Desde que el hombre conoció el camino de la libertad de pensamiento, buscó la forma de hacer conocer sus opiniones, su visión del mundo, sus juicios sobre las personas y los problemas a los que se enfrentaba. Así nació, de hecho, el periodismo en el mundo, según lo refiere la prehistoria de tan apasionante oficio. La fórmula informativa pasó a segundo plano cuando se descubrió la fuerza del comentario especializado y del punto de vista individual para orientar a los lectores, aunque su aplicación inicial tuvo el objetivo que más le interesaba a los poderes constituidos: adoctrinar, inducir una idea, reafirmar una consigna, apoderarse de la conciencia de los demás.
El periodismo de opinión, desde hace siglos, volvió una necesidad la crítica. Y ésta consagró a los expertos en los diversos asuntos que más le importaban a los compradores de la prensa diaria. Por tanto, ganó un territorio indispensable en los medios impresos y terminó dando prestigio a sus oficiantes. Consagró su firma en textos especializados, muy ajenos a las planas de la rigurosa objetividad de los espacios noticiosos en que la opinión debe ocultarse lo más que se pueda.
Sin embargo, a mitad del Siglo XIX la apreciación objetiva de los hechos y su relato tal cual suceden o los transmite la fuente informativa obtuvo enorme preponderancia en el periodismo norteamericano, que logró imponerla a lo largo y ancho del planeta. Pero no consiguió que desapareciera la apreciación subjetiva de la realidad y sus acontecimientos, que hizo suyo el concepto editorial en el tratamiento de los hechos más importantes. Así fue como desapareció la mezcla de informaciones y opiniones para dar lugar a la primera clase de periodismo profesional, y con el trazo de nuevas fronteras hecho por Daniel Defoe en el Siglo XVIII en su Review, la separación es inculcada hasta nuestros días.
Por eso en una sociedad sana y con plena libertad, la crítica tiene un sitio especial. Porque toda crítica, si se ejerce con honestidad, busca mejorar algo y, por tanto, es constructiva. Nace de la convicción de las propias ideas y se reafirma con argumentos valiosos. Pero sí hay que diferenciarla de aquella que practican los que se venden a uno de los poderes, y que intencionadamente busca quedar bien con el que la paga. Más que crítica, ésta es un panfleto o un tendencioso modo de manipulación de las audiencias. Y su autor, más que crítico debe ser considerado un criticón que especula sin analizar su objetivo, pues lo mueve el interés del dinero y no abriga ningún fin positivo para la sociedad.
También debemos discernir muy bien la crítica del chisme y su espantosa confusión. Y lo mismo ocurre al diferenciar la crítica de la opinión. En una sociedad democrática cualquiera puede y tiene derecho a opinar: “Éste es el mejor (o peor) presidente que ha tenido México” … “El cambio de horario no sirve para nada”. El enunciado simple es una mera opinión. En cambio la crítica es un tratado de análisis, de explicaciones y de fundamentaciones sólidas para exponer la propia idea y los por qué de una postura firme. Por eso no cualquiera puede criticar en el sentido profesional del término, pues se requiere una formación de experto en el asunto a tratar y una mente lúcida.
Es en el terreno del periodismo de opinión donde nuestra profesión se confunde con el chismorreo y la banalidad. En eso consiste la entrevista tipificada como declaracionitis aguda: en que se le da espacio y tiempo a todo mundo para que diga lo que se le pega la gana con tal de llenar páginas y tiempo en los medios. Y también en que adquiere la categoría de crítico todo aquel que hace uso de los espacios de opinión, cuando en realidad lo que hace es expresar una opinión, lo cual es válido pero a veces aporta muy poco por su nula trascendencia.
Las buenas opiniones siempre deben ser atendidas y toda crítica bien intencionada tiene cabida en una sociedad democrática. No obstante, cuando se trata de un profesional bien calificado y que se basa en análisis y visiones de la realidad para llegar a sus propias conclusiones, su punto de vista tiene un alto valor interpretativo sin que por eso su verdad deba convertirse en dogma. Es su verdad, nada más y es el camino seguido por su método y sentido crítico para llegar a ella lo que importa, aunque no estemos de acuerdo en sus puntos de vista.
En la era de la Postverdad, bienvenida la crítica que enseña a pensar a las masas y ataca la represión de las ideas, además de que es un antídoto contra la inmadurez mental y el conformismo social, que es como algunos gobiernos educan a sus ciudadanos emocionalmente para tenerlos siempre como dependientes. Es la fórmula seguida por los déspotas para dominar a los demás con “slogans”, “clichés” y “paradigmas ideológicos” que parecen irrebatibles.
La crítica, no hay que dudarlo, tiene un significado equivalente a criterio, discernimiento y análisis. Por eso el buen periodismo no puede prescindir de ella en cualquier terreno de la realidad, para trascender el estatus de la simple opinión, a fin de impulsar a las masas a que se atrevan a pensar, a criticar, a dejar el confort de la moda y a no ser “borregos” de falsos líderes sino guías y conductores de sus propios afanes.
Escribimos esta larga introducción para valorar la verdadera crítica periodística, motivados por el alud de comentarios disparados por todos lados con motivo del supuesto acuerdo entre México y Estados Unidos para llevar la fiesta en paz con las medidas aceptadas a fin de frenar la inmigración de nuestro país al sur de nuestros vecinos y que Donald Trump no nos castigue con la imposición de los aranceles e impuestos o hasta la cancelación del nuevo Tratado de Libre Comercio. Hemos visto cómo hay de críticos a críticos y de criticones a criticones en cada palmo de este terreno.
Sigue lloviendo sobre mojado en torno a asunto tan complejo. Y cada quien cree que tiene la razón en sus apreciaciones en los medios. Mientras tanto el pueblo-pueblo no entiende de silogismos y criterios financieros pero sí sigue sufriendo los efectos internos de la austeridad republicana y del crecimiento pobrísimo de México que continuará igual si no hay inversión y creación de empleos.v