
En la cancha se percibía un marcado contraste de corpulencias: las jugadoras del Barcelona se veían altas y robustas, y las de Tigres, pequeñas y débiles.
Las diferencias fueron evidentes durante la noche del viernes 1 de septiembre, cuando se enfrentaron en el Estadio Universitario de Nuevo León.
El marcador quedó 1-0, a favor de las ibéricas, y no reflejó lo que ocurrió en la cancha. Las futbolistas del conjunto catalán arrasaron a las felinas. Con un conjunto que fue la base del seleccionado español, que recientemente ganó el mundial femenil, las culés se vieron imparables.
Lo que observé, en esa noche de interesante futbol internacional, fue un desbalance de culturas y rutas de desarrollo. Aunque Europa es considerado el origen de todos los males del mundo y se considera el continente eje de las naciones, y ombligo del planeta, hay algunas cualidades que se le deben destacar. De entre todas esas naciones, a España se le aprecia por cercanía de lenguaje.
La confrontación que ocurrió en esa velada, bien podría ser como un microcosmos, dentro de una caja de Petri, para el estudio de un científico de nutrición.
Durante el primer tiempo las visitantes prácticamente atropellaron a las anfitrionas, que debían reponerse, una y otra vez, a los embates incesantes sobre su puerta.
Se entiende la razón por la que las barcelonesas son las actuales ganadoras de la Champions League femenina, el galardón máximo de clubes en el Viejo Continente. Jugaron la cuarta final en cinco años. Traen una inercia demoledora.
Las jugadoras de Tigres fueron ahogadas, en el primer tiempo, por el empuje de las catalanas, que no les permitían pasar de la media cancha con balón dominado. Alexia Putellas, la mejor jugadora del mundo, demostró que tiene oro en los choclos. Distribuía el juego como quien hace zumbar trompos chilladores. Con una precisión de relojero colocaba pases a las delanteras que llegaban por las bandas y que desbordaban a las defensas, que terminaban viéndoles el número del dorsal antes de que sacaran sus centros venenosos o sus tiros.
Las felinas pretendían salir jugando, pero perdían la pelota antes de rebasar la cintura de la cancha. Entonces, las europeas con mayor fuelle y presencia física hacían triangulaciones y paredes repetidas, como en un loop enloquecedor, para saltar la última línea de las universitarias y asediar la puerta de Cecilia Santiago que, por lo demás, lució en plan coloso, pese a la derrota. Cinco, siete ocasiones claras de gol, conjuró la guardavallas con sus salidas a tiempo, para achicar ángulos de tiro, o con estiradas gatunas que intervinieron rectas con etiqueta de diana.
Más allá del evidente sojuzgamiento que ejercían las ibéricas, pude notar una corpulencia desigual. Putellas y la noruega Graham parecían gigantas gemelas, rubias y con movimientos huracanados para orquestar ataques por la banda derecha.
Acá en Tigres, de mucho menor talla, Jacquelie Ovalle y Stepany Mayor buscaban atrapar algún pelotazo que les enviaban al frente, pero sus esfuerzos resultaban infructuosos, como si las enviaran a la guerra armadas con un alfiler. Las coberturas de dos – uno a la entrada del área enemiga, las reducían de inmediato, trituradas por las dos torres de la defensa central blaugrana que las reducían sin mayor problema.
La base de la comida mexicana es el maíz, las tortillas. La vitamina T, le llamamos, con taco, tamal y torta, alimentos de muy escaso valor nutritivo. En España se alimentan desde pequeños con abundantes verduras, frutas, cereales, leguminosas, una dieta cargada de proteínas. Consumen carne roja y pechugas de pollo, atún, leche descremada, que incrementan la masa muscular. No solo había disparidad de calidad de futbol. También había diferencias sociológicas y ergonométricas, entre dos equipos de países de culturas parecidas, pero con desarrollos opuestos. Un país que está en el primer mundo, próximo l Grupo de los 7 y otro, en vías de desarrollo, tercermundista, lastrado por problemas asociados con el atraso y las economías que condenan a la pobreza a sus pobladores.
Aunque se anotó un gol solitario, el partido lució disparejo, por motivos de formación e historia. Tigres se mostró como el mejor equipo de la Liga MX Femenina. Pero no es lo mismo jugar contra el Necaxa, Bravas, Santas, Xolas, equipos a los que les pasan por encima, como máquinas compactadoras, a medirse con escuadras de la primera fila de la escena mundial, como son las de Barcelona.
El marcador no fue favorable, pero Tigres creció, estoy seguro, ubicándose en su realidad. Los directivos de la U que siguieron con atención el juego, también ya se dieron cuenta de que hay que traer más figuras de calidad premier, como la recién salida Mia Fischel, extrañada horrores en esa noche.