En Europa se celebran un sinfín de eventos de promoción del libro y en varios de ellos se ha celebrado a la literatura mexicana. Recordamos que el “Salón del Libro” de París, uno de los sucesos literarios más importantes del continente aclamó a México como invitado de honor hace un par de años. Fuentes, Rulfo, Reyes o Paz se encontraban en los pasillos de este mega evento como algunos de los representantes más reconocidos del primer país editor de libros de toda América Latina (¡sí, sí, se trata de México!). Este año, fue el Salón del Libro de Ginebra, Suiza, quien promovió el lugar de México en el mundo de las Letras, con exposición de las obras de grandes mujeres de la literatura mexicana, desde Juana Inés de la Cruz hasta autoras contemporáneas como Araceli Rico. Y ahora, la Feria del Libro de Fráncfort – que constituye ni más ni menos que la mayor Feria del Libro de Alemania, de Europa y… ¡del mundo! – se apuntó para realzar a nuestro país como invitado de honor en una próxima edición. ¿Y dentro de México, cómo se porta el libro y la producción editorial?
Azar del calendario, este año 2013 coincidieron dos de las principales Ferias Internacionales del Libro (FIL) del país – en Monterrey y en México DF –, pues la versión capitalina se pospuso debido a la ocupación del Zócalo y luego a la instalación del centro de acopio. Resultado de este ambiente tenso alrededor de la también llamada Plaza de la Constitución: a pesar de la fuerte presencia de las fuerzas del orden público, el evento fue todo un éxito popular y comercial, demostrando una vez más la fuerza de convocatoria que tienen los libros.
Por la gran felicidad de las editoriales presentes, la FIL de Monterrey también rindió muy buenas cifras de visitantes y de libros vendidos. Pudimos observar en los pasillos a los visitantes entusiastas por llevarse historias, experiencias y emociones literarias. Da gusto apreciar que 250 mil personas acudieron a un evento de promoción de la lectura a pesar de las lluvias y que la gran mayoría de ellos compraron libros por gusto, y no por alguna necesidad profesional u obligación estudiantil.
Tristemente, en el noreste de México acceder a un libro resulta toda una hazaña “fuera de temporada de FIL”, pues hay que trasladarse hasta una de las pocas librerías o bibliotecas de las ciudades, cosa que sólo un lector motivado cumplirá. Aun así, lo acontecido en las FIL constituye una excelente noticia, independientemente del tipo de libro que se hayan llevado los futuros lectores. Me parece valioso en sí el acto de tomar de su tiempo – muchas veces en familia – para acudir a un evento cultural y comprar algún tipo de libro, aunque sea de esoterismo barato o de superación personal. De nada serviría iniciarse al gusto por la lectura con obras inalcanzables que terminarían muy probablemente de adorno en los libreros. Muy pocas personas empiezan a leer a Cortázar, Brecht o Proust como primera lectura.
Esto sí, ¡cuánta falta hace leer un poco más en nuestro país! Los niveles de lecturas en México son terriblemente bajos. La OCDE nos explica que el 40 por ciento de la población nunca ha penetrado en una biblioteca… lo cual se refleja lógicamente en el nivel académico de nuestros estudiantes: ¿acaso es posible aprender a escribir o ampliar sensiblemente su base de vocabulario sin literatura y viendo principalmente televisión en su tiempo libre como dice hacerlo más del 40 por ciento de la población mexicana? En Europa también, si bien los finlandeses y sus vecinos nórdicos presentan sólidos hábitos de lectura, constatamos que los europeos del sur (italianos, españoles, en menor medida franceses) sufren de malas destrezas lectoras. Esto a pesar de la política de reducción de impuestos a todo tipo de producción cultural y del incentivo a la lectura por medio de numerosas becas y concursos literarios que inició la Unión Europea en los años 1990.
La juventud europea también enfrenta los retos del mundo de hoy, que provee mucha competencia al libro, especialmente la televisión y las nuevas tecnologías, pues aportan satisfacciones exiguas pero disponibles al instante y sin costo. En ambas orillas del Atlántico, es necesario usar la tecnología como un aliado en la promoción de la lectura para acabar con el rezago educativo. El desafío consiste en adaptar las futuras políticas educativas para que acompañen de la mejor manera a la revolución numérica que conoce el mundo editorial.
[email protected]