Durante una visita al zoológico ¿se atrevería a entrar a la jaula de unos tigres dormidos a estirarles los bigotes?, la respuesta está explícita.
Peor aún, ¿se atrevería entrar a la jaula de los tigres de Bengala, a estirarles los bigotes, mientras que ellos caminan de lado a lado en una actitud retadora?
Sin duda, todos coincidimos que sería una locura hacerlo.
La conducta racional del ser humano nos permite actuar ante situaciones que percibimos riesgosas, por lo que nuestra reacción inmediata y permanente es alejarnos del peligro y garantizar nuestra integridad física y la de nuestros familiares.
Vaya, hasta los animales cuando detectan incendios en los bosques o selvas, huyen llevando consigo a sus crías, o se alejan de las costas cuando detectan terremotos y los posteriores tsunamis.
La naturaleza de todo ser vivo, nos dice que debemos huir del peligro.
¿Entonces cómo podemos entender la actitud irracional de centenares de habitantes de Tlahuelilpan, Hidalgo, quienes, sin medir el peligro, hicieron exactamente lo contrario a lo que dicta el sentido común?
Los hechos confirman que Tlahuelilpan es un “municipio huachicolero”, ya que al estar ubicado a menos de 20 kilómetros de la refinería de Tula, han realizado sistemáticas “ordeñas” al poliducto, “picándolo” en diez distintos puntos, en menos de trece kilómetros.
Cerrado desde diciembre, luego de las medidas implementadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador para evitar el robo de combustible, los centenares de vecinos “celebraban en un baño de gasolina”, con el restablecimiento del flujo.
Hasta que la muerte alcanzó a casi un centenar de sus habitantes, y dejó gravemente lesionados a varias decenas más, en la que será recordada como la peor tragedia registrada en el robo de combustible en México.
Contra toda lógica de supervivencia, centenares de habitantes de Tlahuelilpan, mismo que registra un 50 por ciento de sus habitantes en pobreza, según estimaciones del INEGI, subieron durante horas en redes sociales videos en los que manifestaban su gozo por poder robar el combustible, al igual que lo habían hecho ocasiones anteriores, e invitaban a sus vecinos a unirse a lo que al final sería un suicidio colectivo.
Peor aún, una partida militar que llegó a acordonar la zona del derrame para evitar lo sucedido, fue rebasada por vecinos furiosos que amenazaron a los uniformados para que les permitieran realizar el robo.
Para evitar un enfrentamiento con los saqueadores, los militares optaron por replegarse a la espera de refuerzos, al verse rebasados en cantidad, no sin antes advertirles de manera reiterada que se retiraran ante la posibilidad de la que fue una tragedia anunciada.
Las primeras investigaciones indican que el roce constante de las prendas sintéticas de los saqueadores con objetos de fierro y el uso constante de teléfonos celulares para enviar las imágenes de lo que pudiera considerarse un “festival de la muerte”, pudieron ser la causa de la explosión de más de diez mil barriles de gasolina.
Escenas dantescas en los que se observa a los pobladores escapar envueltos en fuego han sido observadas por mexicanos que siguen con estupor los hechos, mientras que se preguntan: ¿cómo es posible que la avaricia pueda más que garantizar la vida misma?
Peor aún, existen videos en los que se aprecia a menores de edad llevados de la mano de sus padres cargando todo tipo de utensilios domésticos para robar el combustible. Resulta irónico que muchos de ellos pudieron haber llevado a sus hijos a la muerte.
“Nos ganó la tentación”, aceptan varios sobrevivientes de la tragedia, y se muestran reflexivos sobre la manera irracional en la que actuaron con tal de ganarse algunos pesos, ya que tradicionalmente vendían, en promedio, en cinco pesos el litro de gasolina.
Al menos los mexicanos esperan que el nuevo fiscal general de la Nación, el recién nombrado, Alejandro Gertz Manero, realice una investigación seria y a fondo para enviar a la cárcel a los responsables de realizar los “piquetes” en ese poliducto, si es que no murieron durante la explosión.
Lo sucedido en Tlahuelilpan, debe ser un llamado de atención a todos los mexicanos, acostumbrados a realizar cualquier acto de rapiña sin medir las consecuencias, a reaccionar con acciones de civilidad y respeto al entender que el robo es un delito y ya.
Resulta triste observar reiteradas escenas de camiones volteados que transportan todo tipo de productos y centenas de mexicanos robando su carga, sin importar que tengan que cruzar autopistas de alta velocidad poniendo en peligro sus vidas.
Peor aún, si la unidad accidentada transporta cerveza u otro tipo de bebidas embriagantes, en todo México nos enteremos mediante unos “efusivos” ciudadanos en distintos videos en redes sociales, celebrando el hecho al saquear la carga, sin importar siquiera la salud de los ocupantes de la unidad.
¿Cuándo dejaremos los mexicanos esta peligrosa irracional actitud?