Una de las mayores decepciones de Qatar 2022 es España. Luego del tiempo regular y tiempos extras, ante Marruecos, sucumbió en la definición de penales. Erró los tres que les correspondió tirar. El veterano Sergio Busquets, campeón del mundo en Sudáfrica 2010, fue el último de los tiradores de la jornada en el Estadio Education City, que le entregó, con un mensaje telegráfico, el balón al arquero Yassine Bounou, conocido como Bono.
El episodio de octavos de final de la Copa del Mundo, escenificado el 6 de diciembre, pone en relieve el impacto de la globalización del futbol y el saldo de éxitos y fracasos deportivos en el nuevo milenio.
La movilidad de personas por la esfera terráquea, que se ha facilitado con las conexiones virtuales, hacen que los flujos migratorios se intensifiquen. Las oleadas de desplazados por motivos políticos, sociales, económicos o bélicos, hace que el balompié tenga que cambiar sus modos habituales de reclutar jugadores. Jorge Valdano lo dijo hace un par de décadas: seguramente en alguna llanura de África está pateando el balón un chico que heredará el genio de Maradona. El mundo ha atestiguado las dos justas internacionales recientes, las de Rusia 2018 y esta, en el entorno árabe, la magia de Kylian Mbappé, un chico que nació en Francia, hijo de migrantes originarios de Camerún que, a sus 23 años está llamado a ser la máxima figura en la historia de los mundiales por encima, estadísticamente, de Pelé.
Con 11 juegos de copas del mundo, el galo ha anotado en nueve ocasiones, con lo que ya igualó a Messi y superó a Cristiano Ronaldo. O Réi jugó 12 partidos en cuatro mundiales y anotó en 14 ocasiones. Es el máximo ganador en la historia con tres cetros universales alzados. Mbappé ya fue campeón universal, también jovencito, a los 19. Y, si siguen como van, Los Blues pueden hacer el bi.
Aunque el debate sigue abierto sobre la necesidad de firmar naturalizados, la tendencia es irreversible. En Qatar, de 832 jugadores inscritos 137 son naturalizados. De 32 selecciones, solo cuatro no tienen extranjeros: Brasil, Argentina, Korea y Arabia Saudita. Todos los demás han buscado auxilio más allá de sus fronteras. México ha hecho un pequeño escándalo con la convocatoria del argentino Rogelio Funes Mori que, a decir verdad, nunca fue la solución esperada del Tri, como se demostró en esta competencia, en la que el equipo nacional fue echado en la primera ronda. El mendocino se tomó su tacita de café en el último juego ante Arabia, al entrar de cambio ya en la agonía del juego. Gales, sin rubor, presentó a nueve ingleses y un alemán. Francia tiene distribuidos 38 paisanos entre nueve equipos que acudieron a la cita en el Golfo Pérsico.
Marruecos, la cenicienta de los cuartos de final, tiene 14 nacionalizados, con un grupo variopinto de españoles, franceses, italianos, belgas, neerlandeses.
El caso de la eliminación de España es de antología y parece una venganza de la historia. Cada año, buscando integrarse a la próspera Unión Europea, cruzan al país por el Estrecho de Gibraltar corrientes migratorias procedentes de Marruecos, que llegan a las costas canarias, o que avanzan por tierra a Ceuta y Melilla, en disputado territorio africano. Unos 20 mil cruzan cada año. Las cifras hablan de un millón de residentes marroquíes en suelo español, y su integración a la comunidad es un problema permanente. Afortunadamente el balón es redondo, como el planeta, y el futbol es contundentemente democrático, con reglas parejas que igualan a musulmanes, católicos, budistas y sintoístas, cuando corren en calzoncillos sobre el rectángulo de césped. Achraf Hakimi, balón de oro africano, nació en Madrid, pero el destino lo llevó a nacionalizarse marroquí. Actualmente, el magrebí juega en el Paris Saint Germain. Es pareja de la actriz española Hiba Abouk, de ascendencia tunecina. Después de todo, el juego se vuelve factor de mezcolanzas culturales.
Pues fue Hakimi, con su doble nacionalidad, el verdugo de los españoles al anotar el último de la tanda a Unai Simón. Y a la derrota hay que añadir el desplante, porque el tanto de la victoria fue a lo Penenka. Bono, que en el arco de los llamados Camellos Mecánicos contuvo la metralla enviada por los chicos de Luis Enrique, nació en Montreal, y su Club es el Sevilla. Su familia reside en Casablanca.
Ya vivimos en la aldea global, que propone McLuhan. Las fronteras se han desdibujado. En algunos años la definición de patria se habrá transformado. Los ciudadanos del mundo saltan de un territorio a otro y ya no necesitan reclamar residencia permanente, pues pueden estar en cualquier sitio, de acuerdo a las oportunidades de trabajo o subsistencia.
Como decimos en México: el mundo es un pañuelo… lleno de mocos.