
El uso de inteligencia artificial en la elección del 2024 apunta a convertir el proceso y sus resultados en un peligroso juego de suma cero para la frágil democracia mexicana.
Una de las grandes enseñanzas que ha dejado a partidos políticos y candidatos las recientes elecciones en México es la utilidad en el uso de las redes sociales como herramienta clave para ganar votos.
Lo que inició el 11 de mayo del 2012 en la Universidad Iberoamericana con el movimiento estudiantil #YoSoy132 en reacción a la visita del entonces candidato priísta Enrique Peña evolucionó como instrumento ciudadano -a veces de protesta, a veces de promoción- en el que plataformas como Facebook y Twitter fueron esenciales para consolidar la narrativa de “salvación” que se construyó alrededor de la tercera candidatura de Andrés López, quien en su primer discurso presidencial reconoció y agradeció a las “benditas redes sociales” por el impulso a su campaña.
Ya en el poder, el obradorato extendió su base de apoyo en el ciberespacio a través de los llamados influencers -muchos disfrazados de periodistas- que muy rápido entendieron las reglas del juego de los algoritmos, los hashtags y la viralización a través de cuentas propias y granjas de bots -que también son utilizadas por la oposición al gobierno- y se han encargado, tanto como lo hacen los adversarios, de “hacer que un grupo de gente olvide que otros grupos de gentes son humanos”, como lo observó el filósofo y escritor Inglés Aldous Huxeley hace décadas y que frecuentemente ratifica el presidente desde su púlpito matutino con expresiones como: “no somos iguales”.
Con lo que hasta ahora se ha visto en las muy avanzadas precampañas, el uso de las redes sociales como parte de la estrategia electoral ha evolucionado. Más que proponer soluciones, los candidatos se encuentran, por un lado, en lo que desde 1985 el crítico Neil Postman diagnosticó como “el amplio descenso a la trivialidad”, donde los políticos son evaluados por el electorado no por sus conocimientos o sabiduría, sino por su habilidad para entretener.
Vivimos los tiempos de la tiktok-cracia o meme-elecciones, en que las cadenas de WhatsApp o los posts en Facebook son más efectivos que volantes en cruceros o playeras que se usan mientras se limpia la casa.
A la par del entretenimiento, el internet se usa ahora no solamente para posicionar la imagen del candidato propio; hoy parece ser más incluso importante destruir la del rival. En ese arsenal tecnológico disponible para operadores de partidos y políticos, la inteligencia artificial es la herramienta perfecta por su accesibilidad, alcance y desarrollo.
En un país en el que 56 por ciento de su población solo estudió hasta la secundaria (OCDE), donde la redes sociales se consumen en un 30 por ciento por hombres y mujeres de entre 25 y 35 años de edad (Statista), siendo WhatsApp, Facebook y YouTube las principales plataformas utilizadas (Latinobarómetro), y con el 51 por ciento de los electores de 20 a 29 años que dijo en 2018 no sentirse identificado con ningún partido político (INE), la campaña electoral rumbo al 2024 se antoja ideal para desplegar mentiritas y mentirotas.
La campaña del 2024 será marcada por la desinformación, noticias falsas y el llamado “deep fake”, o la manipulación digital para alterar el rostro y la voz de una persona través de la inteligencia artificial, que no es barata, pero en un ecosistema electoral en el que se estima que el crimen organizado tiene presencia en 70 por ciento del territorio, y que en votaciones pasadas ha actuado con dinero, coerción al voto y asesinato de candidatos incómodos, la posibilidad de que muy gordos sobres amarillos con iniciales o dibujos de comida rápida lleguen para financiar las campañas es más que probable.
Así, no será sorpresa que en los meses por venir se viralicen audios y videos de candidatos y candidatas diciendo y haciendo cosas que se antojan improbables. Ya circulan algunos videos más rudimentarios y de entretenimiento que lo que se espera está por verse en los próximos meses. Audios que incriminan, apoyan o traicionan. Videos que comprometen, discursos de renuncia o reuniones que nunca existieron vienen en abundancia.
Y es que en una estrategia electoral bajo las condiciones de polarización social como las que vive México, parece que el objetivo real de los partidos es, como lo advirtió la filósofa Hannah Arendt, los electores que creen en todo y en nada, esos para los que ya no existe la distinción entre verdad y ficción.
Para ese electorado que cambia de opinión de acuerdo a los memes y videos -reales o no- que observa, el Instituto Nacional Electoral debería desde ya estarlos educando con campañas de información en redes y medios tradicionales para mitigar el potencial y muy posible daño a la democracia mexicana. Desde los medios tradicionales, capacitar a sus periodistas y fortalecer las unidades de verificación de información es urgente para exhibir los engaños lo más pronto posible y cortar la propagación del virus desinformativo.
Irónicamente, el objetivo es atacar la inteligencia con información.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y maestrías en las Universidades de Toronto y York. Acumula 30 años de experiencia en periodismo y ha sido premiado en Estados Unidos y Canadá.