
La primera visita del Papa Pancho a México, tiene varias interpretaciones, todo depende del cristal con que se mire. Sus simpatizantes celebran con júbilo el hecho en sí mismo.
Sus detractores aseguran que existieron temas en los que de plano prefirió guardar la compostura y no pelearse con los “demonios”. Los temas presentes, muy similares a la agenda Papal global, fueron ecología, la familia, derechos humanos, derechos indígenas, críticas a la excesiva e inmoral acumulación de capital y poder, la ausencia de valores, y la arrogancia clerical.
¿Los ausentes? Curas pederastas, desaparecidos en Ayotzinapa y los constantes y reiterados abusos de poder de los hombres de la sotana. Y aunque hubo momentos en los que recalcó su interés por la feligresía, parece que a final de cuentas la jerarquía católica mexicana se salió con la suya, una vez más.
Y si algunos no lo creen, basta con ver como el Obispo de Roma, se mostró cómodo con la presencia de figuras altamente cuestionadas en diferentes temas morales y económicos como el arzobispo Primado, Norberto Rivera.
Pareciera que al jerarca de la Iglesia católica mexicana, como a otros más, no le quedó el saco en discursos como cuando les dijo el Papa que dejaran de sentirse “príncipes de la Iglesia” y le bajaran varias rayitas a la arrogancia y a sus componendas políticas y económicas.
No pretendo soslayar la importancia de los dichos por el Papa Francisco durante su estancia en México, como tampoco busco hacerlo con lo que no dijo. Pero como dicen en el rancho: “Del dicho al hecho, es muy largo el trecho”.
Es un hecho que en la política, y nadie puede negar que la visita papal ocasionara que fueran días de “mucha política” en México, pesan más los temas y discursos ausentes que los presentes.
Aunque para muchos políticos, religiosos y líderes empresariales, la visita sirvió más para tomarse las ya comunes “selfies” o “encargar” al Vicario de Cristo a sus herederos, es un hecho que otros aprovecharon para saludarlo y pedirle su bendición, sabedores de que, al morir, muy difícilmente se lo volverán a encontrar.
La recepción en la Ciudad de México, y la despedida en Ciudad Juárez fueron actos de harta comunicación política, al quedar demostrada la relevancia del hecho, por ser presididas por el meritito chipocles mayor de Los Pinos, Enrique Peña Nieto.
El Papa estuvo en Michoacán y NO fijó una postura crítica y asertiva a los abusos sexuales cometidos por el líder ¿moral? de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel y muchos sacerdotes más; vaya, todos esperaban este tema en la cuna del principal abusador de menores y mejor optó por canonizar a un joven que ofrendó su vida en la Guerra Cristera.
En Ciudad Juárez optó por pedir a los reos que rectificaran el camino del mal, en lugar de fijar postura crítica sobre los incontables abusos hacia los migrantes, tanto en México, como en Estados Unidos, por sus respectivos Gobiernos.
En Michoacán un pronunciamiento por el tema de los desaparecidos en Ayotzinapa y otras entidades nunca se dio, al menos formalmente, y en cambio sí fueron filtradas a los medios de comunicación imágenes con Lasallistas, miembros de su comunidad religiosa, muy activos en el tema de los desaparecidos.
Pareciera que Francisco, quiso, pero NO pudo fijar posturas críticas, y aunque se vio altamente emocionado por el tradicional fervor mexicano, en ocasiones se mostró profundamente reflexivo, ¿el silencio también habla?
Es una realidad que el Papa Francisco fue reiterativo en los “qués”, pero fue vago en los “cómos”.
Y tal como lo recomendó: “No negocien con el demonio… siempre, siempre les ganará”, pareciera que para muchos hombres del Poder, los sermones y las críticas la visita del Papa fueron como las llamadas a misa.
Francisco cumplió con señalar, a la feligresía y a la jerarquía le toca lo más complicado. ¿Cuándo nos pagará a los mexicanos lo que nos quedó a deber?
Paciencia y confianza, el juego sigue.