¿Cuánto puede valer ahorrarse unos minutos en el tráfico para llegar un poco más rápido a un destino? Para Miguel Treviño, alcalde de San Pedro Garza García, el patrimonio de un puñado de familias, quienes perdieron el lugar donde han vivido durante toda su vida.
Lo peor del caso es que para este edil y un puñado de sus seguidores, lanzar a la calle a alguien sólo porque necesitan agregarle unos metros a una avenida no es un acto reprobable, piensan firmemente que están haciendo lo correcto.
Recurriendo al eufemismo, el mejor aliado para esconder las infamias, pregonan que están “recuperando el espacio público”, pero olvidan que no se puede recuperar algo que nunca ha sido tuyo.
Aquí el Ayuntamiento no recuperó nada, lo que hizo fue despojar de su patrimonio a un puñado de familias quienes no tienen la suerte -o el dinero- de vivir unas cuadras más arriba, en las faldas de los cerros.
¿Es realmente necesario ampliar esta parte de la avenida Vasconcelos? Quizás sí, quizás no, aquí lo importante es que, al hacerlo, las autoridades municipales optaron por el abuso, el atropello de los derechos de los ciudadanos, la prepotencia que les da poder torcer la ley para pensar que lo que hacen es en beneficio de la comunidad.
Si tantas ganas tenían de mejorar la avenida ¿por qué no decidieron hacerlo un kilómetro más atrás, construyendo paraderos de transporte público dignos, cruces seguros para los peatones, bebederos de agua potable? ¿Será porque los beneficiarios de esas obras son la silenciosa servidumbre y, por ello, no merecen más que lo mínimo necesario?
Habrá quienes piensen -como yo-, que los negociantes del Ayuntamiento abusaron de su posición para imponer sus ideas a unas familias que carecen de rancios apellidos y bolsillos profundos que les permitan contratar a abogados de apellidos más rancios.
Dicen algunos que las ofertas para indemnizar iban de los 500 mil a los dos millones de pesos, cantidades que, aseguran, están al “valor comercial de la zona”.
Sin embargo, vale darse una vuelta por Vasconcelos con dos millones de pesos en la bolsa para intentar comprar un predio. Buena suerte con eso.
Por eso estas familias no se querían ir. Porque saben lo que tenían, porque ellos no tienen la culpa de que ahora, un alcalde quiera ampliar una avenida para que las Mercedes GLA o los Tesla X lleguen más rápido a sus clases de yoga, a sus desayunos en bistros franceses.
Además, por Dios, ¿por qué iban a querer moverse? ¿Quién en su sano juicio va a aceptar tirar a la basura una vida en una casa, solamente porque al Municipio se le antojó “mejorar el espacio público”?
Es verdad, lo que hicieron es legal, pero no quiere decir que sea moralmente correcto.
Tan bien lo saben, que optaron por mostrar su peor cara al enviar en la madrugada a cientos de Policías, empleados municipales, tinterillos del erario, a romper puertas, forzar cerraduras.
Claro, los “apoyaron” con los camiones de mudanza que llevaron sus cosas a una bodega donde podían guardarlas en lo que encontraban un nuevo lugar dónde vivir… qué bárbaros ¡cuánta bondad!
Al final la infamia se concretó y la maquinaria del Municipio ha reducido a escombros los hogares y patrimonio de estos sampetrinos quienes, para sus autoridades, son ciudadanos de segunda.
Miguel Treviño y los suyos demostraron de la forma más fea que esa patraña de “super ciudad” es sólo un slogan, una política exclusiva para quienes, como escribió alguien en las redes sociales, tienen mansiones con cocheras eléctricas y se mueven en camionetas de lujo.
En unos meses, cuando el dolor de estas personas sea solamente una anécdota, circularán por las redes sociales del alcalde y el Ayuntamiento las bonitas fotografías del corte de listón de la “Nueva Vasconcelos”.
Orgulloso, Miguel Treviño presumirá que sus “superciudadanos” podrán llegar más rápido a su destino y todos recorrerán felices la nueva avenida.
Todos, con excepción de un puñado de familias, quienes dudo que puedan soportar siquiera el pasar por donde antes estaba su sala, su cocina, el lugar donde sus hijos dieron sus primeros pasos.
Qué poca madre… en serio.
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