
Gobiernos, empresas y organizaciones están convencidos de que tienen el criterio suficiente para determinar qué información es la apropiada y cuál es inadecuada para los usuarios de Internet.
Pues hace unos días, la crema y nata de las grandes empresas de Internet y los representantes de los países más poderosos se reunieron en Londres para, según ellos, reflexionar sobre los grandes desafíos económicos, políticos y de seguridad que ofrece La Red.
Y en sus discursos aseguraban que todo es por el ciberpueblo y para el ciberpueblo.
Y es que según ellos “una información política que una persona o una organización difunda puede llegar a representar un gran peligro para la seguridad de un país entero”.
Si lo vemos desde esa perspectiva, ¡claro que da miedo!
Pero aquí surge un pequeño inconveniente, porque lo que es peligroso para uno país puede ser un buen negocio para otro; y los que quedan en medio son los más de 2 mil millones de usuarios de internet, cuya “actividad peligrosa” (aquí cabe la pregunta ¿peligrosa para quién?) consiste en chatear, bajar canciones, seguir cadenas y tuitear cosas como: “me duele la uña” o “no me quiero levantar”.
Según Karl Kathuria, autor del informe Casting a wider net (“Forjando una red más amplia”), existe una tendencia cada vez más marcada de gobiernos que intentan controlar el flujo de información y ubicar a grupos de personas que, ellos juran, violan las leyes de sus países. Recordemos el caso de China con Google y el más reciente la fuga de información a través de Wikileaks.
Muchas personas creen que Internet se puede autorregular y que deberían existir comportamientos adecuados, sin embargo falta definir qué es un comportamiento adecuado.
En mayo de este año el presidente de EEUU, Barack Obama presentó la “Estrategia internacional para el ciberespacio”, un esfuerzo por establecer una serie de “normas” sobre cómo debe funcionar Internet.
El documento advierte de las amenazas que hay en el mundo de Internet, y hace referencia a actos de organizaciones criminales en la red, cuyas acciones tienen consecuencias en el mundo físico, como el robo de información personal, la pederastia y el ciberterrorismo.
Ahora analicemos dicha propuesta con una pequeña analogía, donde los padres serían los gobiernos, y los niños y adolescentes los cibernautas.
¿Se pueden autorregular niños y adolescentes?, ¿tienen los padres derecho de seguir las huellas digitales que sus hijos dejan en Facebook, Twitter, messenger, blogs y correos electrónicos, con el pretexto de que todo es por su bien?, ¿qué mensaje en las redes sociales puede ser peligroso o qué clase de peligro puede originar?
Y perdone usted pero aquí entran otros jugadores como Google y los Proveedores de Acceso a Internet (ISPs) que recopilan información personal, por ejemplo ¿para qué quiere Google el número de celular de los usuarios cuando estos quieren dar de alta una nueva cuenta?, ¿qué hará con esa información?
En definitiva legislar o regular un medio tan cambiante como Internet es complicado, y parece que podría poner en riesgo el ideal de un Internet libre y democrático.
Por lo tanto el análisis de la posible regulación no puede limitarse a los gobiernos y/o las empresas, sino que tanto gobiernos, como empresas, organizaciones y cibernautas deben compartir esfuerzos para que la red no se convierta en el nuevo campo de batalla.
¡Hasta la próxima! v