
Cuando pienso en María Eugenia Llamas no pienso en “La Tucita”. La niña era una, pero la mujer, era sin duda la mejor versión de sí misma.
María Eugenia Llamas era una mujer de ojos transparentes, de mirada cristalina y te permitía ver su alma y sus sentimientos. ¡Era traslucida! Y para su bien o para su mal, era algo que la tenía sin cuidado.
María Eugenia Llamas nació en la ciudad de México en 1944. Y por lo menos las últimas cinco generaciones de mexicanos sabemos que “La Tucita”, la niña que ella representó a la edad de tres años al lado de Pedro Infante en la película “Los Tres Huastecos”, ha sido la actriz más simpática, irreverente y fenomenal que pudimos ver en la pantalla grande.
Fue actriz de teatro, de cine y televisión. Pero los últimos 30 años de su vida los dedicó a contar cuentos, ¡y lo hacía extraordinariamente! Porque mientras usted se sentaba en un auditorio a escucharla, ella lograba transportarlo hacia mundos y confines de una imaginación sin límites y sin precedentes.
María Eugenia no sólo contaba cuentos, también los escribía. Y es que desde niña escribía, pero apenada por una crítica a su infantil y pródigo talento, dejó de hacerlo. Años después retomó este gusto y tras tomar un taller de narrativa, logró superar aquellos miedos y desde entonces no dejó de escribir y además, se dedicó a presentarse como cuentacuentos en cuanta aula o escenario era invitada, logrando cosechar un récord de más de 3 mil cuentos narrados, en vivo, escenificados, magistralmente actuados y causándonos risa, estupor, ternura, tristeza, reflexión y desde luego, enorme admiración a su gran talento en escena, no sólo en México sino en Europa y los Estados Unidos.
En el filme de Ismael Rodríguez, de 1948, podemos ver a una niña tierna, inocente y frágil, pero también capaz de decirle a un Alejandro Ciangherotti: “¡Voy, voooy, tan grandote y tan chillón!”, en la escena donde éste le tiene miedo a una tarántula mientras ella la tenía de mascota…
En 1949 volvió a actuar en el filme “El seminarista” -ya sin su víbora, “La Chabela” y sin su tarántula, “La Epifania”- pero sí con su irreverencia magistral donde le dice a Pedro Infante “¡Ay, pero está lindo, el condenado!”, y reitera “Con bigote y sin bigote ¡qué lindo, el condenado!”.
Por “La Tucita” fue nominada a los Premios Ariel, pero dicho reconocimiento le fue otorgado por su actuación en la cinta “Los niños miran al cielo” (1950), de Roberto Rodríguez; o sea, a los seis años de edad.
También trabajó en la famosa telenovela con Rafael Banquells, “Gutierritos”, interpretando a la hija de éste.
En el 2007 tuve el privilegio de entrevistarla durante el ciclo “Cuentos, cuentos, ¡puros cuentos!” que presentó en el Museo de Historia Mexicana en Monterrey, ciudad donde vivía con sus hijos y donde formó un matrimonio y una familia con el conductor de programas de variedad Rómulo Lozano.
Después de su presentación, me acerqué a ella y dijo sentirse cansada. Se quitó los zapatos y se sentó en la duela del escenario, hice lo mismo y ahí, sentadas las dos y sin zapatos, fue cuando dijo aquellas frases que caracterizaban su honestidad y transparencia:
“-¿Qué es lo que más le gusta a María Eugenia de “La Tucita”?
-La espontaneidad, la irreverencia, la rebeldía. “La Tucita” era un personaje de una película al que yo le di sangre, aire, vida y cuerpo. Entonces, el personaje estaba escrito de una manera que sí había ciertas cosas irreverentes, pero tonos y todo pues yo la encarné. Entonces yo no sé si “La Tucita” tenía características mías o yo le imprimí mis características de mi personalidad. No lo sabía. Solamente tenía tres años y medio. Hoy tampoco lo sé. Creo que era natural. En realidad yo me aprendía de memoria lo que tenía que decir pero dentro de eso me dejaban improvisar.
-¿Y a “La Tucita”, qué le gusta más de María Eugenia Llamas?
-…Fíjate que hay muchas cosas que me gustan de mí. Me gusta darme cuenta que soy un buen ser humano –y su voz se suaviza, junto con su mirada-, me gusta saber que soy una persona leal. Me gusta mi honestidad, en todos los sentidos. Creo que soy una persona muy transparente, muy limpia, de cuerpo y alma; eso me gusta de mí”.
María Eugenia Llamas partió este mes a descansar en el mundo infinito de lo intemporal.
Q.E.P.D. la niña más consentida de México. Nuestra “Tucita”, la mamá de Maru, Luzma y Fer.