La Selección Mexicana de Futbol ha obtenido una victoria contundente ante su similar de Honduras. El 4-0 en el Estadio de Toluca fue la respuesta a una necesaria remontada, después del 2-0 que los centroamericanos le propinaron al Tri en la ida, en San Pedro Sula.
Vimos el martes 19 un combinado azteca de garra, con pundonor, voluntariosos. Los jugadores sacaron la casta en el momento decisivo, la hora cero, como dicen los especialistas en marketing. Raúl Jiménez volvió a hidratarse y se hizo presente en el marcador, otra vez. Gritó su diana, como se grita ¡Viva Cristo rey! Luis Malagón se agigantó en el arco y dejó a los catrachos sin pólvora. Alexis Vega quiere seguir en el candelero tricolor, y Henry Martín se niega a quedarse al margen de la estelaridad.
Javier Aguirre, desde el banquillo, queda como un estratega napoleónico, pues dejó a sus rivales atados de pies y manos y con una mordaza, sin que pudieran moverse en su propia parcela.
Es momento de celebrar, claro. La gente vibró en territorio mexiquense, mientras veían como caían los goles, uno tras otro, y se sacaban del pecho las ganas de gritar de gozo y no de frustración, como en el pasado.
En casa también hubo contento, pues las últimas actuaciones del Tri habían sido de desdicha, la última, la semana pasada, con una dolorosa derrota ante Honduras, uno de los abajeños en las mediciones de la FIFA.
El Vasco Aguirre y sus muchachos van a tener un descanso apacible durante la temporada de navidad y año nuevo. Su siguiente encuentro oficial será ante Canadá, el 20 de marzo en California.
Siempre ayuda cerrar con victoria un ciclo, aunque sea de calendario.
Ahora en las fiestas decembrinas, tan solo por esta goleada, va a haber más ventas de suvenires de la Selección Mexicana, con mayor movimiento de cajitas felices con la cara de César Montes en los establecimientos de comida rápida.
Podemos movernos a un engaño, en esta temporada de reconciliación, paz y amor. Podemos suponer que será el repunte de la Selección Nacional, en esta crisis histórica en la que se ha sumergido, por responsabilidad propia.
¿Será el inicio de la nueva era de acuario del Tri, un renacimiento? No lo creo.
Las señales apuntan hacia un fracaso próximo y sucesivo. Vamos, Honduras es la selección número 78 del mundo y ya le ganó a México la semana pasada. Que el equipo se reponga a una diferencia de dos goles no significa nada y menos jugando de local, con condiciones favorables.
Lo que estamos viendo es un espejismo, la ilusión de un oasis próximo que seguramente desaparecerá con el acercamiento.
México no trae material humano suficiente para competir contra selecciones grandes. Lo que se ha visto, hasta ahora, es una exhibición de penurias, con jugadores de medio pelo, agigantados únicamente ante los pequeños. Este Tri no es para enfrentar selecciones de Europa. Tampoco puede hacer mediciones con Brasil, Argentina, ni con Chile, vaya, que está un poco más cerca de los grandes, sin serlo. Es cliente frecuente de Estados Unidos.
Es cuestión de ver la nómina. No hay un solo jugador de calidad platino. La carta mayor del extranjero, Jiménez, apenas comienza a retomar forma en el Fulham, sin haberla recuperado del todo, luego de aquel accidente en la cancha en el 2020, que lo conmocionó. El año pasado el mejor jugador mexicano era Edson Álvarez. Aunque, para el videogame de la FIFA el astro es Guillermo Ochoa. De ese calibre está la calidad en la tropa.
Celebremos. Destapemos una cerveza y alcémosla por un buen cierre de año. El Tri ganó a Honduras. Disfrutemos el presente efímero.
No quiero ser amargo, pero es cuestión de ver hacia el punto en el horizonte donde están los juegos futuros: la Nations famosa, la Copa Oro, el mundial T-MEC 2026.
Nada bueno se ve hacia adelante.