Definitivamente no voy a comprar un cachito de la Lotería Nacional para avalar la broma de rifar el avión presidencial, porque insisto en que es una ocurrencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien está sufriendo lo mismo que el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón.
Y vamos por partes para entender mejor a qué me refiero. En 2015 “El Bronco” hizo historia en México al convertirse en el primer gobernador independiente (sin ser postulado por un partido político) en ganar unas elecciones, y de manera apabullante, con casi un 50 por ciento de la votación.
Rodríguez Calderón logró el 48.8 por ciento de las preferencias en las urnas, equivalente a un millón 20 mil escrutinios a su favor.
Pero varios temas polémicos mediáticos, así como su desafortunada candidatura a la presidencia de la República en 2018, han opacado tremendamente los aciertos que lleva en su cada vez más agonizante sexenio.
Por citar solo unos ejemplos: reducir el gasto de publicidad en medios de comunicación de mil millones de pesos anuales ejercidos por su antecesor Rodrigo Medina de la Cruz, y destinarlos a obra pública; el cierre del Penal del Topo Chico; el inicio de la construcción de la Presa Libertad, y la apertura de las Preparatorias Militarizadas.
La misma situación la está sufriendo AMLO luego de un año y dos meses en la presidencia, aunque todavía sostiene alto su índice de aprobación entre los ciudadanos, contrario al ejecutivo de Nuevo León.
En lo personal creo que el peor castigo de los neoleoneses para “El Bronco” no tiene que ver con las cobijas caras, el sueldo de su suegra y el dron que pudo apaciguar los ánimos con sanciones contra los funcionarios involucrados aplicando la justicia; claro, si hubo un delito.
Pero no, considero que un altísimo porcentaje del millón 20 mil personas que lo sentaron en la silla gubernamental no le perdonan, ni le perdonarán, es que haya abandonado seis meses Nuevo León para intentar impedir una victoria de López Obrador, cuando era mero trámite acudir a las urnas.
Pero volviendo a los temas polémicos de López Obrador que lo ponen en la vitrina de la burla: la rifa del avión, la escasez de medicinas para los niños con cáncer, la endeble instauración del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y, la más reciente, terminar con los puentes vacacionales.
Cierto es que con lo que pudiera ser una bien planeada estrategia de comunicación, la figura presidencial es tema de todos los días; sin embargo, ha tenido fuertes críticas del sector empresarial, ha preocupado a prestigiadas firmas que evalúan la economía de los países pero, sobre todo, ha sido motivo de escarnio innecesario.
Porque al frente de su gestión de la Cuarta Transformación también ha generado desde polémica hasta indignación, como fue la exoneración de Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad, señalado de acumular una fortuna supuestamente ilegal, en complicidad con su pareja sentimental.
El gobierno de la 4T, en cambio, ha tenido aciertos como promover la austeridad en funcionarios públicos; ha incrementado y dado apoyos económicos a personas de la tercera edad y jóvenes desempleados; y ha tenido buenas intenciones, como combatir la corrupción, aunque quedó el mal sabor de boca por el perdón a Bartlett Díaz.
AMLO y “El Bronco” sabían que gobernar un país o un Estado no era una luna de miel que dura un sexenio. Y que retumban más en la opinión pública las cosas malas que las buenas.
Ser gobernante no es ser un artista. No, porque los actores o cantantes viven del aplauso, de los reflectores y de estar vigentes para que el público no los olvide. Y autorizan a sus mánagers a aparecer en los medios de comunicación “aunque publiquen mentiras”.
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