La reforma energética debe alejarse de los intereses partidistas que ostentan los dirigentes de los partidos políticos de centro, derecha e izquierda para que las paraestatales puedan ser motor del desarrollo nacional.
En teoría nos gustaría que Pemex y la CFE fuesen empresas paraestatales más competitivas, de mayor nivel y estatura mundial y yo esperaría que las reformas impidan que estos organismos sigan siendo botín de unos cuantos.
Los debates entre el PRI y el PAN contra el PRD y PT paracieran sólo defender intereses partidistas, más que entrar en un verdadero proceso de reformas que incluya a la inmensa mayoría de los mexicanos.
Las amargas experiencias, Telmex sería tan sólo un botón de muestra con otros procesos del pasado reciente, nos han llevado a ser testigos del enriquecimiento de un sólo empresario al que se le entregó el monopolio de las llamadas.
Ahora es tiempo de corregir poniendo los suficientes candados para que en Pemex y la CFE puedan ser cientos o miles los inversionistas.
¿Ocurriría eso en este proceso de reformas? Lejos estamos de creer que así sea, la razón es que en los debates entre legisladores de los diversos partidos nada de eso se ha difundido.
Los representantes legislativos de los partidos que se dicen de izquierda tienen sus grandes intereses, que para nada representan a los nacionales.
Quieren y desean una reforma a su modo, no al modo que lo demandan los tiempos y mucho menos los que pudieran beneficiar más a la población.
En el PRI y en el PAN, los intereses están más abiertos, siempre han representado los intereses económicos más poderosos del país y allende las fronteras, de ahí la preocupación que tenemos muchos de que las reformas puedan llegar a beneficiar sólo a unos.
Ojalá y esté equivocado, pero mi bluetooth percibe señales distintas a las que se han difundido en los medios de comunicación.
En realidad ya no hay tiempo para la discusión y el análisis, nos la pasamos 13 años en la boba, como para pensar que en los próximos días México cambiará. Como diría mi madre: que sea lo que Dios quiera una vez aprobadas las reformas.
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