A nadie le queda duda de que estamos viviendo tiempos inéditos, con nuevas reglas, nuevas formas de convivencia y comunicación.
Una de las características de estos tiempos es que vivimos una sobredosis de información, con lo irónico que esto puede sonar pues, nunca antes, habíamos estado tan comunicados pero tan poco informados.
Si a este escenario le agregamos la guerra que estamos viviendo en México y que tiene su campo de batalla en las pantallas de los teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras conectadas a Internet, la cosa se pone muy complicada.
Todo sirve para atacar al rival político. Derecha e izquierda se lanzan dardos envenenados en forma de datos sesgados, estudios a medias, verdades incompletas y una forma de mentir que ha elevado a arte este anti valor.
En esta guerra todo vale y es lo mismo acusarse de ratero, inútil, traidor a la patria en temas como el avión presidencial, el nuevo aeropuerto, las deudas con la justicia de regímenes anteriores a la 4T.
Sin embargo había un tema que hace unas semanas era tabú: la pandemia generada por el avance del Coronavirus en todos los países del mundo. Todos, incluso los más radicales, sabían que lucrar políticamente con este asunto era peor que patear un bebé, robarle los ahorros a un viejito o jalar de la cola a un minino.
Pero los tiempos políticos no se detienen y es urgente minar al contrario, por eso ¡adiós los escrúpulos y que comience la guerra de acusaciones alrededor de la actuación del gobierno ante el Covid-19!
Desde que empezó la pandemia me he repetido la misma pregunta: ¿Cuál es la verdadera utilidad de conocer, minuto a minuto y en tiempo real, el número de contagiados y muertos por Coronavirus?
En serio, lo he pensado mucho y no encuentro útil que la gente esté conociendo, en cada momento, cuántas personas están infectadas con este mal.
Esta danza de cifras ¿de qué le sirve al ciudadano común? ¿Acaso tiene alguna trascendencia saber que hoy son 2 mil 532 o 2 mil 533 infectados?
Hay quien pudiera decir que tenemos derecho a estar informados y no lo niego, sin embargo ¿es relevante estar informados minuto a minuto, caso por caso, muerto por muerto como un macabro contador que no deja de avanzar?
Un ciudadano cualquiera que no quiere acatar las disposiciones de quedarse en casa o la sana distancia ¿va a cambiar de opinión solamente porque de un día a otro hay 100 infectados más en su ciudad?
Para como lo veo estas cifras realmente solo son útiles para los encargados del diseño de las políticas de salud pública y para que los periódicos y periodistas tengan sus encabezados escandalosos. No más, no menos.
Pero hay un nuevo uso para estas cifras. El golpeteo político.
Hoy los números de muertos y sus discrepancias naturales en un mundo donde las cosas cambian cada minuto son usadas por los grupos políticos para golpear al gobierno en turno.
Y no los defiendo, la 4T ha hecho muchas cosas terriblemente y la verdad me tiene decepcionado, sin embargo vomito escuchar a los emisarios de la derecha y zonzos que les compran sus discursos discutir cifras nomás por criticar.
No es como si el gobierno no haya explicado las discrepancias en las cifras, lo ha hecho cienes y cienes de veces en sus conferencias de prensa diarias… sin embargo no los quieren escuchar, la cosa es atacar, hacer ruido en el feis y WhatsApp.
Hoy que medios internacionales encontraron la nota vendedora en la diferencia en el número de muertos registrados en la Ciudad de México (no el país, lean bien) veo a muchos fanáticos del New York Times.
Lo que no estoy seguro es que si todos estos seguidores del Times también compartieron con el mismo entusiasmo el artículo donde el diario le dió un periodicazo en el hocico al grupo de los 10 hombres de negocios más ricos en México, aclarando que ellos no representan a los empresarios de este país… pero bueno, eso es asunto aparte.
Hoy que los muertos se han convertido en municiones políticas (la pura imagen hace que mi asco para la clase política crezca), sigo preguntándome para qué sirve la danza de cifras del Covid-19.
Siempre me contesto lo mismo: no sirve para nada.