio anterior.
Para complicar esta situación, la Unión Europea (UE) decidió reducir y suprimir la tradicional ayuda que concedía a México para cooperar al financiamiento de sus programas de desarrollo. En el último sexenio, la UE invirtió así 1,600 millones de pesos en programas de cohesión social, y además repartió apoyos para PyMES, fundaciones, Organizaciones sociales No Gubernamentales y Asociaciones Civiles. Sin embargo, la Comisión Europea acordó otorgar estas subvenciones a naciones aún más pobres que México, argumentando que nuestro país ya ingresó a la categoría de país de ingreso medio superior de la OCDE. Que los dirigentes europeos decidieron dejar de financiar parte de los programas sociales de México no significa que niegan la situación de necesidad que viven decenas de millones de mexicanos. Simplemente, afirman que existen las condiciones suficientes para que el gobierno federal resuelva estas cuestiones y que si los recursos están tan desigualmente repartidos, no es problema suyo. Esta postura se entiende; tan desesperante que resulta ver crecer la riqueza nacional año tras año sin resultado tajante en la mejora de la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos.
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