Sucedió en el 2000, luego en 2006 y esta vez no sería la excepción, cuando en los debates de los candidatos a la presidencia de México hay mucho ruido y pocas nueces. Mucho ruido por las descalificaciones y acusaciones, y pocas nueces porque las propuestas escasearon.
La confrontación entre Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri de la Torre fue un circo electoral versión siglo XXI, que semanas atrás se había anticipado porque los de abajo en las encuestas se irían con todo contra el primero.
Y lo planeado se cumplió como lo marcaba el guión. La panista y el izquierdista lanzaron metralla contra el candidato tricolor, que respondía a las acusaciones utilizando una táctica futbolera: la mejor defensa es el ataque. Y contrarrestó durante las dos horas del espectáculo político.
La táctica era desnudar a Peña Nieto que, según López Obrador, tiene el apoyo de las principales televisoras privadas del país, en especial de Televisa, porque su esposa Angelica Rivera es una actriz salida de ese establo, además que durante su mandato como gobernador del Estado de México inyectó millones y millones en las dos empresas a través de spots.
Y seguramente López Obrador tiene toda la razón, pero no es exclusivo de Peña Nieto sino del resto de los gobernadores. Vaya, es parte de la cultura del despilfarro de los recursos públicos difícil de erradicar en México.
Recientemente lo hizo Marcelo Ebrard en el Distrito Federal, cuando quiso ser el candidato de las izquierdas a la presidencia, utilizando el erario para exaltar todos los logros de su gobierno para que creciera en las encuestas y, luego, despojar a López Obrador de la candidatura. Y no lo logró.
Que un gobernante ponga a funcionar su aparato de comunicación social para alcanzar un objetivo como lo hizo Peña Nieto, no es un pecado. Al contrario, sería un extraterrestre que un servidor público prefiera guardarlos en un baúl antes de ser cacaraqueados en radio, prensa, televisión e internet.
Ante las acusaciones de López Obrador de que Peña Nieto es el candidato de las televisoras que quieren imponer a un presidente, éste le respondió que si esa premisa es correcta, el tabaquero debió serlo en 2006, cuando robó cámara en todos los medios del país, primero por el tema del posible desafuero y, más tarde, durante su campaña.
Hay que recordar que antes de las elecciones presidenciales pasadas, uno de los temas con mayor cobertura mediática fue el probable desafuero del entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, quien supuestamente había ignorado una orden judicial. Al final López Obrador ganó y sus simpatías subieron hasta las nubes.
A eso se refirió el candidato del PRI-Verde, cuando su contrincante recibió la total cobertura de la prensa nacional cuando salió triunfador de ese round, en la pelea que sostuvo con Vicente Fox Quesada, su entonces principal enemigo.
Esta vez durante el debate del domingo 6 de mayo, López Obrador llegó con todo para restarle puntos a Peña Nieto, quien según una encuesta posterior al evento, el periódico El Universal lo hizo ganador con 31.6 por ciento de las menciones; segundo López Obrador, con 20.8; tercero Quadri con 18.4, y última Vázquez Mota, con 17.3 por ciento.
Quienes creyeron que sin un apuntador electrónico Peña Nieto no sería bueno para improvisar, se equivocaron. Cuando atacó y contraatacó convenció, aunque Quadri demostró que fue mejor que sus adversarios en proponer y no mostrarse como un rijoso.
Vázquez Mota, cuando tenía el uso de la palabra, hablaba con un tono de alumna de secundaria en un concurso de oratoria; tenía bien memorizado el tema y varias veces perdió el audio porque se prolongó en el tiempo permitido.
Si un mexicano televidente despistado hubiera llegado a su casa y enciende su televisor sin saber qué programa estaba al aire, no dudo que al escuchar su voz la hubiera confundido con una conferencista motivacional.
Uno de los principales riesgos de los debates, para los televidentes que a su vez son potenciales votantes, es no distinguir quién dice la verdad y quién dice mentiras, o medias verdades o medias mentiras. Porque de lo que se trata es salir bien librado de la andanada de metralla.
Por eso hay que tomar con reserva si Vázquez Mota fue una faltista cuando fue diputada federal; o si Peña Nieto malversó fondos cuando fue secretario de Finanzas antes de ser gobernador; o si López Obrador solapó a sus funcionarios corruptos.
En los debates se trata de esquivar las acusaciones y tragarse los sapos amargos cuando el candidato o candidata es exhibida ante millones de personas, como en este caso sucedió. El que pierda la vertical, la cordura y se enoje, sale perdiendo.
Pero si se trata de comentar lo mejor del primer debate organizado por el IFE, no hay duda que fue el paseíllo de la edecán argentina con ese escote provocador, de infarto.
Y si esta vez los sabios del IFE contrataron a Julia Orayen, hay que esperar lo que viene el 10 de junio, cuando se vuelvan a encontrar los cuatro candidatos con una edecán de copa D o E… para subir el rating.
Twitter: @hhjimenez