Contra lo que dicen algunos críticos severos de los jóvenes de hoy, éstos dieron un ejemplo edificante en la ayuda prestada con motivo de los sismos del 7 y 19 de septiembre en la ciudad de México, Oaxaca, Chiapas, Puebla, Estado de México, Morelos y Tabasco. Con iniciativas ciudadanas de mucho valor y su acción pronta en tal emergencia, se hicieron presentes en la remoción de escombros para salvar vidas o rescatar víctimas de los edificios y escuelas derrumbadas.
La sociedad espera ahora que su organización sea perdurable y activa, y sirva de estímulo para que muchas otras personas de su generación enarbolen la bandera del bien común, sin importar ideologías, creencias políticas o religiosas, ni clase económica, estudios, condición física, etc.
Ya vimos cómo inclusive adolescentes dijeron sentirse mal de ver el desastre cruel que produjo la naturaleza, y no podían quedarse de brazos cruzados. Hubo casos conmovedores de muchachos sin sus extremidades o en sillas de ruedas colaborando con los rescatistas sin ninguna inhibición. Y abundaron los que respondieron con sus saberes de nuevas tecnologías para ejecutar como es debido la comunicación digital ante la contingencia nacional que significó el hachazo sorprendente y brutal de la naturaleza en el corazón del país y en otras de sus zonas muy sensibles de nuestra geografía.
La reacción de los llamados millenials y su gesto de solidaridad no solamente debe evocarse ahora como una anécdota, sino que hay que continuarla en muchos otros campos de la vida. Y valorar su trabajo en equipo que echa por tierra el estigma de que el mexicano es individualista o ensimismado, como escribió el gran poeta Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad. El espíritu de esos mexicanos que formaron una cadena de colaboración ha de ser tomado en cuenta por las autoridades políticas, a fin de saber que cuenta con estos grupos que no solamente en los desastres sino siempre están dispuestos a abrazar a otros mexicanos e impulsarlos a salir adelante.
Hay savia en la juventud que está consciente del papel que juega en el México y en el mundo de hoy. Hay energía en el cerebro, en las piernas y en las manos de los muchachos que tienen en alta estima la solidaridad social. Hay amor a los demás en ese gesto que potencia el corazón de muchos al acudir en apoyo de los que sufren una pérdida humana o de sus propiedades y bienes a causa de los terremotos o inundaciones.
Los jóvenes de hoy irrumpen en cada escenario que los convoca a aportar su granito de arena en la construcción y reconstrucción de nuestro hogar común. Y llegado el momento, si fuera necesario, pueden inducir los cambios oportunos en muchos aspectos. Así es que los adultos estamos obligados nada más a orientarlos y a canalizar su energía sin poner diques a sus buenas intenciones.