Semanas atrás Jorge, un empresario de Nuevo León decidió, lo que no estaba en sus planes: primero mandó a su familia a vivir al Valle de Texas y, semanas después, preguntó en el Consulado de Estados Unidos sobre los trámites para la obtención de una visa de inversionista.
Durante muchos años su honesto trabajo le permitió acumular un ahorro, mismo que invertía en un porcentaje considerable para hacer crecer su empresa y su patrimonio.
Por más de 20 años ha dado empleo a un centenar de personas y los hijos de los obreros han recibido una educación decente.
Nunca ha estado al margen de la ley. Cuando ha tenido necesidad de construir, los albañiles están asegurados en el IMSS; cada uno de sus vehículos circulan con placas recientes y sus tenencias pagadas, y nunca ha evadido sus obligaciones fiscales ante Hacienda.
Pero cuando supo a través de las noticias del acuerdo entre PAN y el PRI para que el primero no hiciera alianza con otros partidos en las elecciones de 2011 en el Estado de México, a cambio de que el segundo votara el 16 por ciento de IVA en el Senado, no daba crédito a lo que escuchaba en la televisión.
El empresario se considera un mexicano de esos en peligro de extinción, sobre todo por su amor al país.
Sus ahorros de toda la vida los tiene repartidos en varias canastas: en inversiones en pesos y en dólares, y ha comprado bienes inmuebles, pero sobre todo ha visto crecer una empresa y para sus empleados es un ejemplo.
El año pasado, en los peores meses de la crisis, se ajustó el cinturón y no quiso rasurar la nómina mandando al desempleo a una parte de sus trabajadores. En cambio, prefirió bajar de calidad en algunas materias primas gastando menos y sus utilidades serían inferiores al finalizar el año.
En pláticas manifiesta su hartazgo por la podredumbre en el sistema político que impera en México, mismo que ha empeorado –según él– a raíz de la transición del PRI al PAN en las elecciones presidenciales de 2000.
Recuerda a un país en relativa paz durante las últimas décadas antes de que Vicente Fox Quesada se pusiera la banda presidencial.
El narcotráfico existía como la mafia italiana; como los cárteles en Colombia y su boom en los años ochenta y noventa, así como los grupos criminales en Estados Unidos con Al Capone como su estandarte en la segunda y tercera década del siglo XX.
El empresario tiene memoria de los gobernantes del PRI corruptos, hasta su ocaso en la presidencia con los hermanos Salinas de Gortari en esa vitrina. Sin embargo no recuerda a un México donde las bajas de civiles inocentes van en aumento por una guerra del Ejército en contra grupos delictivos.
Jorge jamás se imaginó sobre personas fusiladas, encobijadas o “pozoleadas”; de policías secuestradores, en nóminas oscuras o abatidos en represalia. Mucho menos de que el área metropolitana de Monterrey fuera rehén de grupos capaces de trastocar la vida de cuatro millones de habitantes instalando barricadas y golpeando gentes inocentes.
La semana pasada circulaba en su camioneta por el sector Cumbres de Monterrey cuando se desató una balacera. Iba con su esposa y dos hijos adolescentes.
En cuestión se segundos enmudecieron, se miraron a los ojos, salieron corriendo del vehículo y se pusieron pecho tierra. Se sintieron protagonistas de una película, contaron más tarde a sus familiares y amigos.
Al día siguiente supieron que una vecina del sector San Jerónimo murió con una bala en la cabeza cuando su esposo, a bordo de una camioneta pick up vidrios ahumados que usaba en su trabajo, fue confundida por un convoy del Ejército que enfrentaban a miembros del crimen organizado.
Sus nervios y su tolerancia llegaron al límite. Jorge ya dejó de creer en México, en sus gobernantes y en sus instituciones.
En un viaje al Valle de Texas buscó asesoría con las autoridades de McAllen y decidió salvaguardar a su familia, como primer paso.
El gobierno de Estados Unidos otorga visas especiales a inversionistas mexicanos y de otros países que deciden llevar su dinero a territorio seguro. Pero hubo una razón mayor por la que abandonará Monterrey dejando en buenas manos a su empresa y sus trabajadores.
Jorge, más que salvar su patrimonio, quiso salvar el pellejo de él, de su esposa y de sus hijos.