César murió el 11 de julio tras 21 días internado y 18 días intubado con altas y bajas en su salud. Y aunque ya había dado negativo al Covid-19 dentro del hospital 270 del IMSS de Reynosa, el virus había deteriorado pulmones y riñones.
Durante esos días no estuve a su lado por mi residencia en Monterrey y él en Matamoros, pero conocí a detalle dónde se contagió, qué médico lo consultó por vez primera y qué le recetó, y qué síntomas tuvo durante cinco días hasta mi mamá Angelita y mis hermanas Lupita y Nora decidieron hacerle la prueba PCR, sacarlo de la casa e internarlo de urgencia.
Antes, el 17 de junio, mi hermano mayor leyó sobre su diagnóstico “de riesgo” por parte de la doctora general María Guadalupe Barrera Coronado, con cédula profesional 10098302. Pero en vez de mandarlo a un hospital lo remitió a su casa. Desde entonces la googleo y no la hallo.
Su diagnóstico con esa fecha, tras consultar a César para darle una incapacidad de 14 días, fue: “Asociación epidemiológica de riesgo”.
“Cita abierta en caso de presentar signos o síntomas de alarma”, agregó, escribió y firmó Barrera Coronado en una hoja membreteada de los Servicios Médicos Municipales Matamoros, Tamaulipas, cuyo original conservo.
Ese diagnóstico que enlutó a nuestra familia, de un virus que un día nos daba esperanzas y al día siguiente nos las quitaba, me motivó a diseñar un cuestionario dirigido a familiares que perdieron un ser querido. En total recibí 205 respuestas de todos los rincones del país.
Para su difusión me apoyaron Hora Cero, Televisa Monterrey, Canal 28 de Nuevo León, Vanguardia de Saltillo y colegas como Jorge Chávez y Norberto Lacarriere.
El objetivo era que a través de la estadística se conocieran nuevos datos para ayudar a las autoridades, a la medicina, a la psicología y a la ciencia en general a evitar nuevos contagios y muertes por Coronavirus.
Por dura que sea la comparación quise darle voz a los muertos como César, y que se escucharan a través de sus familiares. Sobre cuáles fueron sus primeros síntomas, por qué no acudieron a un especialista, qué medicamentos les fueron recetados, cuál fue la vía de contagio y cuántos días valiosos se perdieron.
Pero también conocer qué apoyo psicológico necesitan viudas o viudos; hijos e hijas; padres o madres; hermanos o hermanas que perdieron a un ser querido, en un México donde la asistencia en ese rubro es casi nulo y faltan profesionistas.
En síntesis quiero compartirles que César está en la estadística de las personas que creyeron que tenían otra enfermedad (39%) y se negó a aceptar que era Covid-19 (31.8%). Más del 70 por ciento murieron entre la negación o la confusión.
César fue consultado por un médico general como el 70.4 por ciento de los casos de los familiares que respondieron el cuestionario. Y apenas un 4.2 por ciento por un especialista en pulmones (neumólogo). Y tras ser mandado a casa pudo consultar sólo una vez con un doctor (70.2%) antes de ingresar a la clínica donde murió.
César perdió días que hubieran sido la diferencia entre vivir y morir, confiado en el diagnóstico de la doctora Barrera Coronado, pues un 54.9 por ciento tardó entre 1 y 3 días para entrar a un hospital.
En fin, César ya está en el cielo. Su familia lo sigue extrañando como las casi 110 mil familias en luto en México por esta pandemia (cifras al lunes 7 de diciembre) que no tiene fin.
Ojalá los resultados del estudio sean tomados con absoluta seriedad por quienes toman decisiones en el sector público y privado de salud para provocar cambios y mejorar la atención de los pacientes de esta y otras pandemias…
…Y no estar atascados, a estas alturas, en la polémica de si sirve o no usar cubrebocas. ¡Por Dios!
twitter: @hhjimenez